AQUEL DÍA DE SU MALA HORA
Llevaba meses encerrado a causa de la cuarentena ordenada por el Ministerio de Salud. Laboraba mediante tele-trabajo y aquello era su suerte, de no hacerlo, a aquellas alturas se hubiese vuelto loco (debo advertir de Eustorgio vivía solo). Sin embargo, un día pudo más la presión de los comerciantes que la obligación de conservar la salud de los ciudadanos y así, mediante un Decreto Ejecutivo, levantaron la cuarentena de golpe y porrazo - sin ninguna fase intermedia para mitigar las consecuencias -, aduciendo que los adultos de todas las edades podrían salir para adquirir bienes y servicios esenciales, siguiendo eso sí, las medidas de bioseguridad ordenadas para tal efecto (como si lo propio en las muchedumbres fuese seguir las recomendaciones).
Debo advertir que nuestro personaje no requería de nada, hasta esa fecha todo lo pedía mediante el sistema de servicio a domicilio, pero se imaginará mi querido lector que sin pensarlo dos veces, el encerramiento pudo más que la prudencia y Eustorgio salió a caminar por las calles, como muchos, como muchísimos otros.
Se sentía feliz caminando por las aceras, saludando de cuando en cuando uno que otro conocido, pero, se alejó mucho de casa y como el toque de queda se acercaba, tomó el primer taxi que encontró.
De inmediato, se dirigió a su hogar y antes de bajar del auto, el conductor le comentó que era la primera carrera agradable que hacia aquel día, agregando que había pasado horas llevando pacientes con Covid 19 a Cuartos de Urgencia. Un frio inesperado subió por la columna de Eustorgio, pagó de prisa y subió a su departamento convencido de que se había contagiado del virus.
Sólo bastó abrir la puerta para llamar de inmediato a la línea de urgencias para Covid 19. Pidió que se le hiciese un hisopado, pero al preguntarle los síntomas le negaron el servicio, como intuirán, aún no podía tener ninguno. El insistió alegando que era una medida precautoria, pero le cerraron el teléfono y, desde aquel día de su mala hora, en aquel departamento que creía se achicaba hasta asfixiarlo, empezó a sentirse dizque ronco, débil y sobre todo, más solo que nunca ...
Alberto O. Cabredo E.
Comentario
Gracias Elías Antonio Almada, Crepúsculo Cortes e Ingritt etterberg. Les comparto que el relato pretende hacer hincapié en el grado de estrés y angustia incluso irracional que puede causar este virus, ante la incertidumbre del futuro que depara su contagio, y el consecuente temor a morir, pues nada garantiza estar a salvo. La trama por supuesto incluye fantasía, pues sin fantasía no hay un cuento.
¡Pobrecito! ¡qué mala suerte tuvo ese hombre! pero ha debido sacarse toda la ropa al llegar a casa, bañarse y echarse alcohol por todos lados....yo creo que así no se iba a contagiar aunque haya rozado con su ropa los asientos, y con su mano la manija del carro. Muy bonito relato que habla de esta terrible actualidad en que vivimos. Un saludo Alberto.
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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