Mientras escuchaba a José Duluc disertar, en la Tertulia de la República, sobre Los Tambores como bases rítmicas de la música dominicana, Edgar Molina iba reconstruyendo sonido a sonido, con piedras, caracoles, palos, Caracoles, maracas, los posibles ritmos indígenas, para luego pasar a los distintos tambores africanos que se fueron conociendo en nuestro país. Con lo cual se trataba de recrear, desde el indicio, los orígenes de cómo los indígenas, ya extintos, fueron utilizando objeto de la naturaleza para convertirlos en instrumentos musicales, utilizados en sus ritos religiosos, en sus areitos. Pasando luego a explicar la introducción de los tambores africanos. Omitieron los aportes musicales de la España del siglo XVI. Para llegar a lo que fue la síntesis de todos los instrumentos de percusión: la Tambora.
La Tambora dominicana utiliza dos tipos de parches de cuero de chivo: el del macho y el de la hembra (uno a cada lado), los cuales tienen distintas tonalidades. Al golpear las abrazaderas de madera, con el palo de tocarla, el merenguero recrea el uso musical que hacían los indígenas de los troncos. Al bailar merengue, a son de tambora, los dominicanos lo hacemos cojeado, al estilo de cómo lo hacían nuestros tainos al bailar los areítos. Lo bailamos tomados de las manos y la cintura, parecido al estilo de los bailes de salón europeos venidos desde España. Pues la tambora, con su potente voz, puso fin al desorden musical de la guitarra, la marímbola, la guira y la maraca. Marcó el paso y se convirtió en líder y guía de nuestro merengue, hasta la llegada del germano acordeón diatónico, gangoso y bullanguero (quien se robó el alma nacional por no necesitar de estudio para su ejecución, por lo menos por estos lares).
Estaban los Indígenas en el batey bailando sus areitos. Llegaron los blancos españoles. Llegaron sin sus mujeres, tomaron las de los indígenas, nacieron los españo-indigenitos. Los criaron sus madres indígenas al son de su cultura. Ante la matanza, la muerte por las exóticas enfermedades y el suicidio con lodo de los indígenas, trajeron a los negros africanos (esclavos y encadenados). Que se aparean con las indígenas y con las españo-indigenitas. Que ya el negro baila areitos mezclados con sus ritos ancestrales. ¿Que bailaba el español en el siglo XVI? Si es por lo que venos en los documentales y en nuestra costas tropicales, areito también bailó, porque fue gente sencilla la que de Puerto de Palos salió, y la que con Roldan se sublevó (aquel paje del Gran Almirante), que hasta a los indígenas invitó a alzarse al inquieto Genovés, prometiendo villas y Castilla. ¿No será este el molde de nuestros actuales políticos? ¡Ja!
Bueno mis queridos Tainos Locos Bohemios, es innegable que esa forma tan peculiar de ser nuestra, de ser unos tigueres más chivos que ‘’er diablu’’, de andar siempre moscas, de no creer ni en la una y una, de decir que no diciendo que sí, de que las orden se acatan pero no se cumplen, ese gusto extremo por el baile, se lo debemos a nuestros indígenas. Ese gusto por las parrandas, por las serenatas y las galleras, ese delirio por las carnavalescas fiestas, esa devoción mariana y por jaranas a los santos patrones, nos vienen desde España. Pero también es cierto que esa hermosa sonrisa, a pesar de los pesares, ese aguante sin límite a los absurdos y abusos de los políticos nos viene del Padre Africa. Las indígenas pusieron el vientre, Europa la lengua y junto a Africa el Falo. Todos juntos: ¡¡¡El arrojo y el valor dominicano!!! ¡¡¡Los Perros de Dios!!! ¡Ja! Mejor me voy, no vaya a ser cosa… ¡Abur!
No sé si es más española mi lengua
que africana mi cintura
Si más indígena la cojeadura
O si al bailar, mi religiosidad no mengua
Si mi piel variopinta
Se confunde con la tierra o el sol
Solo sé que ante el dolor
La misericordia no está extinta.
No sé si mis ancestros vinieron
De Quisqueya, Africa o Europa
Solo sé que en mi corazón lo mejor de ellos galopa
Porque de ellos tomé todo lo que me dieron.
Frente al español, bravo y aguerrido Caribe
Al galo con la negritud le di por donde es
Con la fiereza de Castilla hice huir al inglés
y en la fusión de las tres nunca mi bravura se inhibe.
Y si algún holandés grita victorees y hurra
Sepan que a sus piratas y corsarios a manos llenas
Ya con los cangrejos, ya con las cincuentenas
A todos se les propinó siempre una buena zurra.
Las tres etnias en mí son corazón de gaviota
En la paz se oye el acordeón, la tambora y la guira
En el combate Haití y Norteamérica supieron bien de mi ira
Y cada invasor tragó en mí el amargo de su derrota. Ransés 11:25 A. M. 28/oct. 2011
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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