Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad”
Neil Armstrong
Este magnifico acontecimiento, logro de la humanidad representada en unos pocos privilegiados, ha dado motivo para que el mundo celebre hoy el “Día del Amigo”.
¡Qué absurdas son nuestras manifestaciones sociales!
Proclamarnos amigos en la luna, mientras aquí –abajo o arriba– según cómo se lo mire, vivimos arrancándonos, no ya los ojos, sino el corazón, casi a diario.
La amistad, sentimiento sublime que nos une en el afecto a quienes la vida, por sus intrincados senderos y misterios, nos ha reunido, no en un acontecimiento con connotaciones espectaculares, sino una construcción social sutil y silenciosa, que se da a través del descubrirse el uno para el otro, de abrirse y de aceptarse, más allá de la diferencias.
El amigo no se idealiza, no se formatea, se lo acepta tal como es o se lo deja de lado, pero no se lo manipula.
Paradójicamente, el mundo habla de amistad cuando se avizora un plano de falla por donde se pueda sacar ventajas. Son países amigos aquellos que pueden celebrar alianzas intervencionistas sobre los recursos de otros, o aquellos que producen lo que a otros les falta para celebrar el triste “cambalache” del siglo XXI.
No han dejado los imperialistas, colonizadores y usurpadores de vender espejitos de colores a quienes, obnubilados por sus destellos, creen en esas amistades antojadizas y perniciosas que terminan digiriendo las culturas y las identidades para someterlos, tarde o temprano, al juego del libre comercio vendiendo ellos lo que vale cien y comprando lo que vale uno.
La verdadera amistad no es producto del colonizaje de la tierra, de los mares o del espacio, la verdadera amistad se teje, como un sagrado manto, a partir de las diferencias, allanando senderos, aportando desinteresadamente y, por sobre todas las cosas, respetándonos, cuanto más débiles más que a otros.
“El hombre es un lobo para el hombre”; “El ser humano es egoísta y solo piensa en su interés” (Thomas Hobbes); “El hombre tiene un sentimiento natural de benevolencia. ( Hume, Rosseau, Schopenhauer, Confucio ). Pensamientos filosóficos que no han terminado de aceptarse pero que nadie puede negar o rechazar de plano.
El hombre, haciendo gala de su raciocinio y de su poderío intelectual, debe aprender a cultivar la amistad. Cuando más árida le parezca la tierra, más debe usar sus facultades para transformarla. Debemos convencernos, nadie fertiliza con más aridez. Sólo se fertiliza abonando con esperanza y con fe lo que la cizaña ha quitado, para que crezcan las espigas nuevas que nos darán el pan que nos amiga, no reúne y nos consuela. Entonces y sólo entonces, reinará la paz.
Mientras tanto, seguimos esperando el gran salto de la humanidad.
Eduardo Albarracín
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