Sin lamento
Más allá de la lógica y el juego,
mas también en cordura y etiqueta.
Amé como los locos, y los niños,
en madurez amé, y en imprudencia.
En ignorancia de desolaciones,
y también a sabiendas.
Amé como en ausencia de mañanas,
y al mismo tiempo con la vista en ellas.
Era necesidad de acoplamiento
a cuerpo y alma, en emoción e ideas.
No era tiempo de optar por el invierno
al estallido de la primavera,
mas consciente que pétalos y escarchas,
como llantos y júbilos, se alternan.
Amé con fiera dosis de entusiasmo,
y una duda muy tibia, muy ligera,
que nunca se dormía,
ni siquiera en los bordes de la amnesia,
pero tampoco entorpecía el ritmo
de mi danza de miel, vino y estrellas.
Fui un amante feliz, fiel y exaltado,
río azul en espléndida odisea
de cataratas y remansos, yendo
a inevitable mar en que no piensa.
Mi duda susurraba sus zozobras,
yo la escuchaba un punto, echando a cuestas
su ansiedad y desvelo,
regresando a mi fiesta.
Y un día, ¿o fue una noche?,
de repente murió la primavera,
o llegó el río al mar, y en él disuelto,
perdió su idiosincrasia en las mareas.
Llegó mi fin, no menos doloroso
por ser anticipado. Fue la vela,
que consumida, expira en silenciosa
resignación, sin pábilo, sin queja,
con sólo un arabesco de humo pálido
disipado en su propia indiferencia.
Aún me sangra la vida,
mas nunca supe lamentar mi entrega.
Los Angeles, 13 de junio de 2010
Ver la segunda entrega de junio en “
Del amor”
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