Sin retorno camino hacia la orilla,
aquella que los míos cimentaran,
allí, donde el filial amor fluyera,
como lo hace el sol aún en invierno.
Atrás ya han quedado aquellos días
de los gritos de niño en los patios,
del ajetreo dulce de las horas
del canto de las aves alegrando.
Todo se ha ido ya, pero no olvido,
esas amadas tardes de verano,
esas horas junto al fuego eterno
donde nacía el alimento diario.
Uno a uno la barca fue llevando,
los refugios que siempre me acunaron,
otros, como plumillas de los cardos
en dispersas fronteras, germinaron.
Y, empezaron a faltar las alegrías,
las carreras, los juegos y los cantos,
fluyendo los espacios silenciosos,
bajo la fresca sombra del manzano.
El silencio mortal, que no perdona,
me fue dejando solo y oquedado,
todos se han idos ya, todos se han ido,
tristeza y soledad por todos lados.
Triste los vi partir a esa morada,
hacia donde camino a paso lento,
donde de nuevo cantarán los patios,
donde las aves trinarán al viento.
Hoy, solo en el sendero, vuelvo al sitio,
y con tristeza cierro la mirada,
veo al abuelo y en su mano un mate,
que con tanto placer él degustara.
En la fecunda máquina, que canta,
mi madre teje sueños y alimentos,
la abuela, cargada de ilusiones
alimenta a su silla, de otros tiempos.
Las abejas alternan con las flores,
los almos siempre altivos, con el viento,
el olor de la fruta que madura
me saluda, me abraza y me acaricia.
Y... cerrando los ojos, soy el niño,
lleno de dicha por mis pies descalzos,
y escucho como cantan las cigarras,
en el viejo peral que ha dado tanto.
Allí estamos todos reunidos,
la casa bulle y los patios cantan,
el perro, fiel ejemplo de nobleza,
se une al festival de juego y danza.
El viejo rocinante, sin Quijote,
olfatea los fondos sin avena,
un festín de chincoles en la huerta
disfruta los planes de la abuela.
Bajos eternos rosales florecidos,
mi madre cultiva pensamientos,
atardece su vida siempre activa,
repleta de placeres y tormentos.
Una racha de viento, abre mis ojos,
ha vuelto el tiempo en que estoy anclado,
se han ido los rosales y el manzano,
se los llevó la vida a otros lados.
Un silencio de sombra ahora envuelve
a los patios sin gritos y sin juegos.
Seco mis ojos, que mojó la lluvia,
con el pañuelo de mis años viejos.
¿Por qué, si todo es triste vuelvo al sitio?
¿Por qué, si muero un poco, siempre voy
al encuentro del trigo en el invierno?
Es que allí , fui feliz, con años tiernos,
allí, bebí el calor de los eneros,
allí, poblé mis sueños y quimeras,
y está todo el amor, que a mi me dieron.
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ALFONSO E. JEREZ JEREZ
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Comentario
!Qué belleza de poema! Gracias por compartir tus letras llenas de amor, evocación y nostalgia. Es un gusto leerte. Un abrazo,
Maigualida
volver, volver al origen donde nacimos y crecimos, bello poema, saludos
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
CUADRO DE HONOR
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