CAVILACIONES DE UNA PSICOLOGA: HE DECIDIDO CASARME
He decidido casarme. ¿Decidido? ¿De dónde me habrá salido esa palabrita?
- ¿Juan, hemos decidido casarnos?
- Sí, mujer. ¡qué rara es esa pregunta!
No le dijo más nada a Juan a quien había llamado por teléfono en horas de oficina, cosa que él odiaba. No le dijo nada más pero pensó que cuando uno cree que decide no decide. Ni tampoco decide cuando cree que se pone de acuerdo con el otro. ¿Cómo? Bueno, debía seguir hablando de este tema con Juan. Y cuando por la tarde se encontraron, el diálogo continuó.
- Juan... y ¿dónde vamos a realizar la fiesta, cerca de la casa de tu mamá o de la mía? Porque las dos madres dicen que quieren que después de la iglesia, el salón sea cerca de la casa de ella. Cada una de ellas. ¿Te das cuenta? Y una vive en Liniers y otra en Recoleta. ¿Cómo lo hacemos? ¿cerca de tu casa o de la mía, Juan?
- Mi mamá es mayor. No puede trasladarse mucho. Y tu mamá tiene a su marido, o sea tu padre, que la puede acompañar. Y tienen auto.
- Sí pero es un pedido de mi mamá, Juan. Es la única vez que se casa la hija y la iglesia está cerca de la casa de mi madre y cerca de mi departamento, como debe ser.
- Lo discutimos después, querida. Te veo luego.
Juan era cortante cuando algo no le cerraba, de modo que bebió un vaso de agua fresca que sacó de la heladera y se fue.
-
Elena se acomodó en el blanco sillón mullido del living de su lucido y porteño departamento, se sacó los anteojos, los limpió mientras pensaba. “Es cómoda mi casa: dos dormitorios con un vestidor y un baño para cada uno, este living comedor en L, lleno de cuadros en las paredes, la biblioteca, muebles de estilo, petit muebles. Una cocina con Office incluido, ¡a toda prueba! Decorada por la elite de Casa Foa, lavadero...y hasta cuarto de huéspedes, amplio, luminoso y ventilado, con baño y entrada y salida propios, que uso de consultorio: las comodidades que una profesional como yo debe tener. Ay... parezco una empleada inmobiliaria ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué estoy evaluando? Lo miro por el lado material. Pero... ¿Es que en realidad quiero casarme?
Los ojos verdes y la mirada profunda de Juan aparecieron en su memoria. Y se dijo para sí: “Te amo, lo sabés... pero, casarse es otra cosa. Voy a tener que resignar mucho de lo mío, dejar espacio para tus cosas. Compartir los planes... hoy vemos fútbol...mañana cine romántico; hoy vemos ballet, mañana escuchamos a Corona, con sus chistes groseros que te divierten y ¡sí! Te divierten. O lo tomas o lo dejas, solés decir.”
La luna se filtraba por las pesadas cortinas y alumbraba su cara. Elena sintió que la duda la cubría toda. Y volvió a decirse a sí misma:
“En realidad uno nunca decide. En la historia personal de cada uno está inmersa ya la elección. Y en los genes ¿en los genes? Y sí... uno trae información en los genes que tiene que ver con todas las cosas que uno hace, que elige... hasta en las decisiones. Y entonces ¿cómo que voy a casarme? Voy a firmar un contrato donde no tengo ninguna participación, es otro quien dice que estoy casada. ¿Por qué voy a hacer eso con algo tan personal como mi vida? ¿Quién es ese otro que dice que dejo de estar soltera y paso a estar casada? Debo firmar un contrato. Un contrato que no es por tiempo determinado, no expira por simple caducidad, no se disuelve por sí, si no hay una autoridad que legalice la disolución. Y además ese contrato dice que, a partir de la firma, todo lo que gane es la mitad mío y la mitad del otro y... ¿Cómo que decido? Bueno… que tanto jorobar. Todos pasan por la misma situación y nadie se muere por casarse. Ya lo dijo el poeta: "Uno es el arquitecto de su propio destino".
Juan. Juan. ¡Eran tan felices juntos! Cuando la besaba sentía un estremecimiento total y una sensación de disfrute cuando entre sus piernas él depositaba su humanidad, su virilidad, su amor. Y tan compinches... que estudiaban juntos, que se explicaban el uno al otro las cosas aparentemente incomprensibles, que se iban de viaje, a esquiar, a las cataratas, a las sierras, a Nueva York o Miami o Canadá... un congreso y ¡ale! A preparar las valijas... Venecia espera. Ay... Pero casarse. Desde que estudió a Freud ella sabía que los motivos de elección de una pareja no son los que uno cree y puede enumerar. Sabe que el dedo índice se va sólo hacia un lugar. Que un sector de uno (¿será de uno?) logra hacernos creer que es un movimiento propio, efectuado por uno mismo. Y se sabe eso del complejo de Edipo pero uno no se está casando con el papá. Sólo es el Edipo de uno. Epa ¡! O tal vez sea una utopía eso de que uno es el arquitecto de su propio destino.
“¡Voy para allá mi amor ¡ Terminé temprano. Vestite que nos vamos al teatro y a cenar con Julio y Mari” ¡Esa voz maravillosa que la cautivaba!. Esos ojos verdes como todo el mar, esa mirada profunda con un aire secreto que altera, esa inteligencia fina, esa memoria milagrosa. Juan.
Llegó. Ella estaba monísima con su tailleur gris y blanco y esa camisa y ese foulard verde brillante comprado en París. Piernas torneadas, ojos oscuros con pestañas arqueadas, cinturita de vedette, nariz respingada. “Que divina Elena. Estás preciosa”, le dijo él mientras la besaba. “Pensé que el salón de fiestas es lo de menos. Mi madre no se opone a nada. Decidilo vos.”
Cuando volvieron no dudó un instante: quitó sus ropas con cadencia, con ritmo. Juan miraba. Siempre se asombraba frente a su cuerpo desnudo. Y lo sintió amarla, y se hundió con él en ese infinito verano de dos brazos entrelazados que compartían la gracia del amor.
Por la mañana, se levantó rauda. Era tarde y debía atender su cátedra a las 10. Bebió su café con leche apresurada y masticando la única tostada que logró rescatar de la tostadora, sacó el auto de la cochera. Mientras manejaba, los pensamientos se agolparon de nuevo: “¿Dónde vamos a vivir? ¿En su casa o en la mía? ¡Ufa! ¡Otra vez la duda. Es que esto del pasaje de uno a dos no es una suma, es una multiplicación de problemas y una resta de libertades. Otra vez decidir. ¿Y ahora qué hago? Al diablo con todo ¡! Amo a este hombre y he decidido, hemos decidido casarnos. Sí. La decisión es mía, ("Enterraré los nombres, los rótulos, la historia. Iré rompiendo todo lo que encima me echaron antes de nacer. Y vuelto ya al anónimo eterno del desnudo, de la piedra, del mundo, te diré: “Yo te quiero. Soy yo”). Después de la noche pasada que menos que evocar a Neruda. Era Juan quien la determinaba. El que le decía “Sos mujer”.
La clase fue monótona, vulgar. Estaba distraída y no le gustó nada porque su autoexigencia le golpeaba el bajo vientre. Y el estómago. Se fue a la confitería de siempre, a la salida de la Facu.
A ver… “Mientras espero el almuerzo Light que elegí y el mozo sabe de memoria, trataré de razonar a fondo”, se dijo a sí misma.
¿Decidí? ¿Decidimos? ¿Por dónde había comenzado el intríngulis? Era que si uno era uno. A ver… uno es uno y el otro del que uno nada sabe (el otro yo que le dicen). Estos unos más el otro uno del otro, más el uno que el otro tampoco conoce, más el uno que se forma en la pareja. “Bueno ¡basta! De ahora en más acepto el determinismo psíquico y punto”, volvió a decirse a sí misma.
Recordó a Borges; el viejo sí que sabía: “No soy yo quien te engendra. Son los muertos. Son mi padre, su padre y sus mayores. Son los que un largo dédalo de amores trazaron desde Adán y los desiertos de Caín y de Abel, en una aurora tan antigua, que ya es mitología”. Así que la cosa viene de lejos, che. Desde Adán imagínense. La camisa azul se iba convirtiendo en un chaleco… por lo de fuerza, claro. Y a pesar de los embates, de los familiares, de las dudas, se dijo por fin “Amo a este hombre. Y decidimos casarnos”. Y cuando el mozo llegó con la comida Light, Elena exclamó: "¡Voy a casarme, Félix! ¿No le parece fantástico? Hemos decidido casarnos. "
- ¿Y para cuándo los confites? , expresó Félix con una sonrisa de oreja a oreja.
- Ultimo los detalles y ya está… para pronto, expresó Elena mientras saludaba a Juan que acababa de besarla y sentarse para acompañarla a almorzar.
- Entonces Elena pensó:
- “Ultimo dije… ¿De dónde me habrá salido esta palabrita? Ah, no. Otra vez, no. Antes fue lo de uno más uno infinitamente. Ahora es ultimo… no. Basta de disquisiciones del inconsciente… Cheee “.
-
Cinco meses después Elena y Juan saludaban en el atrio de la Iglesia del Pilar. Ella ya había pasado por las gotitas de sudor frente al altar de las reliquias y el baptisterio enfrente, como un atrio cerrado, donde dio el “sí”. Había oteado los frescos del techo mientras lo daba y observado las estatuas de su fachada, al entrar temblorosa. El blanco con ribetes amarillo de las paredes de la fachada también se acomodó en sus retinas. Toda la historia sobre su cabeza. Ahora, ella y su esposo, saludaban en el atrio. Los derechos y los deberes le fueron leídos en el Registro Civil y ratificados en la Fe de la Iglesia. Y a pesar de los embates de los asuntos del inconsciente y de los modelos familiares y de las expectativas sociales y de la historia de Adán y otros avatares, los dos de muy buen humor decían a sus amigos mientras agradecían la presencia: “Decidimos casarnos ¿vieron?”
Vilma Lilia Osella
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Comentario
No es simple la ceremonia dedicada al amor y para siempre.Bella y entretenida semblanza entre los preparativos y la conciencia de dar ese paso, donde la gran pregunta si fue una " decisión " la responde el Tiempo, que suele dar los frutos del cariño y la fidelidad.
Me encantó. Un gran cariño, Vilma.
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
CUADRO DE HONOR
########
© 2024 Creada por MilagrosHdzChiliberti-PresidSVAI. Con tecnología de
Insignias | Informar un problema | Política de privacidad | Términos de servicio
¡Tienes que ser miembro de SOCIEDAD VENEZOLANA DE ARTE INTERNACIONAL para agregar comentarios!
Únete a SOCIEDAD VENEZOLANA DE ARTE INTERNACIONAL