Un cerdo privilegiado

[Maigualida Pérez González]

Era un cerdito rechoncho y bonachón. Todavía vivía porque no había llegado al peso reglamentario que indicaba el fin de sus días. Esa mañana aquella mujer llegó buscando un cerdito pequeño para adornar la mesa de una gran boda, se le acercó, le sonrió y lo palpó. Un presentimiento súbito se le metió en el cuerpo aún rosado haciendo que su rabito de tirabuzón se estirara y se alargara como una flecha.

 Sin pensarlo dos veces decidió escapar. Se acercó a la reja del corral parcialmente abierta, miró de reojo a sus compañeros, respiró hondo y con un paso muy lento cruzó el espacio que lo separaba entre la vida y la muerte. Vaciló un instante- el tiempo suficiente para que la mujer diera un grito- y avisara a los demás en el corral.

 Corrió lo más rápido que pudo y al hacerlo se dio cuenta lo duro que era ser un cerdito gordo y lento y se escondió detrás del árbol de mamón que estaba en la entrada de la granja. La mujer lo seguía con la vista corriendo detrás de él consternada de ver alejarse el adorno de su almuerzo. El cerdito sintió sus pasos cerca y vacilante escogió con premura otro rumbo. La persecución se volvió más intensa. Poco afecto a la lucha salvaje por la vida el cerdito debía decidir de forma rápida el camino a seguir sin auxilio de ningún superhéroe y mucho menos de su propia raza. La mujer era una cazadora sin experiencia, pero ya había sentido en su interior el llamado del triunfo y no dejaría perder tan anhelada presa.

El cerdito solo corría, agitado, asustado y concentrado en su huída. A veces en la carrera la mujer se detenía a respirar y él tenía tiempo de recuperarse por un momento, en esos instantes cerraba los ojos y pensaba en sí mismo. ¿Qué lo había hecho ser un cerdo? Un cerdo es un ser, ¿no se daban cuenta de ello? Aunque muchos pensaran que no servía para nada y que había tantos cerdos que si moría uno, nacían muchos más iguales a él. ¡Qué tristeza, desencanto e infortunio sintió! estar en el mundo sólo para terminar con una manzana en la boca siendo un adorno de bandeja. Siguió su carrera. Finalmente, una de las veces que se detuvo para analizar su vida y encontrarse con sí mismo antes de morir, la mujer lo alcanzó. Entre gritos y angustias fue apresado, y cargado en triunfo por ella, llegaron de nuevo al corral.

 Fue entonces cuándo sucedió. Se encontró con los ojos claros de aquel niño regordete como él. Una mirada bastó para entenderse uno al otro. El cerdito perdió sus fuerzas y cayó, exhausto, conforme y triste. No era nada, solamente un cerdo, lo que no sugería ningún sentimiento especial.

 ¡Si matas a este cerdito moriré con él! gritó el niño a su padre, dueño de la granja. El hombre se encogió de hombros, dejó al cerdito en el piso, tomó otro más gordo y rechoncho, se lo dio a la mujer, cobró el dinero y salieron del corral.

 Inconsciente de la vida que le fue entregada, el cerdito comenzó a vivir con la familia. Continuó su existencia entre las paredes de la casa y las del corral viendo pasar la vida con apatía y viviendo de recuerdos. El niño creció, lo dejó y ya nadie lo recordaba. En el corral todos hablaban del privilegio de los cerdos jóvenes escogidos para bandejas lujosas en cumbres, convenciones y grandes acontecimientos. Mientras, la cabeza del cerdito de este cuento continuaba siendo sólo eso, una cabeza de cerdo, ahora adulto, gordo y desencantado. Algunas veces recordaba sus momentos de gloria y emitía un gruñido largo y alto que asustaba a todos en el corral. Hasta que un día llegó la gripe porcina y el cerdo murió sin siquiera ser comido. Y colorín colorado esta historia ha terminado.

 

Maigualida Pérez González

Cuentos cortos

ROE/39351327

[Maigualida Pérez González]

!Jaja! Me encanta que lo hayas disfrutado amigo. Muy cierto tu comentario. Besos y bendiciones,

Maigualida

[Federico Landaeta]

¡que vaina mas buena!

jajajajajajaja

MAIGUALIDA, ME HAS HECHO REIR DESPUÉS DE HABERME SUDADO CORRIENDO CON EL CERDITO. ME PARECE UN CUENTO EXCELENTE, POETA...

¡AH! PERO A PESAR DE TODO, LA GENTE NO TERMINA DE ENTENDER QUE TODO LO QUE VIVE TIENE EL DERECHO DE SEGUIR VIVIENDO...

Bendiciones incesantes

[Maigualida Pérez González]

Asi es María, gracias por tu lectura. Besos

[María C. escalante]

NO HAY CONFORMIDAD CON LO QUE SE ES, PERO LO CIERTO ES QUE  COMO EL CERDITO QUEREMOS SEGUIR VIVIENDO...

[Maigualida Pérez González]

Beto, amigo querido. Gracias por tu lectura. Besos

[Maigualida Pérez González]

Gladys, me honra tu visita. Gracias. Besos

[Maigualida Pérez González]

María Alejandra, gracias por tu tiempo y tu comentario. Besos

[Maigualida Pérez González]

Gianina, amiga linda, gracias por tu lectura. Besos