A la salida del cine Albéniz,
yo todavía estaba allí
y en la espera muy feliz;
fue su llegada mi brisa
y quien marcó mi porvenir.
Mientras más yo le hablaba:
más callada: ella estaba;
así volvimos otra vez
a la calle Mariblanca.
Y fue Rosi –la que dijo-:
ahora nos quedamos aquí
en casa de Mari Luz:
a pasar el resto de la tarde,
hasta que vengan nuestros padres
a recogernos, para llevarnos a casa.
Así, que ya puedes irte,
-dijo-, dirigiéndose a mí,
si no quieres perderte:
la procesión de la Pollinica
–la del Domingo de Ramos-
, que está a punto de salir.
El corazón se me partió,
al ver cómo mi desilusión:
lo infartaba aquella tarde
y no poder llegar a cumplir
mis deseos de conocerla.
Se acabaría todo allí,
pues no quiso, ni decirme:
como se llamaba -al fin-
o su dirección -con detalles-
para poder escribirle.
Ni tan siguiera
–tratar de aplacar-
las chispas, que se escapaban:
entre nuestras propias miradas;
pero yo sentí:
tanto amor por ti,
que de mi mente juvenil
–ya no te apartarías jamás-,
pues te habías quedado dentro,
como mi costilla de Adán,
que era lo que me faltaba,
para ser muy feliz...
Comentario
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
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