Premio Bienal «José Rafael Pocaterra» [Mención Narrativa, 1984-1986, s. XX] Integraron el jurado calificador los escritores Antonieta Madrid, Esdras Parra y Freddy Castillo Castellanos. Fue publicado por la Gobernación del Estado Carabobo (1986)
Por Steven Bermúdez Antúnez
(https://die.udistrital.edu.co/comunidad/steven_bermudez_antunez)
Travestido (Jiménez Ure, 1986, incluido en su libro Maleficio) lleva a un nivel diferente la turbación. Un día, Arturo se encuentra con Luis y le dice: «Desde mi apartamento, angustiado, siempre te observo... Me masturbo y sufro» (p.85). Dos denominaciones explícitas aparecen para sendas emociones negativas: angustia y sufrimiento. Acto seguido, Luis le advierte que “es hombre” y Arturo confiesa ya saberlo. Luis, entusiasmo por la aceptación de Arturo, pide un beso y, otra vez, se vuelven a proporcionar datos sobre el entorno emocional en el que se perfilarán los dos: «Doblegado por la pasión reprimida, Arturo besó aquellos labios notablemente masculinos. Creyó saborear el zumo de una naranja, una fresa madura, una uva recién cosechada y no el hocico de un lepidóptero» (p.86). Al seguir la secuencia de enunciaciones, se detecta un encadenamiento insistente de ese entorno perturbador: doblegado, pasión reprimida, creyó, lepidóptero. Arturo es víctima de una exaltación que ha mantenido contenida, que no puede controlar, pero que lo vence. Además, percibe el beso de Luis de un modo dulce y jugoso, aunque el narrador advierte que es solo una “creencia», ya que, en realidad, el beso es semejante al que daría un insecto. La visión perturbadora se corona en eventos posteriores. El primero cuando, durante el acto sexual entre los dos, otro hombre entra al apartamento y apuñala a Arturo hasta matarlo. Se regresa al vínculo fatídico entre el sexo homoerótico y la muerte. En ese momento, el narrador pone un nuevo componente descriptivo del entorno emocional: Arturo es asesinado por un desconocido y no sabemos por qué. Sin embargo, su pene queda erecto como un “trozo de roble podrido” (p.87), todavía expulsando semen. Con esto, el narrador nos arroja a una metáfora sobre la degradación del órgano sexual. Ella juzga el atrevimiento erótico de estar en un «lugar prohibido»: el orificio anal masculino. El otro suceso, mucho más revelador, lo constituye la consecuencia del malogrado acto sexual. A los pocos días, a Luis le surge un grotesco bulto en la nuca que, poco a poco, crece. Tras una revisión médica se determina que es un feto. Por tanto, se somete a una «cesárea»:
-«Del cuello de Luis surgió una menuda réplica del fallecido Arturo: el feto fue extraído sin signos vitales, con el pene igual erguido, negro y de aspecto pútrido (cual roble enmohecido)» (Jiménez Ure, 1986, p.88). Finalmente, el engendro es lanzado al río y lo rescatan unos devotos religiosos, le adjudican el estatus de deidad y, cada cierto tiempo, le rinden devoción: «En procesión, enjambres de creyentes desfilan tras las múltiples copias de la criaturita de falo erguido y fétido que, un atardecer, apareció en el Río Trama» (p.88). De modo que, de Arturo y de su obsesión sexual por Luis, solo queda la réplica de un miembro viril apestoso, porque el sexo entre hombres se presenta como putrefacto y engendra monstruosidades. Los cuentos Dime cuántos ríos son hechos de tus lágrimas (Rodríguez Gómez, 2015) y Falsas apariencias (Chocrón, 2004) proporcionan mundos narrativos donde se incursiona en la trama policial y, de nuevo, en la insistente vinculación del homoerotismo con la muerte. El primero con una relación entre dos mujeres y, el segundo, entre dos hombres. En ambos, una Pf asesina a un amante ante la imposibilidad de experimentar la correspondencia. El asesinato surge de la impotencia por la no reciprocidad amorosa, pero también por el desahucio afectivo al que obliga la clandestinidad. Dime cuántos ríos son hechos de tus lágrimas narra la peripecia de un detective urbano que indaga sobre la muerte de una mujer en la vorágine de la ciudad de Caracas. El espacio donde busca sus pistas es el submundo de la juerga nocturna. Resulta interesante comparar cómo se enfoca la relación heteroerótica en contraste con la homoerótica y, desde esta contraposición, el «justificado» trayecto al asesinato. El narrador muestra los recuerdos de la relación amorosa de Smith (el detective) con Laura de la siguiente manera: «cuántas veces había lamido su barbilla, mordido su cuello de cisne, dónde quedó la ternura con que la levantaba entre sus brazos mientras ella gritaba como loca, penetrada y feliz» (Rodríguez Gómez, 2015, p.114). Contraria a la homoerótica, la penetración heteroerótica propicia júbilo. Esta referencialización adversa la hace también el propio Smith: «Pero por favor, Laura, una mujer tan fina como tú cogiéndose carajitas a la orilla del Guaire, entre las palmeras y los recogedores de lata» (p.121). Tanto en el cuento de Jiménez Ure como en este se detectan construcciones hechas desde la evaluación heteronormada, refugiadas en una visión pasivofóbica y plumofóbica (Fernández, 2017; Ariza, 2018). Por consiguiente, incrustan entornos emocionales en los que sus Pfs solo pueden fallar, equivocarse y padecer.
NOTA.-
Jiménez Ure, A. (1986). Maleficio. Gobernación del Estado Carabobo. Colección Bienal José Rafael Pocaterra.
FUENTE:
http://portal.amelica.org/ameli/journal/588/5882764008/5882764008.pdf
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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