I
No sacrifico mi inspiración
por pulir un verso, mas mi canto
es cadencioso cual la cumbia…
Aroma de un cuerpo de mujer mulata,
ardientes caderas que vibran,
un solo lamento que se anida en mi pecho.
Y eso hace contonear mi alma.
Se siente un son, se afila mi garganta
y a cada instante se abren puertas
que dejan escapar versos de mi boca.
II
Un punto cardinal se observa en la distancia.
Otro dolor se pega a mi cuerpo. Es nada
el hoy sin el pasado, y nada sin el mañana.
Siento sentir, temblar mi pecho ahora.
Cómo recojo un clamor que aflora y llora
si todo se ha quedado sin mis sueños
y un ave canta desde otro lugar de tu comarca
y otro colibrí liba las rosas y alguien pregunta
por los tulipanes, los geranios y las amapolas,
y sólo le responden los gladiolos
que florecen sobre las anónimas tumbas.
III
En este punto de álgida nostalgia y rumorosa noche,
he buscado un horizonte de oscuras líneas,
mas nos ha llegado otro sonido desde la trastienda
y nadie se ha quedado mirando los recovecos
del último cuarto donde se guardan las infinitas
piezas que un pequeño regó, de su rompecabezas.
Nadie miró hacia el fondo de tus ojos.
Se supuso que tú ya estabas muerta, y se fueron
llevándose entre sus manos un tirón de tus carnes.
Otro plano del hogar quedó descubierto. Es tarde.
¿Quién volvió a abrir esa ventana? Otra pregunta…
IV
Emergen gotas de miel de tu cabeza. Son estrellas
rutilantes, luces que se aposentan en tu pecho.
Me sentí morir desde el fondo de mis ansias
y un poema se hizo realidad desde otro ángulo de la casa.
No fuiste capaz de lanzarme al fuego. Me guardaste.
Sentí que era tu más preciada diadema. Un poema,
espacio de cantos y tristezas hecho palabras escritas,
se volvió un amago de sueños, de otros pasajes,
pasadizos que dejan transitar tu alma gemela
hasta lo más recóndito de un verso hecho con el aroma
que emana desde la otra orilla, desde tus otros espacios.
Somos un par de huellas abiertas y en busca de algo.
V
Nacen lágrimas, amargas gotas de lluvias interiores,
pequeños cristales que hieren las carnes de este poema,
insignificantes oceanos abiertos al dolor y al amor.
No es una despedida. Es un simple adiós de estrellas.
Nace otro día y han dejado de ladrar los perros,
Pero jamás se silenciarán los ruidos de las botas,
Porque los sonidos de la guerra se han hecho perennes
entre nosotros.
Y me duele cómo se muere mi patria bajo el rencor
del inútil trasegar de la sangre y ríos de cadáveres
que llegan a un océano sin fronteras y se hacen olas.
VI
Gigante tsunami que se estrella. Olas de horror y miseria.
¡Seco golpe contra lo poco de continental que nos queda!
Mas brotan fuerzas ocultas de mis debilidades
y prometen cambiar mi rostro por una máscara de idiota.
Salgo a las calles y recojo las agrestes noticias:
“Que la guerra fría finalizó hace más de treinta años
y los rusos y los gringos viajan juntos a la luna
y una poetiza se suicida bajo rayos plateados,
en una noche de hiena-luna.”
¡Como nos duele la falsedad de nuestra historia
escrita con la sangre de los que un día pensaron en la vida
y murieron intentando construir con poemas
un largo canto sin ráfagas ni centellas!
Tomado de la Revista Nº43 La Casa de Asterión.
Autor: Dalit Rafael Escorcia Marchena
¡Tienes que ser miembro de SOCIEDAD VENEZOLANA DE ARTE INTERNACIONAL para agregar comentarios!
Únete a SOCIEDAD VENEZOLANA DE ARTE INTERNACIONAL