Pobre niña con que congoja
llora tendida sobre la cama,
solo su almohada la gran confidente
de sus angustias está enterada.
La bella niña está interesada
en el admirador de una compañera,
que por ser hermosa y sociable
tiene a sus pies a todos los jóvenes.
Siente que nunca tendrá la chance
de que su admirado note su presencia,
¡es tan bella la niña aquella,
solo tendrá ojos para ella!.
De pronto se calma su llanto
alguien al cuarto ha ingresado,
es su madre que la ha escuchado
y la interroga por ese estado.
Escucha la madre con atención
las explicaciones de la muchacha,
y le replica con una sonrisa
que cada una tiene sus virtudes.
La otra niña tiene belleza y ella su inteligencia,
que debe aprovechar su facilidad para las ciencias,
ayudando al joven con las tareas de la escuela.
Así tendrá posibilidad de conocerla
y si es perspicaz como pareciera,
será ante todo un buen amigo
y luego: “lo que Dios quiera”.
Viéndola pensativa la madre se aleja,
la jovencita cavila y se despereza,
mientras en su mente trabaja la idea,
respecto a cómo ofrecer ayuda de ciencias,
al joven muchacho con el que sueña.
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