(A Laida Miralba Leal Acosta, de 33 años.)
Me Duele ver como tu bala asesina
Hiere el corazón de una madre abnegada
Su pecado no fue darte la cartera,
Hijo, es que ahí llevaba
El trabajo de una quincena
Su pequeña necesitaba comer
Y no creyó que el monstruo eras tú.
Ahora, mala cabeza, bendito ladrón
Te la llevaste con tu odio,
Con tu ambición divina.
La dejaste dormida en la acera,
Te llevaste su vida y su cartera:
Miserable
Las lágrimas, el dolor
La carita de su hija
¿Quién los paga?
Las dejaste,
Dejaste para siempre
Marcada tu frustración
En el corazón de esa alma inocente.
El diablo te perdone.
Y no pensaste,
Ya venía la Navidad,
¿Cuándo cantaremos al pesebre?
¿Podrá esa niñita pedirle al niño Jesús?
La Señora de la casa, la familia,
El chocolate, las galletas
¿Con qué cara?
Hombre poseído
Hombre alienado
Odiandro
Terriandro
Tremeandro
Horriandro
Suciandro
Vilandro
Inicuandro
Diabolandro
Malandro
Bendito seas, mil veces bendito
El pecho se me ahoga
Las lágrimas me ahorcan
Por mi culpa, por mi culpa
Perdonemos a Dios
Tú en cambio condenaste a Satán
Lo amaste con tu bala asesina
Hijo, por una cartera
Hijo de cartera
¡POR UNA CARTERA!
Si el pecado es así
Entonces ya sabemos qué es un pecador
Corriste, cobarde
Saliste a tu escondite
Alma de barro
Corazón de estiércol…
… Dios quiera algún día
hacer un abono
Ojalá la niña pierda las lágrimas
Sea una flor
Estudie medicina comunitaria
Como la dueña de la cartera,
Aquella de 33 años,
Una mártir,
Una consagración
Otra inocente
Crucificada de la miseria.
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