LA NIÑA AZUL Y TIERNA...

[Francisco Molina Infante]

El vuelo se ha postergado

y no es de noche todavía;

se ha levantado con rayos,

 ruidos y fuego sin energía.

La vida está centrada en lo infinito,

las glorias del pasado, ya no cuentan;

porque los ríos del contorno desbordaron,

-mucho más allá- de sus propias cuencas.

Con la inercia de dos potentes motores,

que rugen con sus propias chimeneas,

en un infierno de imaginarios confines,

se han metido, sin suerte en la carrera,

donde fallan las más enormes conciencias.

Cruzan los valles y bordean las montañas:

¡sube, sube!: le grita la niña azul y tierna,

que ya le observa –sola- desde la ventanilla;

¡sube!, es: la canción que más se piensa

y, la que más agita el movimiento de esa niña

-cuando traspasan las barreras del camino,

que han marcado, sin hombreras, ni chisteras.

¡Sube, sube!,  son las voces que más se agitan,

cuando traspasan muchas de las cruces

de un cementerio, que aún no existe.

¡Sube!, le gritan desde lejos -mil pararrayos y veletas-,

que ya están rezando desde la ermita nueva,

pues los han visto pasar cerca del cielo, sin niebla.

[Ana María Mejuto Rogado]

[Jesus Quintana Aguilarte]

Felicidades por tu destacado amigo Francisco, me encanto tu poema.

[Elias Antonio Almada]