Ya había pasado un tiempo largo, tres años, quizás más... los recuerdos empezaron a desvanecerse, no que aquello le preocupara, si no fuera por un aviso en un diario de hace un par de días atrás, que llamó su atención.
Al principio lo leyó, le atrajo, pero como no era de los que se dejan llevar por los artículos o comentarios de los diarios, menos que menos por los visos de la sección Empleos, le restó importancia.
No comprende aún la razón por la cual lo guardo entre sus cosas en el escritorio.
Desde su decisión de abandonar todo y emprender un viaje hacia donde el viento lo indique, deambuló por allá y más allá.
Conoció gente, vivió experiencias, disfrutó cada día como si el último fuera, a semejanza de un aventurero moderno. O sea, sin tiempo controlado ni rumbo establecido.
Hasta que una noche llegó a un pueblito, “El horizonte” rezaba el destartalado cartel en un recodo del camino. Decidió entrar al pueblo, buscar el primer hotel que encontrase y pasar la noche allí.
Resultó ser el único albergue que existía, por lo tanto, no lo dudó y solicitó una habitación por una noche. El encargado muy amable y servicial, tomó sus datos y cuando le preguntó su profesión, lo primero que se le ocurrió lo dijo: Investigador Privado.
Lo acompañó hasta la pieza, y le informó que si necesitaba algo se comunicase con él al teléfono cien, y con gustó atendería sus necesidades. La pieza resultó limpia, amplia y de lo más cómoda. Una noche de suerte, se dijo a sí mismo.
Descansaré esta noche y mañana ya veré, pensó…
Se recostó sobre la cama y al poco tiempo se levantó casi sobresaltado, una extraña sensación le invadió sintiendo una necesidad casi imperiosa de salir a la calle, miró por la ventana y el panorama no se veía muy auspicioso, no obstante, abrió la puerta, bajó las escaleras, saludó al encargado de forma distraída y se encontró frente a una calle pedregosa que mostraba un inhóspito pueblo.
Una luz tenue se vislumbraba a lo lejos, con paso lento comenzó a recorrer aquella especie de bulevar rural. Las pocas casas de piedra derruidas se distribuían a cada lado, parecían estar deshabitadas.
La noche ya empezaba a extender su manto y esto le daba un aspecto inquietante al lugar.
Sin dar mucha importancia a aquella imagen de inseguridad, continuó deambulando por la zona, después de aquellas destartaladas casas, cambió por completo el paisaje dando paso a una hermosa pradera, dentro de la cual había una imponente casa pintada de blanco con unas letras doradas que no alcanzaba a descifrar, a cada lado de ella había seis casitas todas iguales blancas con ribetes dorados, estaba cercada por rejas metálicas y una gran puerta forjada.
La curiosidad fue más fuerte que lo impresionante del lugar y se acercó a observar de cerca aquel vergel.
Estaba fascinado mirando el paisaje, trataba de imaginar que habría dentro de aquellas casitas, se veían luces y la casa principal estaba muy iluminada. Nunca supo cuánto tiempo pasó ahí, solo se dio cuenta cuando las luces se apagaron y sintió una mano que con brusquedad le agarraba el hombro…
-¿Quién es usted, está en propiedad privada, no se permite la entrada a intrusos así que ¡¡RETÍRESE!!
La sorpresiva aparición del supuesto guardia, y la forma tan grosera de su actitud, obligaron al fortuito visitante, pedir mil disculpas y emprender la retirada, para evitar así, posibles complicaciones.
Ya había comenzado a caminar, alejándose de allí, cuando alcanzó a escuchar una frase del guardián…
-Si quiere entrar, solicite permiso en la Alcaldía.
Volvió sobre sus pasos, llegó al Hotel, buscó al conserje, y pidió informes respecto a aquel lugar tan irreal en medio de la nada.
-Ahhh, estimado viajero, por lo que escucho anduvo merodeando cerca de las Casas Antiguas, hummmm...no le recomiendo volver por allí... le diré que vivo en este pueblo ya muchos años, y desconozco alguien que estuvo dentro y salió de allí.
Le comento más, la policía local quiso investigar al respecto, pero por falta de pruebas, desistió de los intentos. En síntesis, sean quienes sean los que habitan allí, no molestan a nadie, y, por lo tanto, todo el pueblo lo considera como algo misterioso y evitan acercarse por aquellos lugares.
-Ante todo agradezco su explicación, buen hombre, pero le recalco que el guardián o quien fuera, me informó que si lo deseo puedo solicitar permiso de entrada en la Alcaldía, ¿es verdad?
-No sea ingenuo, no crea todo lo que le dicen, y menos de ese rufián. Pero, no obstante, si tanto interés tiene, le puedo acompañar a la casa de Don Fernando, el alcalde, vive a unos pasos del Hotel, y él, por supuesto, podrá otorgarle más detalles.
Muy agradecido por la amabilidad del conserje se retiró a su habitación, no sin antes quedar de acuerdo con él para visitar al Señor alcalde al día siguiente.
El largo viaje y los últimos acontecimientos resintieron su cuerpo y el cansancio se apoderó de él, tenía mucho sueño, sin embargo, no pudo conciliarlo hasta altas horas de la noche.
El nuevo día asomaba por una pequeña abertura de las cortinas de aquella habitación, recordó la cita que tenía con el conserje, se arregló y bajó a desayunar. No había nadie en el lugar.
-¿Hay alguien ahí? - Inquirió con cierta impaciencia.
Unos minutos después apareció una señora de mediana edad que amablemente le condujo al comedor el cual se encontraba al final de un largo pasillo. Era de estilo rústico con vigas de madera, estaba bien mantenido y resultaba acogedor.
Mientras desayunaba llegó el conserje, se acercó a su mesa y saludó al pasajero con entusiasmo.
-Vengo de hablar con don Fernando y me dijo que podría recibirnos en dos horas más.
No podía creer la eficacia y ánimo que le había ocasionado al conserje la misión que el mismo se había impuesto, pensó que quizás también estaba interesado en saber a propósito de la casa de luces y éste era el momento adecuado de enterarse de aquel misterio que encerraba aquel lugar.
Mientras esperaba el momento de la reunión, decidió recorrer el hotel ya que solo conocía la supuesta entrada, el comedor y por supuesto su habitación; salió del comedor y siguió por aquel largo pasillo en dirección opuesta a la que había llegado, al finalizar éste a la derecha se encontró con una verdadera recepción atendida por una joven, ella le saludó muy cordial, el pasajero con el pretexto de dejarle las llaves aprovechó para informarse un poco de aquel singular hotel.
-Señorita disculpe, ayer llegué a este hotel y no había visto esta recepción, la joven sonrío y le dijo que debió haber entrado por el camino viejo.
-Ese lugar es exclusivo del dueño del hotel, cuando quiere desconectarse se refugia allá, ese espacio siempre lo dejó así pues le recuerda su infancia, sus antepasados eran de ese pueblo abandonado.
Encontró que a la muchacha se le había soltado un poco la lengua y no comentaría esto con el que creía que era el conserje.
La joven le aconsejo salir a disfrutar del jardín y de una laguna muy hermosa que tenía unos bellos cisnes.
-Si deseaba conocer la localidad a la salida del hotel se encontrará con una amplia calle de hermosas casas señoriales.
Ahora podía entender cómo es que en aquel pueblo destruido podía haber un alcalde, como podía sobrevivir aquel conserje en aquella zona devastada, eso y muchas cosas más fueron lo que le quitó el sueño la noche anterior.
Pasaron dos horas exactas cuando apareció “el conserje”, la joven le saludo con un
–Hola papá.
-¿Su hija? – dijo el pasajero - no tenía idea, he estado hablando con ella y me comentó un poco sobre el pueblo, -Seguro- dijo el padre - es muy buena para hablar.
No dijo nada más y le convidó a salir del hotel.
Como don Fernando vivía muy cerca se fueron andando, en las mañanas solía estar en el ayuntamiento, pero ya era casi la hora del almuerzo por eso que les citó en su casa.
Como casi todas las casas de la zona ésta también era bastante imponente, una sirviente les abrió la puerta y les llevó a un salón. Al poco tiempo, un hombre de edad mediana, alto y fornido ingresaba al lugar de encuentro, saludó muy amigable al conserje; éste presentó al viajero como investigador privado.
Viajero y alcalde se miraron con cierto asombro, el pasajero recordando la mentira que había dicho y el alcalde esperando lo que aquel investigador quería descubrir.
Don Fernando y Don Jaime que así se llamaba el supuesto conserje, hablaban muy animados sobre negocios; así supo que Don Jaime era el dueño del hotel, cosa que ya suponía hacía rato.
No le interesaba la conversación y con cierta delicadeza e intranquilidad, mencionó el lugar que le había impresionado y era el motivo de esa reunión.
Don Fernando más bien cauteloso, comenzó a relatar la historia.
En primer lugar, argumentó que en aquella época él no era alcalde, ya que hacía casi treinta años que había sucedido aquel acontecimiento, era tan sólo un joven que trabajaba en el ayuntamiento.
El alcalde de ese tiempo le puso al corriente aparentemente de lo sucedido. Le comentó que una mañana llegaron dos hombres preguntando por unos terrenos que deseaban comprar.
Decían que les gustaría poner una especie de asilo para ayudar a personas desvalidas, sin importar edad, pero en general se ocupaban de niños y personas ancianas. Según ellos tenían en varias partes del mundo recintos de esas características.
El lugar que querían comprar era una pradera de varias hectáreas de terreno que habían visto en el pueblo viejo.
Antaño aquel campo servía como alimento para el ganado. Los dueños trabajaban muy bien aquellas tierras, el negocio era próspero. Tuvieron dos hijas, pero ellas nunca se interesaron en nada que tuviera que ver con tierras. Se casaron con hombres acaudalados y se fueron a vivir a la capital.
A la muerte de sus padres vendieron el ganado y dejaron abandonado el terreno volviendo a sus hogares. Tuvieron un hijo cada una, los muchachos tenían mucha afinidad y aparte de primos eran excelentes amigos.
Las hermanas enviudaron y no supieron manejar los negocios de sus esposos, los hijos menos, pues eran unos jóvenes que sólo pensaban en farras y en dilapidar su fortuna, su desenfreno los llevó a la muerte en un accidente de avioneta que ellos mismos piloteaban.
Solas, sin dinero y con muchos años encima, decidieron volver a su lugar de origen, se instalaron en la antigua casa de sus padres. La vida ya no tenía sentido para ellas.
El alcalde pensó en aquellas mujeres y aconsejó a los hombres que hablaran con ellas, seguro que les vendría muy bien recibir algún dinero.
Las señoras encontraron una buena salida a sus penurias y propusieron a los futuros compradores que no les cobrarían nada a cambio que las dejaran vivir en aquel paraíso que les pintaban cuidando de ellas hasta su muerte.
Ese fue el acuerdo y así se hizo.
Al cabo de un año estaba terminada la construcción y las mujeres muy contentas se fueron a vivir a aquel lugar.
Nunca más se supo de ellas.
Ya, con la información recibida, nuestro investigador, insistió en su deseo de recibir la autorización pertinente, de ser posible, para ir a visitar aquellas casas.
-Estimado joven, viendo su entusiasmo y curiosidad, me ofrezco para acompañarlo al lugar, y también me gustaría que se nos acople mi gran amigazo Don Jaime, si está de acuerdo.
-Por supuesto, será un gran gusto... vamos para allí.
Y como el movimiento se demuestra andando, allí enfilaron sus pasos los tres, hacia la residencia susodicha.
Al llegar, no alcanzaron a traspasar el portón inmenso de la entrada, cuando de sopetón, como si los estuviera esperando, se les apareció con cara de pocos amigos, el nada simpático guardián.
El cual se comunicó por medio de un transmisor con la central, pidiendo la autorización de ingreso, pocos minutos después se abrían las puertas con cierta pompa invitando a entrar a aquellos curiosos visitantes.
El sendero que conducía a la gran mansión era hermoso, el suelo era de muy fina piedra de ágata, a los lados había arbustos floridos de diversos colores, se sentía una paz singular.
La puerta principal se abrió y dos hombres treintañeros les recibían con una sonrisa y un cordial saludo, presentándose como gerente y subgerente del lugar.
Después de convidarlos a entrar les condujeron a un gran salón, una vez tomado asiento uno de los hombres se dirigió a ellos.
-Bueno y ¿qué les trae por estos lugares?
El pasajero respondió de inmediato, diciendo que le habían informado que en ese lugar acogían a personas ancianas e inventándose una historia que ya la tenía pensada, les dijo que tenía un familiar muy querido y encontraba que era un sitio ideal para que cuidaran de él.
–Perdón caballero respondió uno de los jóvenes, creo que no le informaron bien.
El pasajero quedó desconcertado, todavía sonaba en su cabeza la historia de las mujeres que les vendieron el terreno y fueron acogidas por ellos.
-Disculpen mi indiscreción, dijo el pasajero, éste es un lugar precioso, imagino que lo tienen dedicado a otra actividad.
–Por supuesto- le respondieron- Aquí estudiamos temas relacionados con el ser humano.
-¿Psicología, preguntó el pasajero?
Antes que le respondieran apareció una empleada con una bandeja, ofreció el aperitivo a cada uno de los visitantes y después a los gerentes. – Sírvanse por favor les indicó.
No era fácil resistirse ante aquellas exquisiteces. Conversaron bastante y el pasajero tuvo que responder a muchas preguntas, debido al interés que generó en los administradores al notar su afán por informarse sobre el lugar, les parecía raro que una persona tan viajera fuera a elegir un sitio como aquel en un recóndito pueblo para internar a alguien tan querido.
El pasajero se sintió atosigado con tanta pregunta y les pidió si podían dar una vuelta por el sector, le respondieron que enseguida los llevarían.
Continuaron conversando, pero en una fracción de segundo todo cambió, según la percepción del pasajero. No supo cómo es que se encontraba en aquel lugar, acostado en una cama, trató de levantarse, pero se dio cuenta que estaba atado y amordazado. No podía entender que era lo que había pasado, miró alrededor y sus dos compañeros se encontraban en la misma situación, trabaja de pensar cómo es que habían llegado ahí, pero tan solo recordaba hasta el momento en que estaban tomando el aperitivo.
Sintió unos pasos y se hizo el dormido, unos hombres se acercaron a su cama y a la de sus compañeros, no reconoció la voz de ninguno. Uno de ellos dijo todavía no despiertan, volvamos mañana.
Mañana. Esa palabra estremeció al pasajero, recordó que mientras esperaba a don Jaime para que le viniera a buscar, fue a una cabina a llamar por teléfono a un amigo policía al que informó del hallazgo de aquel lugar extraño y que iba a conocerlo junto al alcalde y don Jaime, estaba muy interesado en averiguar el misterio que envolvía a aquella casa, sin embargo desconfiaba de lo que podría encontrar, dio la dirección a su amigo y se despidió informándole que si a las cinco de la tarde no le llamaba de vuelta, era porque estaban en peligro.
Los tres secuestrados, no salían de su asombro por la realidad que los rodeaba. El pasajero manejaba toda clase de ideas y especulaciones; las preguntas sin respuestas lógicas
iban venían... ¿quiénes era sus raptores...cuál era el motivo o finalidad de aquel secuestro?
Pasadas las cinco y media de la tarde, empezaron a escuchar el ulular de varias sirenas, el pasajero sospechó que eran de coches policía.
Había un gran revuelo de gritos y corridas de un lugar a otro. Era obvio que el desenlace estaba próximo. Sin ninguna opción ni alternativa los secuestrados solo les quedaba aguardar el desarrollo de los acontecimientos…
Unos tiroteos invadieron el aire...y ellos aterrorizados sin saber qué hacer, a qué atenerse...hasta que de pronto, la puerta del galpón donde se encontraban fue arrancada del marco en forma violenta, un par de policías armados los sacaron de allí y fueron llevados en forma rápida al exterior de la casa donde estaban encerrados.
Vieron una decena de policías llevar por la fuerza a un número considerable de hombres con las manos maniatadas e introducirlos en un furgón policial.
De aquí en más todo ocurrió como en una película. Fue imposible sacar conclusiones de lo acontecido, después de ser liberados y arrestados los malhechores.
En el pueblo era todo un tumulto, camionetas de varios canales televisivos, recorrían las calles reportando a todo aquel que decía tener información de lo acontecido.
Unos aseguraban que era una banda de traficantes de blancas, otros estaban convencidos que aquello era un antro de drogadictos o sea venta y distribución de toda clase de drogas...en fin, días sin descanso a nuestro pequeño y aislado pueblito “El Horizonte”.
El cansado investigador privado llegó junto a don Jaime al hotel y ...a pesar de todo lo acontecido, aún estaban en shock, no podían creer lo que habían vivido.
Mientras tanto en el cuartel había un caos tremendo, los hombres y mujeres capturados alegaban inocencia, les pedían que por favor atendieran sus ruegos y sobre todo los escucharan, decían que ellos fueron contratados de forma legal para ejecutar trabajos y cuando ingresaron al recinto se dieron cuenta que habían sido secuestrados y obligados a realizar los trabajos que ellos les exigían con un trato brutal y los que se oponían les hacían desaparecer.
Llegó ayuda policíaca de otros lugares para rastrear el sitio del suceso, la casa grande tenía en la parte de atrás muchas habitaciones, parecía un hospital había salas de operaciones y bastantes maquinarias de última generación.
También contaban con una pista de aterrizaje y dos helicópteros, las casas más pequeñas eran ocupadas por los hombres y mujeres capturados.
Los administradores, se negaron a colaborar con la investigación.
El personal que había cooperó en todo lo necesario para poder aclarar aquel misterio, se trataba de médicos, arsenaleras, enfermeras y asistentes, cada uno fue interrogado, dieron sus nombres y pedían que se comunicaran con sus familiares pues algunos llevaban años encerrados.
Este asunto se agrandó de tal manera que tuvo que intervenir policía internacional, requisaron toda la documentación, expedientes, informes etcétera, los residentes eran de varias nacionalidades, habían sido reclutados de varios hospitales ofreciéndoles excelentes condiciones de trabajo, todos eran jóvenes y por supuesto veían una gran oportunidad para sus respectivas profesiones.
El gerente y sub-gerente fueron interrogados varias veces, pero no había caso que declararan algo convincente, sólo decían con mucha prepotencia –que si acaso eran imbéciles y no veían que aquello era un hospital.
Pero ahí no había ningún paciente, ¿Qué clase de hospital era aquel?
Después de rastrear todo el terreno, encontraron un matorral que cubría un sótano. Los policías pensaron encontrarse con un arsenal de armas, pero no fue así. Estupefactos ante aquel hallazgo, se dirigieron al cuartel y atacaron brutalmente a los gerentes, que tuvieron que confesar el horror de sus actos.
Ante un tribunal internacional estos dos hombres se declararon culpables. Fueron sentenciados a cadena perpetua por genocidio, resultado de venta y tráfico de órganos.
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Autores
María Eugenia García Benedicto (Chile)
Beto Brom (Israel)
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REGISTR@DO
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Comentario
MUCHAS GRACIAS A TODAS LAS VISITAS, lo que sí lamentamos que "olvidaron" dejar huellas, quizás la próxima...
María/Beto
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
CUADRO DE HONOR
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