En el ocaso del crepúsculo sereno,
donde la esencia y el ser se entrelazan,
un misterio que en el alma persiste,
un crucifijo mi pluma abraza.
En la penumbra del ocaso, morir no es partir,
vivir sin vida, el alma en su esencia halla,
la vida misma muere, renace al resplandor,
un sol naciente, un renacimiento sin falla.
El astro rey en sus albores no era Sol,
la Luna, en su gélido fulgor, sin propia luz,
así la vida, en su lento devenir, renace,
bajo el manto de la muerte, su eterna cruz.
Las calaveras, no heraldos de la muerte fría,
sino rostros de vidas con surcos y desvelos,
el reloj no marca la vida que se va,
sino horas que nos quedan, destellos.
Los enamorados, en pareja, el mundo cruzan,
al partir, trascienden juntos en la partida.
El alma resurge, en el abrazo eterno
en el éxtasis de la vida compartida.
En el umbral del renacimiento, solemne,
donde el pensamiento y el tiempo se enredan,
en el crepúsculo dorado, la muerte se anida
donde la parca, es la vida misma.
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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