SUEÑOS DE AMOR Y AMISTAD I

[IVARS EDGARDO GRADOS MOSTACERO]

En uno de mis tantos paseos que a solas por las noches realizo por el generoso mundo de  mis pensamientos, meditaba el silencio que mi alma guarda en el cofre de mí ser… Hurgaba en él las mil razones que subliman mi existencia.

 

Transitaba tratando de encontrar el candor que aviva los sentimientos de la vida en lo más profundo de mi corazón y, en ese discurrir, vi como paseaban los carruajes de la hipocresía, de la maldad, del egoísmo, de la malicia y tantos otros que seducen y enmarañan el alma.

 

El reloj parecía haberse detenido, como queriendo darme tiempo para llegar a la meta deseada, más unos golpes dados a la puerta de mi habitación me sacaron de la ruta… había ingresado al parque de los ensueños acompañado de los blanquecinos rayos de la luna. Abrí la puerta, y allí parada estaba ella, con su mirada furtiva y estampa de mujer cuya belleza embelesa la mirada.

 

—¡Hola! — me dijo. —¿Tú eres poeta, verdad?

 

Y para preguntarme esto me privas del encanto de mis sueños, estuve a punto de decirle con aires de rabieta, pero en la vida hay que ser cauto y menesteroso con el hablar de los demás y con las ocurrencias de la gente.

 

—Tengo algunas cosas que contarte, a ver si escribes algo al respecto —me dijo casi de inmediato.

 

No tuve tiempo de responderle, aún estaba anonadado con su presencia, pero ella continuo diciendo:

 

—Soy una mujer muy romántica, vivo en medio de la poesía, creo, porque todo para mi tiene sentido e ideales de ensueño, creo que el amor es lo más bello de la vida y con su manto me cubro esperando sentir la exquisitez de su calor.

 

De pronto vi que una lágrima lentamente se deslizaba por su mejilla izquierda, venía de la quebrada profunda del corazón, posiblemente para alimentar el río de la amargura y la soledad, que al final iría a parar al mar de la intolerancia y la incomprensión.

 

Y entonces, mirándole a los ojos, tomé sus manos, sentí el temblor de su cuerpo. Traté de transmitirle mi calor para aliviarla del gélido aire que posiblemente invadía su ser. Y me perdí con ella en la profundidad de la noche… la invité a dar un paseo por el jardín florido del parque majestuoso del amor y no sé cuánto tiempo estuvimos caminando y aspirando el aroma que las flores presumidas esparcían.

 

Los silencios del alma se tornan bulliciosos cuando la felicidad atesora. No importa cuál sea el puerto final donde ancle la barca de la vida, pensé. Trataré de ser feliz entonces, me dije, y muy contento empecé a rimar los versos más bellos hasta hoy producidos por mí:

 

Quiero ser la lluvia

que deposite sus aguas

en la quebrada sinuosa

de la vida.

Quiero ser el río

que poro a poro

recorra el fértil campo de tu ser,

para regar ferviente

tus místicos jardines

llenos de rosas y jazmines.

mas….

 

Riiiiiiiiiiiiiiinnn Riiiiiiiiiiiinnnn. Sonó el despertador y adiós mis lindos sueños... por ahora.