DON PRUDENCIO Y EL DIABLO
Fue una mañana de invierno muy temprano, el sol ya comenzaba a templar el frío, en el ambiente casero aún se podía percibir el olor a leche derramada, que por descuido olvidaron retirar a tiempo la olla del fuego.
Apenas terminaba de vestirme, cuando escuché un alboroto, en el cual se mezclaban voces castellanas y quechuas, con el ladrido de los perros, además el ruido de las herraduras de nobles brutos sobre el empedrado del patio principal.
Llegaron los peones, pensé; salí presuroso de mi habitación para participar en la descarga de la cosecha que traían de la chacra. Era una costumbre heredada de mis antepasados y después participar del ritual de matanza de carneros para el almuerzo y festejo, en agradecimiento a la tierra por prodigarnos con sus frutos.
El séquito era todo lo contrario a lo que esperaba ver, sobre el lomo de una mula no había ninguna carga que pareciera costales, era un hombre que apenas se sostenía sobre la grupa del animal, traía el rostro amoratado, con hematomas que apenas hacían reconocible de quién se trataba, por las barbas al estilo de don Miguel Grau (apodo con el cual le llamaba) y por estar rodeado de sus hijos Esteban, Ñati y Oño (Natalia y Honorata) supe que era don Pulli ( diminutivo de Prudencio ).
Con mucha curiosidad me les acerqué a preguntarles, ¿porqué lo traían atado? - como si el infeliz quisiera escapar. Entre sollozos me dijeron que había quedado así, todo golpeado y casi como un loco después de haber tenido una pelea con el diablo.
Entre sorprendido y burlón les pedí me contasen lo sucedido, recuerdo que yo tenía 11 años, ya cursaba el 1er. año de secundaria, tentaba ser más racional;
Mientras Esteban el primogénito de don Pulli y otros peones lo bajaban del noble cuadrúpedo, Oño nerviosa me dijo "niño, después te cuento lo que le pasó a mi taita", salió presurosa en busca del cura de la parroquia, para que le haga los rezos y demás acciones que tienen los santones provincianos para librar de las acechanzas del demonio sobre estos pobres cristianos.
"Era una noche especialmente oscura, cuando mi taita después de tomar su alimentos, se retiró a su cuarto cerca del corral de la vieja casa hacienda, para poder estar al tanto del ganado que descansaba después de haber pastado durante el día".
El silencio en el campo es de color negro intenso. En otra habitación dormitaban los hijos entre pellejos abrigadores y mantas de lana, cuando de pronto escucharon unos ruidos extraños que provenían del corral, parecía como que el ganado revoloteaba sin control. Lo extraño fue que los perros no ladrasen; asustados acudieron presurosos al lugar de los hechos, Esteban iba por delante, Ñati y Oño le seguían pidiendo al taita Cristo que no fuesen ladrones o abigeos.
Llegaron al corral, el ganado descansaba tranquilo, un sudor frío comenzó a recorrer las sienes de los jóvenes y una ráfaga de viento helado terminó por inquietarlos, corrieron hacia la habitación donde se encontraba su taita, al entrar lo vieron tendido, sangrante y botando espuma por la boca, sollozando le preguntaron que había sucedido, don Pulli balbuceaba, con mucha dificultad indicaba una puerta que daba a otra habitación desocupada, se veía un hueco negro, mientras se acercaban a indagar al lugar don Pulli comenzó a gritar - ¡el diablo! - ¡ el diablo ! el infeliz aterrorizado lloraba y temblaba como una rama de molle en campo abierto.
Acudieron otros peones al escuchar el barullo, la confusión por lo sucedido despertó una serie de comentarios con respecto al maligno, que este venía a llevarse en cuerpo y alma a los pecadores. Alguien creyó ver huellas de patas de gallo en el lugar de los hechos, no había duda don Pulli había tenido una pelea con el mismísimo diablo.
¡ Jesús, José y María !- tenemos que llevarle a Huarás para que lo vea el taita cura y después al hospital para que lo curen.
Pasó un tiempo, no me acuerdo si días o semanas, pero don Pulli nunca volvió a ser el mismo, no podía caminar, apenas se movía, vivía asustado y sollozaba a menudo.
Al atardecer cuando la sombra de la noche hace que los pájaros dejen de cantar y que una brisa anuncie que el sol ya se ocultó, recuerdan algunos peones que vieron a don Pulli cabalgar su mula presuroso con rumbo al río, creyeron se trataba de una alucinación, pues don Pulli se encontraba postrado y apenas si se movía. A lo lejos el aullido de un perro anuncio la llegada de la noche.
Al día siguiente cuando el sol ya comenzaba a templar el frío, al borde del río y atrapado entre unas rocas fueron encontrados los cuerpos inertes de don Pulli y su fiel cuadrúpedo. Nunca se supo que fue lo que sucedió....el diablo parece que al fin se había llevado el alma del cristiano a la condenación eterna en el reino de las tinieblas.
"el modo de vivir de los campesinos en comunión con la naturaleza hace de estos seres estar más cerca de la vida pero también más cerca de la muerte. Las manifestaciones culturales hacen de su existencia un paisaje lleno de magia pero también de conflictos. El compromiso religioso es un tema ampliamente difundido, simultáneamente las prácticas animistas le dan un toque de exotismo lleno de metáforas y poesía. El querer ser un ente urbano establece una brecha entre nuestra forma de pensar y la de los pueblos llamados más primitivos; el constructo de la cosmogonía andina y el sincretismo religioso lo consideraba solamente como cosa de indios".
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