POESIA: Palabrero de la mujer samaritana
Obed Juan Vizcaíno Nájera.
¡No me llames prostituta!
Es mucho tiempo siendo calumniada,
no sigan predicando cosas
que hieren mi dignidad.
Llámame mujer,
hermana,
compañera,
amiga,
esto es más apropiado.
Estoy cansada de tanto
ir al pozo al mediodía
y casi al anochecer,
para nada,
porque todos los días
vuelvo a tener sed,
cansada estoy de cargar
el cántaro que se hace
más pesado
con el agua que no se me sacia.
Cinco maridos he tenido
y el que ahora tengo
de nada me sirve.
¡No me llames prostituta!
Llámame mujer sufrida,
marginada,
olvidada.
Ya no vengo al pozo acompañada,
me duelen las críticas
de las demás mujeres
que dicen: "ahí va la mujer seca,
la que no da vida,
la que cinco maridos
ha tenido,
y el que ahora tiene
piensa dejarla por ser
un cauce seco
que no da vida!"
¡Cómo me duelen sus palabras!
Por eso acostumbro
a venir al pozo
cuando ellas no vienen
vengo sola,
sin compañía,
cuidando de no caerme,
de no tener un accidente.
¡No me llames prostituta!
Soy como muchas de ustedes,
irrespetadas,
explotadas,
abandonadas.
Mi primer marido,
joven hermoso,
mi primera ilusión,
me abandonó,
se fue cansado
de esperar un hijo
me dejó desilusionada,
arrasada,
sola.
Se llevó mi dote
y mi esperanza.
Los otros vinieron
atraídos por mi belleza,
pero se cansaron
de esperar un hijo,
quizás se hubieran decepcionado
si hubiera parido una niña,
quizás hubiera sido
una ofensa mayor.
¡No me llames prostituta!
Respeta mi dolor
y mi soledad.
El pozo es el único lugar
en el cual encuentro
consuelo,
a veces mis lágrimas
se diluyen en el agua
de mi cántaro,
con eso aumenta su peso,
mi carga.
Todos y todas me señalan
y en voz baja exclaman:
"¡Ahí va la mujer estéril
que no ha sabido cumplir
su deber de ser madre,
de ser útil!"
Cinco maridos he tenido
y el que ahora tengo
creo que están pensando
en abandonarme,
me rehúye,
me maltrata,
casi no duerme
en la casa.
¡No me llames prostituta!
porque me duele,
me hiere tan hondo
que el dolor me inmoviliza,
me enmudece.
Un día un hombre
de aspecto extraño
estaba sentado en el pozo,
a la hora que acostumbro
recoger el agua.
Pero, ¡Era uno de nuestros enemigos!
¿Qué quería?
Me acerqué con desconfianza,
pero él no se movió
me miró de manera extraña,
con amor,
con ternura,
como si no fuera mi enemigo.
Me sonrió,
vi su cansancio,
estaba sediento.
No tenía como sacar agua
de esto pozo profundo.
¡Me pidió agua!,
¡Se atrevió!
Creía que no lo haría,
pero lo hizo,
era un enemigo,
porque los de su bando
y el mío ni siquiera
nos hablamos.
No se puso de pie
para demostrar que era
hombre superior a mí.
Ninguno de mis ex maridos,
ni el que ahora tengo
habían hecho algo semejante.
Se quedó sentado,
cuando yo me agaché.
¿Cómo te atreves a pedirme agua?
¿Cómo te atreves a hablarme?
¿Acaso no sabes quién soy?
¿No sabes de dónde soy?
Somos distintos,
tú eres de un bando,
yo de otro.
Tú eres hombre,
yo mujer.
¿Acaso eres diferente
a los demás hombres?
-"Si supieras lo que Dios da"-
me dijo.
¿Qué me ha dado Dios?
tan sólo soledad,
discriminación,
desarraigo,
dolor-
-"Si supieras lo que Dios da"- repitió.
No me vuelvas a hablar de ese Dios
que no me ha dado nada,
que todo me lo ha negado,
si sólo me hubiera dado un hijo.
-"Si supieras quién es
el que te está pidiendo agua"
¿Quieres agua?
tómala y vete tranquilo.
Yo, ya estoy acostumbrada
a estar sola,
a que los hombres me abandonen
cuando se sacian de mí,
toma tú agua y vete.
Pero él era diferente,
tomó el agua de mi cántaro,
el agua que tenía mis lágrimas
y me sonrió.
Desde ese momento supe
que este hombre
llegó a mi vida
para no irse jamás.
Después de saciar su sed,
se me ofreció como pozo,
como caudal.
Me dijo: "Quién bebe
del agua que yo le doy,
no volverá a tener sed".
Me ofrecía liberarme
de mi peso,
de mis lágrimas,
de mi soledad.
En ese momento supe
quién era yo,
y de mí broto un manantial
de agua viva.
Dejé de ser estéril,
se rompieron las fuentes
de mi creatividad.
Rompí mi cántaro,
me liberé de mi carga,
mis lágrimas regaron
suelos fértiles.
Pude gritar: "Vengan a ver
a un hombre que me ha dicho
todo lo que he hecho,
todo lo que soy".
El Jesús sediento,
calmó la sed de mi vida.
El Jesús tierno,
calmó la sed de mi vida,
me explicó todo,
me dijo a mí,
a una mujer marginada,
adolorida,
frustrada
lo que él era.
cuando vi su sonrisa
frente a mi rostro,
cuando vi mis ojos,
reflejados en los suyos,
supe que éste era
el verdadero hombre,
que estaría conmigo siempre.
El bebió de mi agua,
yo bebí de la suya,
y los dos nos saciamos.
Mi cántaro se quedó roto,
ya no me oprime
no me recuerda mi soledad,
quedó en el pozo
que me hacía volver a él
cada día.
Ahora soy fuerte,
soy útil,
soy persona.
De mi brota una fuente
de agua viva,
burbujante,
llena de alegría.
Llámame hermana,
amiga, compañera
madre, esposa.
Llámeme fuente,
río, pozo,
arroyo, lago,
mar, océano.
Llámame por mi nombre,
por lo que soy,
¡Llámame mujer!
Maracaibo, Venezuela