MARIA VICTORIA
María Victoria, pronto cumplirías tres años.
Cómo ha volado mi angustia por el tiempo, sin llevarte de mi lado. Por este tiempo, hace tres años, mamá reposaba con tristeza y miedo (muchísimo más miedo que tristeza) en la cama del hospital. Tan lejos de todo lo querido, tan cerca de tu pequeño latido afligido de sangre enferma, pero tan mía dentro de mi vientre. Como si las dos fuéramos un solo latido atribulado en las ganas de vivir, o en el miedo de morirnos, vos en mi, yo en vos, vos y yo en todos los temores que se agolpan de repente en mis ojos mirando para adentro, queriendo verte a hurtadillas, adivinar el color de tu mirada que quién sabe si alguna vez vio la luz.
María Victoria, mamá no pudo más que acunar tu sombra en una ilusión que aún perdura, a pesar de la tristeza y los desasosiegos. Mamá no pudo imaginar tu rostro, y aún te busca en todas las sonrisas de nenas de tu edad, en todas las plazas, jugando a las muñecas, prendida de mi mano, llamándome mamá .
María Victoria, cómo sería tu pelo, atado en un moño de ilusiones rosas, enredado por el viento del otoño que me ayudó a proyectar los sueños de tenerte, para arrancarte de golpe de mi entraña, justo ahí cuando más necesitaba de tu fuerza para no vencerme en el dolor y la desesperada tristeza, por no saber más que del sufrimiento que te causaba mi necesidad de mantenerte viva un poco más.
A veces, siento que de las dos, vos eras la más fuerte. Chiquita e indefensa, era tu vida la que impulsó mi necesidad de llevarte hasta el fin, hasta tenerte y mirarte y acunarte, como si hubiera sido la primera vez.
Vos hacías que mi tiempo transcurriera por el día, para que la carga de soledad que yo tenía fuera perdiéndose en las ganas de llegar a tenerte entre los brazos. Mi vientre no podía ya soportar tanto arrebato, tanta presencia de vida y muerte en cada latido de tu pequeña vida queriendo germinar los brotes de todas las violetas, queriendo intentar el vuelo y los gorjeos, y me aferré a tu fuerza para dominar las ciencias.
A veces, en los días soleados del otoño -como ahora- el sol calienta de promesas todas las tristezas de la plena tarde. El viento sacude el frío en las hojas de los árboles, y un llanto sin cadencias arrebata de amargura mi garganta, me oprime el corazón en la añoranza. Y un dolor vacío, de espanto e imposible, recorre la soledad por todos mis rincones.
A veces, la tarde desperdicia un reflejo de brillo en mis ventanas. Siento callada el gemido de los leños quemándose en la estufa. Y es allí, justo allí, en la compañía de los fuegos que juegan a lamerse y ganarse en permanencia la reducción de sus materias, en que tu cuerpo se me hace un manojo de imposibles. Un montoncito apenas de cenizas en una caja, guardando tu presencia para siempre.
Ya no tenía fuerzas de seguir sufriendo, y me abandoné en las ganas del destino. Fue allí cuando adivinaste que mamá no serviría para consolar tu quebranto, y vos también dejaste de aferrarte a mi vida para siempre. Tan juntos van en mi recuerdo el instante en que no pude más con mi agonía, y el momento en que soltaste a volar todas las palomas que guardaba tu pequeño corazón de muñeca. Fue cuando mamá abrió sus manos a su sino, y se sintió del todo sola en este mundo, cuando vos también dejaste de querer vivir.
Tengo tantas preguntas inconclusas. Tengo tantas preguntas sin respuestas, sin promesas, sin lamentaciones, sin una mano generosa ayudando a mi tristeza. Sin un vestigio de alegría para recordarte en la tranquilidad de mi silencio, algunas tardes como ahora, en que imagino tu figura correteando por la casa, y mis manos tibias por el calor de tu mano caminando por la vida, aprendiendo cada una un poco de la otra, sintiendo que te tengo en el corazón con alegría, aunque mi vientre hubiera quedado yermo para siempre.
María Victoria, qué lindo sería tenerte y que me tengas, en esta necesidad mía de llevarte a todas partes, pero por favor, viva. No en esta descarnada tontería de querer imaginar tu risa, cuando no logro escuchar mi propia risa.
María Victoria, por estos tres años de perderte, soplaré tres velas blancas. Y en cada una pediré un deseo por cada uno de los niños que hay en mí, por cada uno de los años que llevo de llorarte, sin remedio.
Después, trataré de juntar tus cenizas en un montoncito que quepa en el cuenco de mis manos. Trataré de alguna forma de tocar así todas las partes de tu cuerpo que alguna vez fue tibio, que alguna vez fue vida, que alguna vez fue mío.
No se aún si me animaré a llevarte de la mano a alguna plaza, donde todos los niños que como vos fueron arrullo alguna vez, ni siquiera notarán mi presencia entre sus juegos.
Trataré de apretarte entre mis manos terriblemente fuerte, por última vez. Pueda ser que alguna partícula de tu esencia se filtre por mis poros, recorra por mis venas el camino de mi cuerpo, te lleve en presencia hasta mi alma, para no volver a perderte nunca más.
Y abriré mis manos con cautela, sin demasiada prisa, con todas mis ganas de dejarte jugar en el viento de todas las plazas.
Para que rías de vida en la risa de todos los chicos.
Para que tengas todas las caras y todas las sonrisas de la vida.
Para que puedas vivir de vida plena en todas las simientes del espíritu echado a volar en cada primavera, con cada capullo brotando en las ramas de todos los cerezos, en el color y la vida de todas las madréporas, en el canto y los juegos de los mirlos bañándose en las fuentes.
Abriré mis manos para dejarte caminar sola en los espacios, que ya se de antemano que no son los mismos que los míos.
Abriré mis manos lentamente, como si por primera vez echaras a andar los primeros pasos, y el Ángel de la Guarda acompañará tu destino de polvo por los caminos del parque, mientras el viento juegue su canción eterna entre el follaje de las casuarinas.
Cerraré los ojos con tristeza, resignadamente, con toda la pausa de los siglos, queriendo retenerte entre mi llanto y esta angustia para siempre, irresoluta, eterna y anodina, mirando para dentro de mi vientre, acaso descubriendo el último recoveco de vida que dejaras.
Me quedará de vos todo el dolor por tu partida.
Te quedará de mí el llanto desesperado de mamá que te perdió.
ANASTASIA
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
CUADRO DE HONOR
########
© 2024 Creada por MilagrosHdzChiliberti-PresidSVAI. Con tecnología de
Insignias | Informar un problema | Política de privacidad | Términos de servicio
¡Tienes que ser miembro de SOCIEDAD VENEZOLANA DE ARTE INTERNACIONAL para agregar comentarios!
Únete a SOCIEDAD VENEZOLANA DE ARTE INTERNACIONAL