UN VERDADERO MILAGRO, CUENTAN QUE CUANDO SAN JOSE MARIA BALAGUER, SE POSO A REZAR ANTE LA VIRGEN DE GUADALUPE DURANTE UN TIEMPO SU ROSTRO FORMO PARTE DE LA IMAGEN DE LA VIRGEN ALGO LINDO!!!!
San Josemaría ante la Virgen de Guadalupe En 1970, el fundador del Opus Dei vino a postrarse a los pies de Santa María de Guadalupe.
El primer día permaneció arrodillado en el presbiterio, durante más de hora y media. Con la mirada fija en el cuadro de la Virgen de Guadalupe, elevó una oración intensísima a Nuestra Madre, en la que con toda confianza le decía Monstra te esse Matrem! Muestra que eres Madre (...) Si un hijo pequeño le pidiera esto a su madre, es seguro que no habría madre que no se conmoviera (...) Escúchanos: ¡yo sé que lo harás! En los siguientes días, pudo ocupar una tribuna lateral desde la que era posible rezar a muy poca distancia de la imagen, sin llamar la atención.
José María Escrivá de Balaguer, nació el 9 de enero de 1902 en Barbastro-España. Desde muy tierna edad fue un protegido de la Virgen. Cuando tenía 2 años sufrió una grave enfermedad y fue desahuciado por los médicos. Se curó milagrosamente. Sus padres atribuían el milagro a la intercesión de la Virgen de Torreciudad, y en agradecimiento a la Virgen lo llevaron en romería de acción de gracias a la ermita donde se veneraba la imagen milagrosa.
Su madre le enseñó a rezar desde muy pequeño y de ella aprendió una oración de ofrecimiento muy popular:
“Oh Señora mía, oh Madre mía, yo me ofrezco enteramente a Vos”.
Transcurrido el tiempo, en una homilía del 27 de noviembre de 1.967 manifestó:
“Todavía, por las mañanas y por las tardes, no un día, habitualmente, renuevo aquel ofrecimiento que me enseñaron mis padres”.
En 1924, cuatro años antes de la fundación del Opus Dei, San Escrivá de Balaguer, con un pequeño cincel había grabado en la base de una pequeña imagen de la Virgen del Pilar, una de sus plegarias más encendidas: “Domina, ut sit” 24/5/1924 “SEÑORA, ¡QUÉ SEA!”. Por esos designios del Señor, un pariente suyo encontró y recuperó esa imagen en Zaragoza, y cuando se la enseñaron en villa Vecchia, no la reconoció. Cuando vio lo que había grabado, volviéndose a Mons. Alvaro del Portillo que estaba presente, le dijo:
“Que aparezca esto ahora es como un mimo de Dios”.
El 15 de agosto de 1951 peregrinó al Santuario de Loreto con el exclusivo propósito de consagrar la obra al dulcísimo Corazón de María. A partir de entonces, todos los años en esa fecha, los miembros del Opus Dei consagran sus personas, sus trabajos y sus apostolados al Corazón Dulcísimo de María.
El 27 de abril de 1954, fiesta de la Virgen de Montserrat, sufrió un shock anafiláctico y entró en coma; parecía muerto. Repentinamente recuperó el conocimiento. Estaba sano, la Virgen había intervenido nuevamente en su favor.
El 4 de diciembre de 1955 en Viena, empezó a invocar a la Virgen con la jaculatoria Sancta María Stella Orientis, filios tuos adinva.
“Madre de Dios y Madre nuestra” era una de sus plegarias preferidas que repetía constantemente.
Con naturalidad y familiaridad la llamaba: “La Señora” y “Santa María”.
A los estudiantes les recomendaba con singular afecto que antes de comenzar el estudio la invocasen con la jaculatoria “Sancta María, Mater dei et Sedes sapientiae, ora pro me”.
En cierta ocasión le avisan que salga a mirar una virgen de madera de tamaño natural que han adquirido en una de esas tiendas de objetos, (la imagen había sido desechada de una iglesia en Suiza y presentaba señales de abandono y deterioro). Mons. Escrivá presuroso acude a recibirla, dándole la bienvenida con estas palabras:
“¡Madre mía... Madre nuestra! ¿De dónde te habrán echao? ¡Eres muy hermosa!”. -Con ternura y afecto besa su mano, mientras le sigue hablando-: “Quizá estabas en una catedral o en una iglesia muy grande, y acudían a ti, a rezarte, miles de almas... Vengo a darte la bienvenida. ¡Bienvenida a nuestra casa, Madre mía, Madre nuestra!. Aquí vas a estar muy bien tratada... Procuraremos hacerte olvidar estos descuidos... Madre mía, tú sabes que eres la Reina del Opus Dei...! Sí, eres nuestra Madre, nuestra Reina, nuestra locura... y tú lo sabes!”.
Es un loco enamorado de la Virgen, cualquier imagen de Ella lo deslumbra. Es tan grande el amor y gratitud que siente por Ella que no duda en animar a sus miembros a que sigan su ejemplo:
“Si en algo quiero que me imitéis, es en el amor a la Santísima Virgen”.
Reconoce a la Virgen como la gran protectora de su obra:
“La Virgen ha sido la gran protectora, el gran recurso nuestro, desde aquel 2 de octubre de 1928..., que nuestro Opus Dei nació y se ha desarrollado bajo el manto de Nuestra Señora. Ha sido la Madre buena que nos ha consolado, que nos ha sonreído, que nos ha animado en los momentos difíciles de la lucha bendita para sacar adelante este ejército de apóstoles en el mundo”.
En una homilía pronunciada el 11-X-64 en la fiesta de la Maternidad de la Santísima Virgen, pronunció un espléndido y extenso sermón sobre esta festividad. En una de sus partes hablando de su “amor maternal” y de las gracias que nos prodiga, manifestó:
“Es la llena de gracia, la suma de todas las perfecciones: y es la Madre. Con su poder delante de Dios, nos alcanzará lo que le pedimos; como madre quiere concedérnoslo. Y también como madre entiende y comprende nuestras flaquezas, alienta, excusa, facilita el camino, tiene siempre preparado el remedio, aún cuando parezca que ya nada es posible”.
El 15 de mayo de 1970 viajó a México con el único propósito de rezar una novena a la Virgen de Guadalupe. Durante nueve días acude a la villa, y arrodillado ante la Virgen morena, pasa horas y horas rezando: «¡muestra que eres Madre!»... «¡No puedes dejar de oírnos!». El angelical rostro de la «Guadalupana» le inspiró a decir:
“Mirad la cara bellísima, magnífica, que dejó Santa María entre las manos de Juan Diego en su ayate. Ya lo veis que tiene trazos indios y trazos españoles. Porque sólo hay la raza de los hijos de Dios”.
Escrivá de Balaguer realizó varias romerías y peregrinaciones a los principales santuarios marianos aparte de los ya mencionados: Lourdes, Fátima, El Pilar, Torreciudad, Einsiedeln, La Merced, Sonsoles, etc. Se sentía “hijo suyo”, como un niño pequeño que busca los brazos de su madre. Con nostalgia y alegría, en una ocasión, recordó este hecho:
“Tenía una imagen de la Virgen, que me robaron los comunistas durante la guerra de España, y que llamaba la Virgen de los besos. No salía o entraba nunca, en la primera residencia que tuvimos, sin ir a la habitación del Director, donde estaba aquella imagen, para besarla. Pienso que no lo hice nunca maquinalmente: era un beso humano, de un hijo que tenía miedo... Pero he dicho tantas veces que no tengo miedo a nadie ni a nada, que no vamos a decir miedo. Era un beso de hijo que tenía preocupación por su excesiva juventud, y que iba a buscar en Nuestra Señora toda la ternura de su cariño. Toda la fortaleza que necesitaba iba a buscarla en Dios a través de la Virgen”.
El 28 de marzo de 1.975, tres meses antes de su fallecimiento, cumplió sus bodas de oro sacerdotales; estando reunido en meditación con los miembros del consejo improvisó una sencilla oración, la cual fue una verdadera profesión de fe. Tuvo para la Virgen María estas inspiradas expresiones:
“María, que es una mujer, la más pura criatura, la más grande: Más que Ella, sólo Dios... Sancta María, Spes nostra, Sedes sapientiae! Concédenos la sabiduría del cielo, para que nos comportemos de modo agradable a los ojos de tu Hijo, y del Padre, y del Espíritu Santo, único Dios que vive y reina por los siglos sin fin”.
Casi al final de la oración manifestó:
“Que la Madre de Dios sea para nosotros Turris civitatis, la torre que vigila la ciudad: la ciudad que es cada uno, con tantas cosas que van y vienen dentro de nosotros, con tanto movimiento y a la vez con tanta quietud; con tanto desorden y con tanto orden; con tanto ruido y con tanto silencio; con tanta guerra y con tanta paz”.
Un mes antes de morir, fue en peregrinación al santuario de Torreciudad, Huesca-España. Con la ayuda del Señor construyó este monumento a la gracia, en el mismo sitio donde estuvo la ermita que visitó con sus padres de pequeño. Dios le concedió la “gracia” de ver terminada esta obra, una de sus tres “locuras” como él la llamaba. La inauguró (cuando aún no estaba abierto al culto) y estrenó uno de los confesionarios, con esta profecía:
“Aquí habrá muchas confesiones. Es lo que espero de la Virgen: gracias abundantísimas para mover a muchas almas a una conversión profunda”.
El ex - Arzobispo Primado de México, Mons. Ernesto Corripio Ahumada, escribió un artículo titulado “En los momentos difíciles volver a María”, publicado el 12-10-78 por El Heraldo de México. Dicho artículo hace referencia a la vida del fundador y a su estancia en México años atrás. En una de sus partes testimonia:
“No obstante ese cariño del fundador del Opus Dei por todas las advocaciones de la Virgen, la de Guadalupe ocupaba un lugar especial en su vida. Me sorprendió recientemente un hecho que lo manifiesta de forma clara. Al estar en Jaltepec, una casa de retiro junto a la laguna de Chapala, le impresionó vivamente una imagen de Nuestra Señora de Guadalupe en la que aparece entregándole una rosa a Juan Diego; monseñor Escrivá de Balaguer después de contemplarla en oración durante varios minutos, comentó que así le gustaría morir: recibiendo una rosa de manos de la Virgen de Guadalupe. Cinco años después, el 26 de junio de 1975, mientras dirigía su última mirada a otra imagen de la Virgen de Guadalupe que presidía su habitación de trabajo en Roma, fallecía repentinamente a causa de un paro cardíaco”.
Monseñor Escrivá de Balaguer fue beatificado en Roma el 17 de mayo de 1992 por el Papa Juan Pablo II, y solemnemente canonizado por el mismo Papa el domingo 6 de octubre del 2002 ante una multitudinaria presencia de peregrinos venidos de todas partes del mundo.
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