Apoyó la cabeza sobre su mano izquierda, estaba sentado junto a la mesa frente a una taza de café humeante, hacía frío, el invierno en la montaña  no le daba tregua.

Mezcló una cucharita  con edulcorante y con su mano derecha revolvía.

 Su aspecto  descuidado, el cabello  crecido y su barba blanquecina le daban un  aire de ermitaño

.A través de la ventana de la cocina, los Alpes se recortaban  sobre un cielo gris

mientras asomaban sus altos picos nevados.

El se quedó perdido entre el humo del café, sus pensamientos ausentes, vacíos ya de recuerdos. Para qué recordar? Pero cómo saber qué es el olvido?

Lo ultimo registrado en su memoria, fue el rostro de Lucía, su amada Lucía, tan lejana e inalcanzable….

Tan cálida a la hora de amar, pero tan hielo  al tiempo de partir ,que  lo desgarró  como a un bolsillo, y poco a poco por esa abertura fue perdiendo todo.

Ya no eran adolescentes

.La mañana que se conocieron,  hubo un temblor de emociones dormidas que despertaron.

Ambos conocían el dolor , las alegrías y sobre todo  la soledad, esa razón ineludible que nos lleva a encontrar puentes de comunicación para encender viejas primaveras.

En el otoño de su vida, ella iluminó un jardín de esperanzas, de bellas y aromáticas flores, de colores varios.

El quedó deslumbrado girando  en  una rueda  estelar, como  deslizándose sobre las líneas de un arco iris.

 Paris los vio caminar por sus calles bajo una  copiosa lluvia .Recorrieron las estrechas callecitas del Sacre Couer  en una Montmartre despojada de bohemias.

La Champs Elysée  sobre su amplio boulevard sacudía sus tilos en gesto de saludo

Ellos caminaron bajo sus sombra , triunfal y  arrogantes, hasta  dar con  el Arco de Triunfo.

  Rieron, abrazados recorriendo las calles circundadas por  el Sena. tomaron algunas fotos frente a la Tours  Eiffel, también el le ofreció la vista del  Obelisco que se erguía orgulloso en una plaza de Paris.

Estaban delirados, arrobados por ese montaje extraordinario de esta gran ciudad.

Con los ojos agigantados Lucía  recorría todo con su mirada , el sonido pluralista de  diversas voces la puso en sintonía con el universo entero, ya no era ella y su ciudad, ni fronteras, ni  límites, eran ella y el , partículas de un todo.

Bebieron felices el aire parisino …

 Lucía tan bella , tan latina y apasionada, tan inquieta movediza.

 El la miraba por el rabillo de sus ojos  volcando la tinta azul del Mediterráneo, y todo fue azul para ambos como un viejo sueño de añil.

 Para qué recordar?  Recordar… cuando Lucía  pobló  esos días  su pequeña casita en la montaña, allá en Saint Sauveur sobre el río Tinée amándola, amándolo…

  Recordar, los túneles que atravesaron y toda la costa azul  al costado de la ruta camino a Italia, Lucía tarareando un tango .Perdidos en el arribo a Turín en una ciudad milenaria  de grises muros, donde moran los restos de Don Bosco

Lucía a su lado, jugaba con sus manos en el gris platino de sus cabellos, el se estremecía como un niño, la necesitaba como al aire.

Húmedos de mar, de besos, de abrazos prolongados, de éxtasis.

 Se preguntó, cómo olvidar?

En la curva exacta de la vida, gira esta moneda  que no es azar, porque el destino esta marcado , aunque el, espera un milagro. mientras revuelve con  la cucharita el café ya frío de la espera.