SEÑORA
Quien no me quiso ayer, me quiere ahora,
cuando al verme feliz en otros brazos,
canta mi corazón y su alma llora,
con un llanto de sal, que triste implora,
un poco del amor que hizo pedazos.
Usted, que sin piedad rompió los lazos,
sintiéndose verdugo y vengadora,
usted quiere zurcir en los retazos,
la seda juvenil de unos abrazos,
que rasgaron mi piel por su demora.
Yo nada puedo hacer se lo aseguro
si llora usted, yo vivo, amo y canto,
lo triste de su adiós, si bien fue duro,
tapiado se quedó detrás de un muro
y su esperanza -en él- muere de espanto.
Pero mi corazón, sepa señora,
el que usted vio apagarse en el quebranto,
renació en el amor que hoy atesora,
pues si la quiso a usted, a ella...La adora
y usted me ama, lo sé... pero no tanto.
Que sea suficiente con decirle,
que aunque no le importó que yo sufriera,
no puedo, nada más que bendecirle,
pues me orilló a lograr lo inmarcesible,
de una mujer honesta y verdadera.
Es triste y me conduelo por su suerte,
pero me hizo un favor al despreciarme,
porque mi corazón, frío e inerte,
buscó un sueño de amor que lo despierte
y él se encarnó en mujer, para encontrarme.
Ya ve que el mundo gira y en la esquina,
quien transita veloz, pisando fuerte,
transforma en un puñal su propia espina,
pues quien siembra dolor siempre termina,
cosechando dolor hasta la muerte.
KARIM