Bar La Esmeralda Perdida, ¿conocés donde queda?
--- Sí, lo conozco. Te espero allí a las veinte ¿te viene bien el horario?
--- ¡De diez! ¿cómo vas a ir vestida, así te reconozco?
--- Mirá: yo soy medio lenta para decidir qué ponerme, así que todavía no lo sé. Pero voy a llevar un bouquet de gardenias blancas frescas prendidas en el vestido o blaser, o en lo que me ponga.
--- ¿Y si venís desnudita? ¿Dónde te pondrías las gardenias?
--- ¡Mirá si serás loco? Todavía no nos conocemos y ya empezás con esas cosillas… no te preocupes, si decido ir en bolas, me las pongo en el pelo… de abajito.
--- ¿Así que el loco soy yo! ¿No serás una maníatica sexual vos, decime?
--- Y bueno. Alguito de eso hay: no se puede llegar a tener treinta abriles en almanaques gastados y no sentir el peso de la conciencia entre las piernas.
--- ¡Sos divina! ¡Genial! Me muero de impaciencia por conocerte.
--- Yo también me muero por conocerte. Esto de chatear está bueno, pero mejor estaría un face to face, ¿no te parece? Me dijiste que sos rubio y usás anteojos para ver de lejos.
--- Sí: tengo ojos azules y pelo abundante. Voy a ir vestido con camisa negra y pantalón gris perla. Te espero. No vayas a fallarme, Gardenia Solitaria. Tu Gato en el Tejado Caliente.
--- No te fallaré, mi Gato en el Tejado Caliente. Tu Gardenia Solitaria.
--- “Dios mío! Ya son las seis de la tarde y esta paspada no ha terminado de depilarme, todavía falta que me arreglen el pelo y me hagan las manos y los pies. Los callos me están matando. Me tendré que colocar uñas postizas, porque las mías están imposibles. Me muero de ganas de conocerlo. Me dijo que su nariz es un poco grande, al estilo Tom Cruise. Bueno, dicen que los hombres de apéndice nasal grande, suelen tener un apéndice sexual también grande. ¡Hiuuuuuujuuuuuuuu! ¡Y tiene los ojos azules! ¡Como Paul Newman, Frank Sinatra! Tengo que estar impactante esta tarde: sensual, inteligente, bellísima. Creo que aprovecharé para salir vestida desde el Spa; me compraré ropa apropiada al look que me aconseje el asesor de belleza. Menos mal que los ojitos de colores los tengo de antes, sino con todo lo que me sale esta clínica de belleza que me hice, no me quedaba ni para el micro. Pasaré por casa sólo un segundito para recoger unas gardenias. Suerte que el árbol está cubierto de flores. De tonta nomás no las corté antes de venir al Spa. Bueno, también desde las siete de la mañana hasta las ocho de la noche, ya no iban a estar tan frescas.”
--- “¡Qué lentas pasan las horas! Me carcome la impaciencia por conocer a semejante minón como parece ser Gardenia Solitaria. Me dice que es morena, pulposa, y que tiene los ojos verdes. ¡Y se ve que es ardiente! ¡Un volcán! Bueno, menos mal que el patrón accedió a adelantarme unos mangos –parece que el viejo estaba de buen humor hoy, sino ¡hijo de puta! No vale ni mierda -- me pude comprar el pantalón gris y la camisa negra que le dije que iba a llevar puestos. Ya el Ricardo me ha dicho que no me prestaba más la ropa, que a él también le cuesta comprarla. ¡Como si no supiera que se la compra a los chorros, casi regalada! Ni loco les compro a esos infelices que andan asaltando y matando por ahí. Me queda bien la cara así afeitadita. Hacía mucho que no me veía la jeta con esa barba abandonada que tenía. Pero como ella me adelantó que le gustaban los tipos impecables… cuando pasé por el taller para hacer pinta, la negrada me empezó a cargar: ¡Eh, payo, ¿qué pasa? ¿Se te ha dado por la pinta ahora? ¿No te estarás volviendo gigoló por Internet, ahora?! ¡¡Dale, flaco, si no pinchás ahora, no pinchás más!! ¡¡Qué manga de hijos de puta!! Pero son buena gente… ¡Qué manera de joderme por el tema del perfume! Ese infeliz del negro Aráoz me las va a pagar: venir a darme un beso en la boca con esa trucha asquerosa que tiene, porque dice que lo he´i calentao con el olorcito que despedía, y me perseguía por todo el taller para tocarme el culo con las manos llenas de grasa. ¡Y los silbidos, y los besos que me tiraban! Toda la gente en la parada del ómnibus me miraba raro, porque parece que se creía que era trolo. Sólo la pendeja de guardapolvo se daba cuenta que era una joda y se mataba de risa. ¡Pero qué manga de hijos de puta! Bueno: ya son las siete y media. Por cualquier cosa, me voy acercando despacito hasta el bar. No vaya a ser que no consiga mesa, uno nunca sabe. Me dijo también que era alta, espero que no mucho, porque sino me va a pasar. Y, después de todo… si no le importa a ella, a mí qué me puede importar. ¡Ahí sí qué se muere la perrada cuando me vea pasar con la morocha grandota de ojos verdes, y pulposa! ¡Mierda con la hora! ¡parece que no pasa nunca! Acá, junto a la ventana está bien. Pensé que estaría más lleno el barcito, debe ser por la hora.
Por fin son las ocho: ya debe estar por llegar…”
--- Todavía no, mozo, espero a una señorita y en cuanto ella llegue ordenamos ¿OK?
--- “¡La mierda cómo vuela el tiempo! ¡Pero valió la pena! Todos se dan vuelta a mirarme. Hasta algún desesperado me perdió una mano en el colectivo. Voy a llegar un poco tarde. Espero que me espere. No. Espero que me aguarde, queda mejor. ¡Ay, Lucinda Bamba! ¡Si no te casás en ésta, no te casás más! A los cuarenta y cinco, ya es medio difícil conseguir dorima, y más con unos quilitos de yapa. Así que, aprovechando que todo el mundo me dice que no los represento, le dije que tenía treinta. Total, si llegamos a algo, después lo arreglamos. ¡Ya son las ocho y diez y me debe estar esperando mi Tom Frank Paul! Voy a tomarme un taxi por las tres cuadras que me faltan: no quiero llegar sudada y agitada, después de pasarme todo el día en el Spá y gastarme el sueldo del mes de operaria del Servicio de Limpieza para estar de diez. Por suerte ya estoy efectivada, sino…”
--- “¡Dios mío, no! ¡No puede ser esa negra de dos metros de alto y tres de ancho, teñida de rubio y pintada como propaganda de pinturería! Además, si eso que está entrando en el bar tiene treinta años, ¡Yo todavía no he nacido! ¿Y qué se ha echado encima? Me parece que esta mascarita se equivocó de corso… ¿y esas flores blancas que se ha puesto en medio de las tetas, serán las famosas gardenias blancas? No les envidio el lugar: las pobres están a punto de marchitarse por asfixia. ¡Calas negras se debiera haber puesto! ¡Madre de Dios, yo me rajo de aquí, aunque sea por debajo de las mesas, a cuatro patas, antes de que pueda ver bien, aprovechando que el bar está a oscuritas y la gorda llega encandilada de la calle!”
--- “No lo veo. Aprovecharé para que pueda admirarme, mientras los ojos se me acostumbran a la oscuridad. ¡Sonreí, Lucinda Bamba! ¡Capaz que te está observando embelesado desde las sombras! Sacá pecho y caminá sinuosa entre las mesas! ¡Eso los enloquece a los hombres!”
--- “¡Dios mío! ¡Se mueve como una ballena en celo! ¡Y apunta hacia aquí! ¿Por dónde salgo? Justo ahora se vino a llenar el bar… y el mozo me está mirando raro… claro, no debe estar acostumbrado a ver tipos sentados en el piso. Yo me la juego y me escapo gateando del bar. ¡Cualquier día me agarra el tanque birmano éste! Diosito Santo: si me ayudás, te prometo que nunca más voy a hacer citas por Internet… ayudame, por favor”
--- “¿Qué pasa que todos miran al piso?” ¡Mozo! Por favor: ¿había un joven rubio, de anteojos, con camisa negra, esperando a una dama?
--- Sí, señora: es ése chiquitito que está llegando a la puerta a cuatro patas.
--- ¡Gato en el Tejado Caliente!
--- ¡No! ¡me ha visto! ¿Y ahora qué?
--- ¡Gatito! ¡Soy yo, tu Gardenia Solitaria! Al fin he llegado; el taxi, los embotellamientos y todo eso, me demoraron un poquito… ¡pero, aquí estamos por fin!
--- Gardenia… estoy buscando algo que se me cayó al suelo… (la ilusión) Ya voy a tu lado, esperame que me paro y estoy contigo.
.--- “¿¡Dios mío, eso es todo!? ¡Pero si es un pedacito de hombre! ¡¿Para qué lo habré llamado?! ¿Y para esto me produje tanto? Creo que voy a morder a alguien de bronca…”
--- Gardenia Solitaria… en… en… encantado de… de conocerte. Sí: encantado de conocerte.
--- Yo también estoy en… encantada de conocerte. ¿Qué contás?
--- No te imaginaba tan así… digamos… ¡qué sé yo! Así, todo eso… digo, tanta mujer… tan… tan… tan… llamativa digamos.
--- Gracias. Yo tampoco te imaginaba así… tan… hum… tan… tan simpático digamos… creí que eras… un poco más, nosé.
--- ¿Querés tomar algo? ¿Nos sentamos? ¡Pensar que no conocemos nuestros nombres: cómo te llamás? Yo soy Carlos Fernando… ¿y vos?
--- Lucinda… “¿y ahora cómo hago para despegarme del pegajoso este? Se ve que está reimpactado y yo no quiero compromisos con una migaja de hombre. No me alcanza ni para el agujerito de la muela.”
--- “Lucinda… parece de chiste el nombrecito: Lucinda para una bien oscurita, oscurita. Bueno, veo cómo me la rajo de aquí. La convido con un trago y “si te he visto, no me acuerdo” la cosa esta me incineraría ante los grones del taller: me parece verlos y oírlos cagándose de risa. Bueno, no puedo irme así nomás, así que tomamos un cafecito y nunca más, mi querida hembra superdesarrollada. Morocha pulposa de ojos verdes ¡ja! A un kilómetro se ve que son ojitos postizos, de esos que les venden a las minas y a los trolos para que cacen giles” ¿Un cafecito, Lucinda?
--- Sí, Panchito… sí… el sábado a las ocho de la noche. La Lucinda quiere hacer una Misa de Acción de Gracias por que cumplimos siete años de casados. ¡Sí! Siete años ya… ¿te acordás…? ¡Qué bárbaro, che! Y... el tiempo corre… ¡Y sí, qué se le va´cer! La verdad, qué querés que te diga: después de todo, no es tan malo el león como lo pintan, y cuando miro los tres hijitos hermosos que tenemos, le doy gracias a Dios y a Internet… ¡en serio, hermano! ¡en serio! Además, ella es tan… tan… ¿cómo te digo…? Tan mujer, tan entera, que ¿la verdad? me hizo el más feliz de los hombres estos años. ¿Cómo no le voy a dar gracias a Dios, decime? ¡Ah, otra cosita! Después de la Misa vamos a ir hasta el Bar La Esmeralda Perdida a tomar un cafecito. Ahí tuvimos nuestra primera cita. ¿Sabés dónde queda? Sí, hombre, el café lo pagamos nosotros, no te preocupés. Te esperamos, negro, un abrazo.
--- ¿Clarita?… Lucinda ¿cómo estás? Mirá, te llamo para decirte que el sábado a las veinte hacemos una Misa de Acción de Gracias por que cumplimos siete años de casados. Después vamos a ir a tomar un cafecito en el Bar La Esmeralda Perdida, donde tuvimos nuestra primera cita y queremos tener cerca a los amigos más queridos… Mi cucuruchito de miel y yo fuimos tan felices estos siete años, que queremos darle Gracias a Dios por habernos juntado y dado esos tres hijitos hermosísimos que nos dio. ¿Venís, no es cierto? Te esperamos para compartir nuestra felicidad. ¡Queremos que todo el mundo brinde con nosotros por el amor y los sueños! Y sí… qué querés que te diga, estoy completamente convencida: Cupido navega por Internet, amiga mía y nos metió en su red.
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