La Respuesta (fragmento de texto registrado) Sara Carubin Marienhoff

[Sara Catalina Carubin Marienhoff]

La levedad integra el tiempo.Hilos celestes brillan al soly de plata transcurren en el río perpetuo. ¿Para qué acceder al Misterio? Sus velos caerían como pálidas hojas. COnoceríamos su secreto. ¿tanto afán y angustia por conocer lo oculto? no inquiero sobre las pautas del viaje postrero. Prometo que no llamaré al portal clausurado. Me haría cargo de nuevas misiones, trabajos intensos, cuando el cuerpo y la mente piden reposo. ¿Acaso el cansancio no rinde mi corazón? ¿No es amable el refugio de una esperanza lejana? Mantengo la antorcha de la Esperanza, porque sólo ella me conecta al Misterio. No ahora, en este momento que ya vuela, como todo. Exprimo en mi corazón el jugo de la Esperanza. Nuevos brotes cobrarán vida en él. Antes, cuando el alba era sinfonía, el tiempo atravesaba las venas con tormentas de luz. Antes, cuando la conciencia no despertaba, la vida era un canasto de frutos de estío. Hoy, el escenario torna en grises. Un murmullo de trinos apenas audible, acompaña este tramo de mi vida. Miro hacia la lejanía, pero nada advierten mis ojos. No hay en mi entorno, caireles de ilusiones ni cajas de música, vacías. Maestro de ceremonias, el tiempo encamina los pasos de quienes, a su través, pretenden la apertura de un universo distinto. La conciencia obla un alto precio. La dicha hueca, los otoños secos, las derrotas aparentes, ¡con tantas monedas se cancela la deuda de la conciencia! Con el abandono del mundo incomprensible y la búsqueda prolija del retiro del alma. ¡Conócete y conocerás al Todo!

Pertenezco a un ser nuevo. No cubre su palidez con ilusiones.

Una vez, un niño cuestionaba quién era. Nadie respondió a su inquietud. La pregunta se refugió en su centro. Pasaron los años. Llegó la madurez. Algo de él, dejó su ropaje oscuro y se transfiguró en luminoso. Un día, advirtió su cabeza blanca. Repitió aquella pregunta de sus recuerdos. ¿Quién soy? La vida continuó su ritmo. El hombre no advirtió que la señal había herido el aire. El plazo encontraba su término. Todo había pasado. El río, por un instante, detuvo su curso. Caía la tarde. Como el sol que moría, allí yacía. Junto a él, levantó vuelo un pájaro leve y bello. Su energía conocía la respuesta. Se perdió en el cielo rosa del atardecer, con el secreto en su interior de pájaro. Conocía las cumbres. Llevaba la herencia del hombre viejo.

Mientras, el hombre de la pregunta existencial, mostraba su rostro distendido. Como años ha, cuando la plétora de colores acompañaba sus horas de dicha humana.

Sin embargo, en su ser más profundo, esencial, siempre acuciaba la pregunta...