BANDOLEROS…
Algunos personajes del pasado…; quizás olvidados quedaron y por lo parcos que fueron: se destruyeron ellos solos.
Tal vez…; en un girón del espacio una esquirla se quedo, como testimonio de aquellos hechos que, antaño fue murmullo en las poblaciones limítrofes.
Andaban perdidos en los montes, de no hace tanto tiempo, ni lejanos a la gran ciudad: cuando los leñadores -arrieros de la zona- hacían de la retama: los haces que horneaban el buen pan.
Eran bandoleros con nombres y apellidos; de los armas tomar y con bastantes sentimientos.
Vagando por esos cerros de la Axarquía malacitana; entre los términos municipales de: Olías, Totalán, Rincón de la Victoria, Benagalbón, Marcharavialla, Moclinejo, el Borge. Cutar, Comares, Colmenar, etc.
Se movían; entre viñas, almendrales -salpicados de olivos verdiales centenerarios- y manchones abruptos del mediterráneo, ricos de aulagas, cantuesos, bolinas, tomillos, madroñales y romeros.
Fue adquiriendo cierto renombre uno de tantos individuos de tan poco sentido social.
El calderilla…
Nació cerca a la reserva natural de la Axarquía.
Como todos los bandoleros, vulgarmente era un salteador de caminos, que para nada tienen que ver con ingenieros de caminos, canales y puertos.
Algunos de estos personajes han perdurado en la historia más tiempo del que debieran o imaginaron, producto casi siempre de relatos cortos de los abuelos a sus nietos en las tardes invernales y lluviosas de la región de la anarquía, casi siempre, junto a la lumbre del fogón o chimenea.
Son productos de la escasez, la injusticia, o por la osadía que pone el ser humano ante la adversidad de la vida y las circunstancias que le rodean.
Otros muchos, como rebeldías a las circunstancias políticas del momento, contraposición a la falta de políticas nobles que amparen a los mas débiles.
Contrapuntos a las incomprensiones y falta de sabiduría en las gentes de campo antigua -poco instruidas en las ciencias del saber- por falta de medios o ubicación, pero versadas y curtidas por la vida misma.
Aunque pudiera parecer falta de humanidad o cariño a sus semejantes, no lo era así...
Muchos de estos hombres de honor y orgullo, con valentía, se echaban al monte, como medio de evasión y buscando el ámbito de libertad que en solidaridad con los demás no alcanzaban.
Como medio de vida y subsistencia se veían obligados a saltear caminos por la fuerza y sin miramientos, especialmente regocijándose en los ricos que caían en sus manos y asaltos, a diligencias o caminantes ocasionales solitarios que se arriesgaban en ocasiones imprudentemente a transitar los caminos.
En muchas ocasiones –estos bandoleros- repartían parte de sus botines o robos entre los más pobres o necesitados de la comarca, creándose unas leyendas absurdas de benefactores de los más olvidados y menesterosos.
A veces sus motes o sobrenombres se hacían tan corrientes por las zonas -en las que hacían sus correrías- pasando de boca en boca entre los lugareños-; enardeciendo y ampliando sus hazañas.
Iban adquiriendo tal renombre y publicidad, que el pueblo quedaba admirado por mucho tiempo e incluso se constituían en ejemplos admirados, de las juventudes de entonces.
El calderilla era uno de ellos.
En cierta ocasión asalto a un adinerado hacendado, cortijero de mi pueblo.
Al verle venir un luminoso día, por una de las lindes de su inmenso predio: le hizo al cortijero, desmontar de su jaca preciosa y, lo primero que le llamo la atención -al salteador-, cuando lo vio de cerca, fueron: los dos relucientes zapatos -que enfundaba el asaltado-: ¡qué maravilla..!, brillaban como ascuas al sol de aquella tarde cansina.
Inmediatamente bajó sus ojos y se fijo en sus alpargatas – que tanto suplicio le estaban dando con los chinos del camino-, pues parecía que iba andando descalzo.
Él comenzó a pensar: con la comparación mental consecuente.
Surgiéndole rápidamente una idea, que seguidamente le propuso al hacendado para, si la cumplía fielmente, podrías conservar su vida, -si en aprecio la tenia-.
Para ello: le tendría que cambiar sus lindos zapatos por las triste y ásperas alpargatas y además tenía que ir andando al pueblo, (más o menos unos 8 kilómetros) donde estaba su casa y traerle -en dinero contante y sonante- veinte mil duros (100.000) pesetas de antes = 600 Euros actuales, en lo que restaba de tarde y sin advertir a nadie de su encuentro.
Así lo hizo el señorito sin pérdida de tiempo y cumpliendo al pie de la letra todo lo que le había ordenado el rufián.
Sin rechistar, sin hacer comentarios a nadie del lugar.
El señorito cumplió lo establecido y el calderilla volvió a restablecer los zapatos relucientes al caballero, haciendo una observación muy locuaz: la de que, sus pies -refiriéndose al hacendado-eran merecedores más que los de él, por llevarlos tan bien enfundados y tan dignamente puestos.
-A estos bandoleros de pocos recursos y poca monta la guardia civil los perseguía sin darles tregua, muchos de ellos caían fácilmente en manos de la justicia y poco tiempo era la duración de sus correrías.
En una de estas persecuciones, él calderilla viéndose acorralado, hubo de refugiarse en el cortijo del hacendado -el de los zapatos relucientes-.
Este mismo caballero, lo cubrió de la justicia, manteniéndolo escondido en los pajares de su cortijo -encima de las cuadras de las bestias-.
Nadie delato al calderilla en esta ocasión por mucho tiempo que duraron sus correrías; solo cometió un error, que fue: echarse una novia bastante celosa y ella misma lo prendió al paso de la pareja de la guardia civil un sábado por la tarde a la caída del sol.
Ella después –arrepentida- lloraría amargamente su penitencia, perdida por esas cañadas profundas y sombrías de la Axarquía malacitana, repletas de juncos y adelfas.
Aún hoy se la siente confundida con el viento de levante, cuando algunos campesinos separan las granzas en la era, a la caída de la tarde o en tiempos de vendimias.
Si alguno se retrasa extendiendo los racimos de uvas moscatel en los toldo, para que el sol las deshidrate hasta convierta en la rica pasa, la oyen clamar desde los cerro de enfrente.
Yo he recorrido esos lugares y contemplado con interés las cañadas y las cuestas, pero nunca tuve la fortuna de tropezar con tal hembra…
¡Quizás, si hubiese sido posible, le habría soltado algún hermoso sermón, o la hubiese deleitado con una de mis más dulces poesías, para sacarle de sus histéricos celos!...
Comentario
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
CUADRO DE HONOR
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