La diáspora venezolana puede decirse que es un fenómenos social producto del llamado socialismo del siglo XXI, que nunca su autor, el dictador Hugo Chávez Frías pudo explicar y que para el presidente ecuatoriano Lenin Moreno nunca existió.
En efecto, hasta 1999, cuando por vía electoral impecable el teniente coronel retirado Chávez alcanzó el poder que por mal militar no pudo alcanzar el 4 de febrero de 1992 cuando trató de deponer con las armas de la República el gobierno constitucional del presidente Carlos Andrés Pérez, los venezolanos salían del país como turistas, como estudiantes, en la búsqueda de la salud, desterrados por las dictaduras o en planes de negocios, Nunca como emigrantes y menos masivamente, como está ocurriendo durante la narcoduictadura de Nicolás Maduro.
Hasta la malhadada hora del ascenso de Chávez al poder democráticamente, que luego se convirtió en dictadura por las relaciones incestuosas que tuvo con su hija, la Constitución de 1999, Venezuela le abrió generosamente las puertas a nacionales de España, Italia, Portugal, Ecuador, Colombia, Argentina, Uruguay y Perú.
La historia reciente no registra ningún acto de xenofobia contra estas personas que vinieron al país en la búsqueda del bienestar que sus países de procedencia les negaba,
Pero la narcodictadura de Nicolás Maduro ha invertido invertido, ahora son los venezolanos los emigrantes y en algunos países han sido objetos de ataques de xenofobia o aporofobia.
Los perianos, dos de los cuales se casaron en la isla de Margarita con una prima mía y una hija, están entre quieenes han desatado horribles ataques de xenofobia o aporofobia contra hace pocos les dieron pan, techo, trabajo, educación, asistencia médica.
Las redes han publicado recientes ataques xenofóbicos o aporofóbicos en Peru. Un venezolano maniatado en la mesa de un restaurante para asegurar el pago del consumo. Una venezolana amtratada por un policía gorila, Maestras enseeñandoles a los niños que los venezolanos son malos y asesinos. Dos alcaldes celebrando porque sus jurisdiccione están libres de venezolanos. Personas perifoneandos la xenofobia contra los venezolanos. Una dama que solicitó los servicios de un electricista, que rechazó por ser venezolano. Agresiones verbales que califican a los venezolanos de hambrientos.
El siguiente es un editorial del diario limeño El Comercio, muy elocuente:
Editorial El Comercio de Perú: Permiso para discriminar
Emisora Costa del Sol FM30-09-2019 Interés, Titulares0
Por muchas décadas, el Perú se acostumbró a ser un exportador neto de población. Cientos de miles de peruanos salieron a buscar un mejor destino para ellos y sus familias en países como Estados Unidos, España o Chile. Nuestra preocupación por los eventuales brotes xenófobos era estar en el lado de la víctima.
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En los últimos años, sin embargo, los flujos se han invertido. Los peruanos –acostumbrados a interactuar básicamente entre nosotros en nuestro propio país– de pronto entramos en contacto casi a diario con venezolanos que huyen de su propio descalabro económico. Para un país poco habituado a foráneos como el Perú, la preocupación hoy por los brotes xenófobos es estar del lado del perpetrador.
La alarma no es injustificada. De acuerdo con un informe publicado en este Diario hace pocos días, casi dos de cada tres venezolanos en cinco ciudades del país (Lima, Arequipa, Cusco, Tacna y Tumbes) se han sentido discriminados, principalmente por su nacionalidad.
Si bien es natural en cualquier país que la competencia por empleos en determinados sectores genere tensiones entre migrantes y la población local, otras actitudes exceden por largo el recelo laboral. Por ejemplo, la circulación de noticias falsas vía WhatsApp sobre supuestos secuestros de niños peruanos por parte de bandas de delincuentes venezolanos pareció armada al estilo de antiguos –pero efectivos– psicosociales destinados a infligir el máximo daño.
Para vergüenza del país, los brotes de xenofobia no se han quedado en el campo particular, sino que se han extendido también al ámbito oficial o de políticas públicas. Como se recuerda, por ejemplo, el Gobierno Regional de Cusco publicó una ordenanza que prohibía sustituir a trabajadores peruanos por venezolanos contratados informalmente –como si la gravedad de esa falta tuviera alguna relación con la nacionalidad–. A su vez, el Ministerio de Trabajo afirmó, increíblemente, que el reemplazo de algunos trabajadores por otros –venezolanos– de menor sueldo sería una práctica “discriminatoria” y, con lo cual, pasible de multas.
En marzo, el alcalde de Huancayo, Henry López, anunció que presentaría una ordenanza “frente a la creciente y descontrolada presencia de extranjeros”. El Ministerio Público le abrió una investigación de oficio por discriminación. De manera más reciente, municipalidades como las de Pisco o Miraflores han dispuesto un “empadronamiento” o solicitud aleatoria de documentos de ciudadanos venezolanos. Además de ilegal, pues el registro de extranjeros no les corresponde a las municipalidades sino a la Superintendencia Nacional de Migraciones, la práctica es abiertamente discriminatoria y no exenta de un velado componente intimidatorio. Prácticas similares son regularmente condenadas por la comunidad internacional y activistas locales cuando se llevan a cabo en países como EE.UU. contra la población de origen latinoamericano.
En no pocos casos, la preocupación por la inseguridad ciudadana se utiliza para justificar actitudes discriminatorias. No está de más recordar aquí, no obstante, que los delitos son siempre de naturaleza individual –no pertenecen de manera exclusiva a ningún colectivo étnico o nacional–. Caer en generalizaciones de este tipo hace un enorme daño a la seguridad jurídica, la imagen y los derechos de los miles de venezolanos que trabajan honradamente en el Perú luego de escapar del desastre que encabeza hoy Nicolás Maduro.
Bien encauzada, la presencia venezolana representa sin duda una oportunidad. Aprovechar el trabajo, el talento, las ideas y la diversidad que trae la migración hace eventualmente a cualquier nación más fuerte y más próspera. Después de todo, el mestizaje y la fusión de culturas se reconocen hoy como unos de los principales activos del Perú. Pero el camino no es fácil. Los retos también saltan a la vista y empiezan a tensionar las débiles costuras institucionales del país. Esta oleada migratoria representa una enorme prueba que, en el corto plazo, pone presión sobre nuestra estructura económica, pero, quizá más que todo, es un desafío sobre la fortaleza de nuestra estructura social, de nuestra empatía y de nuestros valores como nación. No perdamos la oportunidad de demostrar al mundo y a nosotros mismos que somos mejores que esto.
El Comercio
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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