TENDRAS 45
Tendrás 45 años,
igual que una mujer
que ha vencido prohibiciones
y manojo de soledades.
Lo sé porque anduve en tus manos
y olí tu cuerpo,
y busqué tantas noches en tus rincones,
en la alcoba de tu desesperación.
Verás el apagado sol
como una costumbre enferma
o un pretexto para meditar
sobre las faltas y las pasadas
indignaciones.
Comerás tu manzana, con ganas
de vieja autómata, con ese acto preconcebido
de viuda sin armas y sin el esplendor
de la apacible vida.
Y cerrarás el libro y las puertas
del ánimo.
Pensarás que la vejez es culpa de Dios,
un signo de la derrota,
la gran burla de las horas que terminan
por llevarte a la siempre repetida vicisitud
de tus hijos.
Tendrás 45 años, con más cansancio
que el mar y sus desvelos,
o más fragilidad que el ave desplomada,
o las hormigas que luchan por llevar el cadáver
del mago.
Y es verdad que llorarás sobre el césped
de los clamores,
tu fragilidad de barro accidentado,
tu vergüenza en el vasto soliloquio.
Y es verdad que no llegaré, que no te curaré
de nada, no celebraré tus cabellos
y tu cansado talón.
Mi edad tratará de buscar
entre el recuerdo sin ruta
o bajo las piedras de la tribulación.
Tendrás 45 años y yo esta edad de la anunciada
resignación.
EN ALGUN LUGAR
Nos reuniremos en algún lugar,
cada quien saldrá de su celda
o de sus empeños en el pantano.
Ya no leerás más esa página 16
de la tribulación,
donde pierdes y vociferas,
donde tu lágrima es sustantivo
ilegible y las palabras te jalan en su ahogo.
Quizás yo dejaré de hablar
de la piedra con la que
lapidaron al mago.
Tal vez, iremos recogiendo el ala,
cada quien limpiando su escondite,
reuniendo anillos y remedios
bajo el mismo Abedul.
Tal vez, un jueves volveré
a besar tu cintura,
pintaré un ave en tu frente,
quizás, en algún lugar…
UNA MANO INCREIBLE
Una mano hermosa, increíble,
que viene de la lluvia
o del beso,
semejante a esa que detiene
el agua, el rayo
o la cabeza del hada.
Una mano
acostumbrada al jardín
a la urgencia de la piel
o las bondades del sexo,
igual que una sublime
caricia en el costado,
como suave jazmín
que adormece tus preocupaciones.
Esa mano incomparable,
exquisita y proverbial,
puede ignorar tu ley,
cerrarte la casa,
saquear tus baúles,
el rincón de tus notas…
Esa mano de tu mano,
bella, alada, todopoderosa,
al final te coloca en el rechazo,
con furia arroja tus licores
y plagios,
te niega sus llaves,
sus nuevos proyectos,
y tú te quedas con el golpe,
con el polvo de los viejos libros.
y tú mides, aquilatas, finjes,
por lo sano, cada quien a su recoveco,
y ella con el improperio
y el manotazo,
y tú te la crees, astuto, incorregible,
señor del juego, enterísimo truhán,
que vá, te queda la página
y el vino sobre otras almohadas,
ya te burlas, ya tu pantomima
ya divisas, feliz, tu escapatoria…
ESTOS HUESOS
Compruébalo,
ven ponzoña
amorosa,
observa estos huesos de la nostalgia,
faltan pocas estaciones,
compruébalo, ya no resisten
ya no escuchan el llamado de Dios ni del Diablo,
estos huesos que crecieron contigo,
estos huesos que defendieron tu nombre
pronto serán el montículo
donde dormirá el insecto y la contundente soledad.
AMANECE EN TODOS LOS TALISMANES DE LA CASA
Amanece en todos los talismanes
de la casa,
mariposa de los horóscopos,
hembra honda,
hembra de las improbabilidades.
Labio que fue bálsamo
y gratitud.
Estrella que me avisó del filo
y las ejecuciones del pantano.
Regresa a marcarme con tu bondad,
calla mis ceremonias por el duelo,
trae el libro
para negarle a los fantasmas.
Amanece en mi fondo,
temporal de incertidumbre,
sustantivo en la penumbra,
libérame del extravío,
aparta de mi
el gancho y las incógnitas,
es tiempo, es necesario,
amanece en todos los talismanes
de la casa.
CUANDO HABLAS
Cuando hablas
del túnel
dan ganas
de arrugar el papel
y cerrar los ojos.
Cuando dices aquellas cosas:
huesos en el páramo,
idioma sumergido,
tu frente sin la mía,
entonces dan ganas de echarse
al camastro,
y doblar la mitad del libro,
y sin astro o centella
sumergirme en la mortaja.
COMPARTO CONTIGO
Comparto contigo
el cántaro
de los niños,
la lluvia del jueves,
el sueño donde
bajábamos
del manzano,
llenos de benevolencia
y altas canciones.
Comparto contigo
la beatitud y la congoja,
también la mesa
donde crecían tus palabras
e iniciaba el bosque
de los grandes
proyectos.
Comparto contigo
la charca del viudo,
el jardín de los locos,
y el gato de la bruja
que vigila día y noche
la belleza de tu retrato.
Y has de entender que si soy
pacífico y lleno de respeto,
cuando te atrevas
cuando reconozcas el sicómoro
y el piano de la vecina,
atraviesa la barda,
también te saludo,
que comparto contigo
la soledad de mi mano,
el pan duro
y el perdón.
QUE TU VINISTE DE LA LLUVIA
Que tú viniste de la lluvia,
prodigiosa, luna de júbilo,
formidable,
cubierta de aroma
y callados presagios.
Que tú recorriste pozos
y estaciones,
fogatas y páramos,
eléctrica y temeraria,
tal vez, tu voluntad
o tu luz de doncella,
pero tú abriste el escondite,
te detuviste en mi sombra,
que tú limpiaste mi cicatriz,
encanto austral, bendición de nube,
me dijiste ciertos misterios
y recordadas palabras,
que tú viniste de la lluvia,
ausencia, libro sin verbos,
y te hiciste candelabro, temporal,
y te hiciste respiración en mi cabeza.
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