“Cuando sale la luna se pierden las campanas
y aparecen las sendas impenetrables”.
Federico García Lorca
—Oiga, ¿la luna sabe algún secreto suyo?
Se quedó mirando al sujeto, mientras compraba en la calle una bolsita de pixbae, y pensó que no le había entendido, así que preguntó:
—¿Cómo dice?-
—Qué si la luna le conoce algún secreto-.
Le preguntó qué significaba eso, y se le quedó mirando con una mirada que él interpretó como... este esconde algo. Rápidamente, tomó su bolsita, pagó y siguió su camino. Le había inquietado su pregunta, ¿cómo podía haberse dado cuenta? ¿qué sabría? Ni siquiera lo conocía, así que no podía saber absolutamente nada.
En eso, entró en la tienda y pidió lo que había salido a comprar. Ya en la caja, el cobrador le dijo:
—A veces, la luna nos ve. ¿Usted sabía que nos ve?-
Se quedó mirándolo asombrado ¿qué quería decirle ese tipo? ¿acaso sabría algo? Dio los buenos días y se retiró sin perder tiempo.
Llegó al departamento. Como era fin de semana, pensaba prepararse un buen almuerzo, cuando la aseadora le miró y dijo:
—¿Cómo está?, lo veo preocupado, ¿la luna sabe algo?-
No aguantó más y le lanzó un grito:
—¡¿Qué luna ni qué carajo?!-
Ella se encogió de hombros y contestó, como pensando en voz alta:
—Yo qué culpa tengo de que la luna nos vea a todos de noche-.
Estaba inquieto. Se dijo: «Yo no sabía eso. Si lo hubiese sabido, lo habría hecho de otra forma».
Luego pensó: «Pero mira qué dices, Roberto, no seas estúpido, ¡¿qué va a ver la luna?! La luna no ve. Pero, entonces, ¿por qué la gente me dice eso? ¿Y si también habla? Entonces sí estoy jodido».
Una vasta angustia se apoderó de él. Empezaba a sentirse perseguido, descubierto. Hasta que llegó el día en que al salir a la calle miraba en todas direcciones, pensando que de pronto alguien iba a arrestarlo.
Y fue así que empezó a odiar a la luna, a quien culpó del fracaso de todo lo que había hecho. De noche, no había quien lo sacara de casa, no quería encontrarse con la luna, no quería que se acordaran de lo ocurrido y lo denunciaran. Su tormento era terrible, no lo soportaba, así que decidió terminar con aquello.
A fin de mes, el arrendador del apartamento tocó en vano a su puerta, tocó con tanta insistencia que la vecina (siempre hay una vecina), asomó la cabeza y preguntó qué ocurría. El arrendador le dijo que venía a cobrar la renta y no encontraba al señor Roberto. Ella le contestó con aire de confidencia:
—No sé, la última vez que lo vi estaba muy desmejorado, solo me dijo que iba a la Policía Técnica Judicial, que era mejor entregarse. Y me advirtió algo muy raro, que me cuidara de la luna”.
Comentario
Estupendo cuento... ALBERTO...
sabes bien como mantener la atención del lector pegada a tus letras. Me encnanta tu redacción y la imaginación que despliegas en tus escritos... tienes un lenguaje sencillo, al alcance de todo el que te lea.
E N H O R A B U E N A
BENDICIONES INCESANTES
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
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