Ay!!! Esto es espectacular. Llegué hoy. Hay un señor mayor que me mira y me mira. Yo siento paz interior, como nunca. Una sensación de plenitud, de completud... No sé si la palabra es felicidad... creo que no. La palabra es paz. Y el señor se acerca. Voy a hablarle:
_ Creo conocerlo, señor. Yo llegué hoy...
_ No siga. Lo sé todo. Usted es víctima de la caída de un balcón. Yo lo vi y no pude asistirlo. No me compete. Intenté. El instinto médico me impulsa pero...no llegué. Yo antes de ser profesor de literatura y dedicarme a la prosa y el verso, fui médico. Pero la palabra me atrapó. Dejé la profesión y me dediqué a caminar Buenos Aires, a conquistar Chascomús, a recordar mi pubertad en Barcelona y escribí, escribí. En cuanto a esto de los balcones que se caen, siempre dije que, a veces, hay que mirar para arriba en Buenos Aires.
_ Ahora ya no son así las cosas, señor. Si usted mira para arriba se traga una baldosa, o un agujero de alguna empresa de servicios que compone caños, cables o cualquier cosa y... fue.
_ Mire...Usted miró para abajo y está acá.
_ No sé bien dónde estoy y tampoco lo que pasó. Sólo sentí dolor profundo, entré en un sueño blanco y llegué hasta acá. Me llamó la atención usted. Me da la impresión de que lo conozco. Yo soy Felipe Gómez… encantado.
_ Soy Baldomero Eugenio Otto Fernández Moreno. Más conocido como Baldomero Fernández Moreno. Y te miraba porque estás acá, pues se te cayó un balcón encima. Esto es una parte del cielo y llegaste porque, en suma, sos un mártir.
_ ¿Un mártir?
_ Sí. Un mártir del descuido y la displicencia de los gobernantes de esa ciudad a la que amé tanto. La que caminé, la que plasmé en verso. Soy médico y poeta, ya te lo dije. Tu contusión era irreparable, el derrame cerebral te trajo hasta esta instancia de vida. Ves, ya no tenés cuerpo. Sólo alma.
_ ¡¡Claro!! Usted es el poeta de los balcones, el que se quejaba porque no tenían ninguna flor.
_ Sin flores los vi feos, pero ahora se derrumban. Esto es trágico. Nadie cuida el patrimonio cultural y social de una ciudad que fue ejemplo de prolijidad y belleza, “una metrópolis otrora orgullosa y reluciente”, como decía Jorge Luis Borges.
_ Nadie lo cuida, señor. Hay una legislación que se ocupa de esta delicada cuestión: se trata de conseguir un certificado que amerite el buen estado del balcón. No sirve mucho. Los administradores de propiedades suelen “arreglar” con los arquitectos o ingenieros contratados; estos cobran a los propietarios y determinan que el balcón está en buen estado, cobran sus honorarios, los que comparten con los administradores y... listo. Una vulgar estafa.
En el casco histórico –San Telmo, Montserrat y sus alrededores- existe un plan de conservación que incluye la comprobación de sus patologías y el asesoramiento para la recuperación de las fachadas de los balcones, pero parece que todo esto se torna letra muerta por la burocrática desidia administrativa.
_ No sólo estas cosas pasan en edificios venerables... vos te provocaste la lesión en pleno Barrio Norte, donde hay construcciones más modernas. También ocurrió algo similar en Belgrano, con otra persona. Las autoridades deberían prestar más atención, incluso en esta época crítica, porque el buen estado de las fachadas y balcones involucra la seguridad de toda la sociedad.
_ Pero ¿cómo? ¿Usted puede ver la Tierra? ¿Puede llegar hasta Buenos Aires?
_ Te voy a contar un secreto. Activando un poco de energía se llega hasta lo que llamamos la zona rosada. Allí es como si caminaras sobre copos de algodón, de esos que venden en las plazas y en los parques de Buenos Aires. De pronto, un manantial de agua pura se muestra imponente. A su lado, árboles celestiales, llenos de pájaros celestiales con cánticos celestiales transportan al caminante a un estado eterno. Al lado del manantial hay una copa de plata preparada. Vos la debés llenar con el agua de la vida: ésa que sale del manantial. Al beberla, se incentiva tu energía y podés pensar regresar al lugar de la Tierra que elijas. Yo, Baldomero, elijo Buenos Aires... a veces retorno a mi vieja casona de Flores; otras camino la Avenida de Mayo y alguna vez, en algún barrio, me encuentro con un derrumbe.
_ Es que faltan controles preventivos y mantenimiento. El mismo día que llegué acá, en Balvanera se derrumbaron placas de mármol de la fachada de una escuela. Lo había escuchado por la mañana. A la tarde...
_ No me digas mañana o tarde. Acá no hay tiempo. Y no recuerdo el tiempo. Tampoco me interesa recordarlo. En el tiempo tuve dolores que empañaron mi alma. Y me sumieron en la más absoluta oscuridad. Me resarcí, escribí “Penumbras”. Ahora he superado todo, gracias a que no hay tiempo donde habito.
_ Total, y siguiendo con mi relato, que las autoridades recalcaron que la responsabilidad de este mantenimiento es de los propietarios y convocaron a una reunión donde recordaron las normas y se lavaron las manos.
_ Ya hay mucha gente que pasó a esta instancia de vida a causa de los derrumbes.
_ Yo creo que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires no realiza buenos controles. Y los gobernantes dicen que es “desidia de la gente”. Baldomero, ¿podríamos ir al manantial del agua de la vida y llegar a Buenos Aires? Tengo necesidad de volver a verla, aunque sea una vez más.
_ Por supuesto, pongámonos de acuerdo y liberemos la energía.
…………………………………………………………………………………………………………………
Un maravilloso lugar se presentaba delante de ellos. Verdes impolutos en árboles frondosos. Una cascada abundante. Un aire con olor a rosas, a menta, un aroma desconocido para Felipe Gómez recién iniciado en las huestes del Cielo. Y el suelo rosado y blanco como de algodón… el de los parques, el de la infancia, el que le describió Baldomero.
_ Uy ¡!! Me encantaría comer este suelo... Recuerdo cuando era chico e iba con mi abuelo al parque. Siempre me compraba copos de algodón.
_ Te invito a beber del agua de la vida...
Se inclinaron y en un rito fantástico bebieron la fresca agua hasta saciar la sed de volver.
_Mirá... podés ver ya la Tierra, ahí está Buenos Aires... Ay ¡! Ay ¡! Este balcón está por caer... mirá esas dos mujeres tomando mate...Por suerte se levantan y entran al living... mirá, ¿podés ver?
_ Sí. Y hay un señor que está por llegar al lugar. El balcón se le va a caer encima...
_ ¿Querés hacer fuerza conmigo? A lo mejor logramos salvarlo...
_ Hagamos fuerza, Baldomero, hagámoslo. Epa... lo conozco...Es el mismo funcionario que dijo que la gente era la culpable. Es él… mire usted las vueltas de la vida… y los designios de Dios.
_ Hagamos fuerza igual... Vamos a tratar de devolver bien por mal. Después de todo él todavía no está llamado a esta instancia blanca. Hagamos fuerza. A ver...Ay... podemos ¿?
Vilma Lilia Osella
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 29 de septiembre de 2003
Comentario
Extraordinaria historia donde se hace expresa con claridad el mensaje de la necesaria prevención y mantenimiento de los balcones nuestra querida Buenos Aires, pero también un gran homenaje donde la creatividad y la nostalgia están presentes en la figura inmortal de Baldomero Fernandez Moreno y su preclara familia. Felicitaciones, Vilma, la Literatura ya te ha hecho musa. Un gran beso.
Hermoso relato Vilma,que cierto .La vida da vueltas,pero nadie arregla los balcones,hay que pagar y a veces se hace con la vida(si se cae).
Un placer leerte.
Cariños de Inesita
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
CUADRO DE HONOR
########
© 2025 Creada por MilagrosHdzChiliberti-PresidSVAI.
Con tecnología de
Insignias | Informar un problema | Política de privacidad | Términos de servicio
¡Tienes que ser miembro de SOCIEDAD VENEZOLANA DE ARTE INTERNACIONAL para agregar comentarios!
Únete a SOCIEDAD VENEZOLANA DE ARTE INTERNACIONAL