Ventarrón
Hoy pasa algo, ¡apuesto! —Dijo Evaristo. Roberto se quedó callado; entre ambos tenían muchos recuerdos y acuerdos; uno de ellos era que uno podía quedarse callado todo el tiempo que a uno le diera la gana, cuando uno no tenía ganas de hablar. De todos modos eran las diez, hora de comprar la primera botella, si se había hecho suficiente dinero y afortunadamente así había sido. En diciembre se vende más.
Yo por mi parte voy a estar preparado, porque aquí hoy pasa algo – repitió convencido Evaristo y añadió –
Voy para la licorería, ya regreso.
Roberto se había acostumbrado a rumiar sus recuerdos y meditar durante los treinta y cinco minutos que se acostumbraba tomar Evaristo para desayunar solo otra vez, evaluar la competencia, saludar a la vecindad y comprar la primera botella. Pero los 1500 vatios, con que el vendedor de CDs piratas del puesto a su lado propagaba en todas las direcciones la última genialidad del RRRey del RAP, le impedían concentrarse.
Yo soy el RRREY, Yo soy la LEY, aquí donde usted me VE, tengo más real que USTED, ¿Qué le voy a HACER?, rey es RRREY, no tengo la culpa de no ser como USTED, si adora al becerro de ORO, porqué le da PENA, adorar a este MORENO de ORO, que VUELA…
Roberto sacó –lo que él llamaba-- su talismán de san Víctor de Suiza que tenía colgando del cuello, debajo de la camisa, a la altura del pecho. Era un puñalito de 20 cm de acero inoxidable que se disfrazaba de crucifijo; se lo había comprado a un tipo que le juró que había sido capellán, que el amuleto estaba bendito, que estaba garantizado y que había sido probado en una cárcel en la que había trabajado. Roberto había dudado de las palabras del cura hasta que este había aceptado vendérselo al precio que a él le había parecido justo y apropiado; desde entonces solo se lo quitaba cuando se bañaba. Con la hoja del talismán –Dirigiendo la luz del sol-- Roberto encandiló a vendedor de CDs, que entendió que debía bajar el volumen. Entre ambos habían llegado a ese acuerdo y a ambos les parecía muy normal seguir dicho procedimiento cada vez que Roberto necesitaba hablar por su teléfono celular, meditar o cualquier otra cosa que a Roberto le pareciera importante. Cuando el indicador de volumen del reproductor del vendedor de CDs salió de la zona roja, Roberto pudo oír la música de su mente que cantaba:
Viento que vienes y vas; viento que te llevas todo; que todo lo devuelves, pero desgastado; viento que lijas con arena, como el mar; viento que todo lo oxidas con tu lengua de gato; viento respeta mi rato, viento respeta mi huella.
Casi la pegamos. Eso sí era música—se dijo --
de la banda ya no quedamos sino Evaristo y yo—recordando los días en que habían intentado ser artistas del rock and roll. Juntos habían intentado ser un montón de cosas: alumnos de bachillerato, soldados, empresarios en un montón de empresas, empleados en un montón de empleos y artistas en un montón de artes; pero en todos esos empeños habían fracasado porque nunca habían encontrado una ocupación en la que se pudiera beber, fumar, salir a pasear, piropear mujeres, leer, oír música, ver videos, dormir, ir al baño y comer, cuando a uno le provocara. Llevaban más de cinco años en la economía informal vendiendo baratijas.
Se dio cuenta de que, hasta donde recordaba, siempre había sido como un afiche de algo espectacular; quizá de un concierto de rock, quizá de un recital poético o de un anuncio de un escape a una isla tropical. Pero que ya estaba ilegible, desgastado y roto en varias partes, que hacía tiempo no le interesaba llevarle ningún mensaje a nadie, que incluso a él mismo ya no se decía nada, que solo sobrevolaba, rebotaba, entre las fachadas, aceras y calles empujado por el viento. “
Periódico viejo”—Musitó para sus adentros.
Recordó haber volado alto junto a una bolsa plástica, un día en que escaparon por la ventana de la cocina de un apartamento que estaba en el piso número once de un edificio que propagaba el hastío en el viento, como algunos árboles propagan semillas y flores. Recordó que la caída demoró más de dos días con sus noches completicas.
Por ahí viene tu hijo el raro y viene con uno más raro aún—dijo Evaristo subiendo un escalón de la pirámide en cuyo tope estaba el ojo que todo lo ve de Roberto, vigilando que nadie se acercara a su corazoncito, seres queridos, dinero, propiedades y planes secretos. Nadie nunca había llegado a menos de diez metros de la cima de esa pirámide y era precisamente Evaristo el que más alto podía llegar.
Te he dicho miles de veces que no te metas con él, que así son los chamos ahora – dijo Roberto comenzando a presentir también que iba a pasar algo raro.
Hola Roberto—dijo su hijo—
¿Cómo te sientes? Te presento a mi amigo Felipe. Felipe te presento a mi papa, él me pagó una parte de la carrera, otra la pagó mi mama, pero yo pagué todo desde el quinto semestre ¿le encuentras algún parecido conmigo? Yo nunca lo encuentro, aunque mi mamá me dice tenemos el mismo genio.
En otros tiempos habría utilizado su atlético encanto juvenil y le habría roto algunos huesos de la mano, mientras mirándolo fijamente a los ojos le decía:
Los amigos de mis amigos, mis amigos son ¿Cómo está esa juventud que irremediablemente lo hará mejor que nosotros, los que ya pasamos por las tarimas de este mundo?
Pero seguía sin tener ganas de hablar.
Estamos buscando un santa Klaus, porque así se dice, no santa clos, ni mucho menos papa Noel, que me parece tan de mal gusto – Continuó Robertico—
debido a ser hijo de un matrimonio separado, siempre he querido tener un hogar con chimenea y todo, me parece tan lindo eso de la nieve, siempre he querido ir a Noruega. De todos modos Felipe se trajo su arbolito de navidad para el apartamento y yo tengo que poner el santa Klaus, porque se va a ver feo.
Su hijo era el tesoro encerrado en el centro de su pirámide, él había perdido toda esperanza de entender al chamo a sus cinco años y medio, cuando Robertico vomitó de asco, mientras él trataba de enseñarlo a limpiar los pescados que solo él había sacado, mientras el chamo lo miraba aburrido, en su quinto intento de transmitirle el gusto por la pesca que había heredado de su padre; que pocas veces lo llevó a pescar a él, porque decía que le daba mala suerte.
No tenía sino ese hijo --hijas tenía varias, de diferentes mujeres-- Para su único hijo y para la madre de él --su primer matrimonio-- tenía ahora la paciencia, la resignación y las buenas maneras que se deben tener con los extranjeros que hablan otro idioma y con gestos te preguntan por una dirección.
Se me acabaron—dijo, le hizo un cheque y le indicó la dirección de un amigo que también vendía mercancía navideña.
Gracias papá, de todos modos no hacía falta, pero como Felipe aún no consigue empleo, creo que podemos usar este dinero en algo chévere. – Dijo Robertico y despidiéndose, añadió:
Ah por cierto, ya tú lo debes saber hace años, desde la primera biopsia que te salió positiva, debes dejar de fumar y beber tanto, mi madre te manda a decir que mi tío le dijo que la última biopsia también salió positiva.
Familia política de médicos, un poco peligrosa la cosa – dijo Evaristo, pasándole un vasito plástico y la botella de ron.
El mareo del ron le sentó bien a su cuerpo, combinó bien con el mareo de los quince cigarrillos que llevaba y con el mareo que tenía desde que se había despertado, seguía sin ganas de hablar, así que solo dijo: ¡
Salud! ¡Argh..!
El ventarrón llegó del este, Roberto sintió que el viento le lijaba los huesos; por primera vez asimiló con plenitud la verdad de que nadie es inmortal; que había partes de su cuerpo en las que ya no había carne y los huesos estaban expuestos; que había un montón de cosas malas y buenas que se podían achacar a él, pero que para él eran verdades y justicia; que las pocas palabras legibles de su anuncio decían
“Quiera descansar”; que en la ciudad por donde había revoloteado tantos años, seguirían volando los papeles, los papagayos y los pájaros cuando ya él estuviera muerto y a salvo del viento bajo tierra; que de verdad tenía ganas de descansar; que el cuerpo ya no le daba para más. El derrame cerebral fue fulminante, fue terminal.
VABM 04 de diciembre de 2010
http://vbueno.wordpress.com/2010/12/05/ventarron
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