Un día estaba conversando con mi hija, cuando pasaron frente a nosotros los autobuses de personal que le prestan servicio a la SIDERÚRGICA DEL ORINOCO (SIDOR), y ella me dijo, — SIDOR debe ser muy grande, mira cuántos autobuses hacen falta para llevar a todos sus trabajadores —, y fue cuando se me ocurrió escribir este cuento, si no fuera por ella quizá nunca lo hubiera escrito, nuestros hijos siempre nos dan lecciones y oportunidades para reivindicarnos ante la vida…
“COMENZANDO LA VIDA”
A Johamnys del V. Olivier.
En la transparencia de la tarde, justo cuando el día está emprendiendo su último recorrido al fundirse con el ocaso, se encuentra, como detenida en el espacio, María Gabriela, acariciando los recuerdos del día como toda niña ensoñadora que vive al andar. Precisamente a esa hora del día pasa por el frente a su casa, el autobús en donde su padre viene de regreso después de un arduo día de trabajo.
Cuando su padre descendía de aquel vehículo, María Gabriela era embargada por el más puro sentimiento de amor hacia aquel hombre, uniformado con su ropa de faena y exhibiendo la ficha de la empresa con el logotipo y el nombre de SIDOR; momentos que de alguna manera marcan para siempre una vida que apenas está comenzando y que busca desesperadamente patrones a los cuales poder aferrarse para poder atar sus más hermosos sueños infantiles.
Cuando se escuchaba el inconfundible eco producido por el autobús número 54 de SIDOR, La magia de la niñez envolvía a aquella pequeña, incluso ese número representaba para ella un emblema, una esperanza, la ilusión de un día más por concluir. Cuando se es niño y comienza la vida, siempre estamos soñando, prendidos a una sonrisa; arrullando el futuro, como lo haría la brisa cuando en una tarde de sosiego acaricia nuestro rostro mientras esperamos a quien amamos, sabiendo que siempre volverá. Qué bueno sería si siempre pudiéramos mantener esas ilusiones de ensueño que forman parte de nuestra niñez, si tan sólo pudiéramos recordar, de vez en cuando, que una vez fuimos niños soñadores e ingenuos y que disfrutábamos de la vida a cada instante como si era el último día o la última noche por vivir, de seguro seríamos más felices. Sin embargo, cuando crecemos, al madurar, nos volvemos rigurosos al cambiar nuestros más hermosos sueños infantiles por la cruda realidad del mundo que nos toca enfrentar.
Cuando Héctor Ramón — el padre de María Gabriela —, llegaba a casa después del trabajo, siempre decía sentirse cansado; observaba a su hija con una tierna mirada, la abrazaba y le echaba la bendición, dándole un beso en la mejilla, pero, sin embargo, apenas si la escuchaba cuando ella trataba de comentarle lo que le había sucedido durante el día en el colegio; él se sentaba en el viejo y cómodo sillón que se encontraba en una pequeña sala contigua a la estancia principal de la casa, en donde había un gran televisor. Aquel aparato atrapaba toda la atención de Héctor Ramón, mientras se quedaba entre dormido, supuestamente, viendo las noticias más importantes del día. Aquella conducta se había convertido en algo rutinario, mientras que su hija, en parte, no entendía por qué su padre no podía dedicarle más tiempo después de llagar a casa del trabajo, cuando ella pasaba todo el día esperando aquel momento. Esperando que la tarde se hiciera presente mientras los rayos del sol menguaban progresivamente y se despedían ofreciendo resguardo a las ilusiones de María Gabriela. Ilusiones que nosotros los adultos hemos dejado de tener, lo cual ha ocasionado que dejemos de pensar como nuestros hijos, descuidando así lo que para ellos es muy importante: La necesidad de poder compartir con nosotros durante el poco tiempo del día en que podemos estar en nuestras casas.
María Gabriela, nunca fue una niña sobresaliente en el colegio; sin embargo, sí era muy respetuosa, responsable y ordenada, características poco comunes de conseguir en una niña de diez años de edad. En una oportunidad le asignaron una tarea en la escuela, en la cual debía describir brevemente que tipo de trabajo realizaba su papá; por lo tanto, en aquella tarde cuando su padre regresó a casa, ella fue muy insistente, más que nunca, porque realmente, más que el hecho de cumplir con una tarea ordinaria del colegio a ella le interesaba saber, desde hace algún tiempo, que era lo que su papá hacía en SIDOR. Entonces fue muy directa y se lo preguntó.
— Papá, necesito que me digas qué es lo que tú haces allá en SIDOR, para poder realizar una tarea que me asignaron en el colegio.
Héctor Ramón, como siempre, esgrimía aquella conducta indiferente como para que no lo molestaran al llegar a su casa; sin embargo, se dio cuenta de que su hija realmente estaba muy interesada en saber la respuesta a aquella pregunta y, después de un momento de extrañas dudas le dijo.
— Bueno mi niña, ven, vamos a sentarnos en el sofá. Yo trabajo en la Planta de Barras de SIDOR, allí es donde fabricamos las cabillas; esas cabillas que usan en la construcción de viviendas y edificios, las fabricamos nosotros en esa Planta. Es un trabajo interesante, tiene sus riesgos por supuesto, pero yo tengo mucha experiencia en lo que hago; además, me cuido mucho, porque sé que ustedes están aquí esperándome todos los días. Es verdad que generalmente llego cansado y en ocasiones de mal humor, pero no es mi intención, lo que pasa es que… Bueno, sabes, tal vez no tengo excusas contigo, seguramente tendré que tratar de ser un poco menos apático a pesar de mi estado de ánimo, te prometo que tendré más atención contigo, de ahora en adelante, cuando llegue a casa en las tardes ¿Está bien?
María Gabriela, estaba sorprendida, nunca había escuchado a su padre hablando de esa manera; no entendía por qué él le había dicho todo aquello, si ella simplemente le había hecho una pregunta de una tarea que le habían asignado en el colegio. Al parecer nosotros los adultos estamos demasiado ocupados para poder entender a nuestros propios hijos, por lo que en los colegios asignan ese tipo de tareas para que nos veamos obligados a enfrentar nuestras propias debilidades, para así poder hacer lo que seguramente no haríamos en circunstancias normales con nuestros hijos.
María Gabriela, entregó su tarea puntualmente, como de costumbre, la cual consistía en una resumida carta en donde debía exponer brevemente cuál era el trabajo que realizaba su padre, en donde ella decía lo siguiente:
"Mi papá trabaja en SIDOR, en la Planta de Barras; allí él fabrica cabillas como las que usan los albañiles que construyen casas y escuelas. Trabaja muy duro, pero se cuida bastante porque nos quiere mucho a mí y a mi mamá, él sabe que nosotras siempre lo estamos esperando en la casa cuando llega del trabajo; a veces llega como enojado, pero yo sé que no es con nosotras, porque él nos quiere mucho. Mi papá siempre llega a casa en el autobús número 54, es muy bonito, de color amarillo y azul; además, tiene una calcomanía que dice, SIDOR. Yo siempre lo espero en las tardes y cuando escucho el autobús salgo corriendo para verlo bajándose de él. Quiero darle las gracias a la maestra por haberme asignado esta tarea, ya que gracias a ella mi papá me dijo cosas que nunca me había dicho antes; quiero darle las gracias a SIDOR, porque mi papá realiza un trabajo importante allá en la Planta de Barras; y, quiero darle las gracias al autobús número 54, por traerme a mi papá todos los días de regreso hasta mi casa."
Después de aquella asignación escolar en la cual, María Gabriela, pudo expresar justo lo que ella sentía, fue descubriendo, poco a poco, el poder y la magia que posee la palabra escrita; se fue dando cuenta de que la escritura permanece en el tiempo de manera inalterable, en cambio las palabras, como se dice comúnmente, se las lleva el viento. Aquella tarea marcaría su vida de manera contundente, ya que después de aquella carta vendrían otras, pero ya no como asignación escolar, sino como una pasión por poder expresar lo que se lleva por dentro; es decir, se dio cuenta de que dentro de ella se encontraban ocultos aquellos verdaderos valores que creía no poseer, hasta que por alguna extraña razón, los fue sacando de su propio mundo interior. Cuando se tiene algo reprimido en alguna parte del corazón, las palabras emergen de lo más profundo de nuestra incertidumbre; así como una estrella cuando se desprende del amparo de su abrigo, cayendo hacia su infinito y desconocido destino. Las palabras fueron aflorando como los pétalos de una incipiente flor, convirtiéndose en trazos enmarcados por la inocencia de aquella pequeña niña, la cual estaba descubriendo, comenzando la vida, una de las maneras más hermosas de expresarse, la escritura.
Héctor Ramón, seguía su rutina diaria de forma, si se quiere, involuntaria; su mundo giraba en torno a su trabajo; es decir, sus compañeros de faena, las reuniones ocasionales dentro y fuera de la empresa, alguna que otra actividad deportiva que realizaban los fines de semana; Lo cual ocasionaba que permaneciera poco tiempo con su familia. Por alguna razón no nos damos cuenta de la importancia que tiene en el desarrollo de la vida de nuestros hijos, el hecho de compartir el mayor tiempo posible con ellos, para que en el futuro puedan ser individuos sociables y capaces de defenderse por sí mismos en el ámbito general.
En una tarde, como de costumbre, Héctor Ramón fue recibido por su hija, la cual le entregó una carta que le había escrito durante el día, él la tomó y se la metió al bolsillo, luego, más tarde, apoltronado en su viejo sillón se acordó de la carta y la comenzó a leer.
"Papá, te quiero mucho y sé que tú también me quieres. Me di cuenta de que escribiéndote puedo decirte todo lo que quiera, sin que me interrumpas o te distraigas mientras te hablo, por eso lo hago. Hoy en la escuela hablamos de SIDOR, y la maestra nos dijo que las personas que allí trabajan son personas con mucha fortaleza, porque trabajan en plantas en donde hay muchos riesgos, para poder fabricar las cabillas y otros materiales importantes necesarios para el desarrollo del país. Por cierto, hoy aprendí lo que significa la palabra fortaleza, y por eso quería decirte que tú eres mi fortaleza y que siempre estaré orgullosa de ti, porque el trabajo que realizas es muy importante para la sociedad, así lo dijo la maestra. Pero, más importante es para mí cuando te veo bajándote del autobús todas las tardes y abrazándome con ternura como siempre lo haces; ojalá siempre fuera de tarde y tú siempre vuelvas de tu trabajo, para que siempre me abraces como lo haces en ese momento. Cuando estoy en la escuela quiero que el tiempo pase rápido para volver a casa, cuando estoy en casa quiero que la tarde llegué pronto, para poder sentir el abrigo de tus brazos nuevamente, te quiero mucho. Por cierto, mamá me ayudó a escribirte esta carta, ella también dice que te quiere mucho…"
A medida que iba leyendo la carta, Héctor Ramón, se iba dando cuenta de que su hija estaba creciendo demasiado rápido ante sus propios ojos, lo cual lo tomó inadvertido; al parecer nunca estamos preparados para aceptar que nuestros hijos, más temprano que tarde, comenzarán a crecer y a madurar como personas independientes, con un criterio propio. Después de haber leído la carta, se dirigió hacia el cuarto de la niña para agradecerle tan bello gesto; pero, sin embargo, al abrir la puerta de la habitación se dio cuenta de que se encontraba dormida. Lentamente fue incorporándose y acercándose a ella hasta sentarse a su lado para contemplarla con asombro y respeto; esa noche la veía más grande que nunca o quizás era que tenía tiempo que no la miraba con detenimiento. La observó cuidadosamente y se dio cuenta de que su hija ya no era la niña que él pensaba y se preguntaba en qué momento había ocurrido aquello; acaso él se había distraído tanto para no percatarse de los grandes cambios que estaba teniendo su propia hija. La vida, ocasionalmente, tiene extrañas maneras de manifestarse ante nosotros; haciéndonos reflexionar y entrar en razón, para que volvamos a tomar el sendero correcto, si es que lo hemos perdido, o para que nos enrumbemos definitivamente por él, si es que nuca lo hemos encontrado.
Aquella carta marcaría la vida de Héctor Ramón para siempre; a pesar de continuar con su vida habitual y a pesar de llegar cansado del trabajo todas las tardes, se interesaría cada vez más por los cambios tan peculiares que estaba experimentando su hija; pues al fin pudo darse cuenta de que, ella, estaba creciendo ante sus propio ojos y de que, él, se estaba perdiendo de tan importante acontecimiento para ambos.
En una ocasión, María Gabriela, pudo conocer, en parte, la empresa donde trabajaba su papá, gracias a una de esas visitas programadas que realizan las escuelas en convenio con SIDOR. Para ella fue una experiencia muy enriquecedora, ya que, al fin, pudo ver lo que por mucho tiempo fue tan sólo una imagen que colgaba de su inocente pensamiento y un logotipo que veía todas las tardes pintado en el autobús número 54, cuando se detenía a dejar a su padre en frente de su casa. Ya no era más una ilusión, estaba dentro de las instalaciones de SIDOR; nunca pensó que aquella empresa fuera tan grande y abarcara tanta extensión de terreno que, cuando miraba a su alrededor aquello era insondable, tan extenso que se le terminaba la vista y aún quedaban muchas cosas por ver. Ella se preguntaba, en dónde será que trabaja mi papá, esto es tan grande, realmente es muy grande; y durante el recorrido permaneció absorta, boquiabierta, mientras buscaba entre los trabajadores que veía, en las distintas Plantas que visitaba, alguno que se pareciera a su padre. Todos se parecían, porque usaban una indumentaria de seguridad que les cubría el rostro casi completamente. Después de que terminara la visita, María Gabriela, estaba muy emocionada y al llegar a su casa le contó a su madre todo lo que había visto, no paraba de hablar ni de sonreír, parecía que un ángel había acariciado el más hermoso y anhelado de sus sueños.
Esa misma tarde cuando llegó su padre, ella, le contó todo lo que había visto; que lo estuvo buscando, pero que no pudo verlo en ninguna parte; se quedaron hablando más de lo acostumbrado, hasta que ella se quedó dormida en su regazo. Por supuesto que al asistir a la escuela, al siguiente día, todos los alumnos debían relatar lo que habían visto durante su visita a SIDOR, pero ella además de realizar su tarea escolar, para ese día, escribió una carta para su papá en la cual le expresaba:
"Hola papá, te quiero mucho, ayer fui a SIDOR y me di cuenta de lo grande que es, me imagino que es muy grande porque es muy importante y de seguro el trabajo que tú realizas también es muy importante; quiero que sepas que me siento muy orgullosa de ti. Durante la visita de ayer, pude ver pintada en algunas paredes y letreros una frase que decía, “SIDOR SOMOS TODOS”. Me imagino que eso significa que todas las personas que allí trabajan son como una familia, así como nosotros; entonces pensé que tú debes sentirte muy a gusto mientras estás trabajando, eso me parece muy bonito. Yo quisiera algún día poder trabajar allí, para así poder saber lo que tú sientes y poder estar siempre contigo, no sólo en las tardes cuando llegas del trabajo, sino poder estar siempre a tu lado. En la clase la maestra dijo que las personas que trabajan en las empresas como SIDOR, deben ser personas muy íntegras, porque deben cumplir con muchas responsabilidades a la vez. Ayer aprendí que, integridad es cuando tú eres responsable en tu trabajo y además de eso llegas cansado a casa y aún tienes ganas de abrazarme, besarme y escuchar todo lo que yo tengo que decirte del colegio o de lo que hice en la casa durante el día; además, también debes escuchar a mamá, abrazarla y decirle que la quieres, gracias por ser tan íntegro y dedicarnos tiempo a nosotras también, te quiero mucho. Esta carta la escribí yo sola, mamá estaba dormida…"
Y de esa manera, con el pasar de los días, padre e hija, fueron descubriéndose mutuamente a medida que iban aprendiendo uno del otro. Apoyándose en sus propias fortalezas y descubriendo el valor de la integridad, alcanzaron la felicidad, cuando comienza la vida…
©Jhonny Olivier Montaño
Jhon Cásmer
Comentario
Gracias amigo Arberto por tu visita y tu comentario...
Bien bello tu cuento.
GRACIAS AMIGO FEDERICO POR ESE HERMOSO COMENTARIO...
TE OFREZCO MIS DISCULPAS, JHONNY... CREÍA HABERTE CONTESTADO ESTE TRABAJO, PERO FUE EN LA UHE...
DE TODAS MMANERAS NO VOY A VOLVERLO A LEER PORQUE NO QUIERO VOLVER A LLENARME LOS OJOS DE LÁGRIMAS...
SÓLO TE DIRÉ QUE ES UN ESTUPENDÍSIMO CUENTO... BIEN ESCRITO, BIEN NARRADO Y BIEN SENTIDO.
GRACIAS POR LOS DULCES SENTIMIENTOS QUE DESPERTASTE EN MI
Bendiciones incesantes
GRACIAS AMIGO JUAN POR TU VISITA Y ESE COMENTARIO TAN EXCEPCIONAL. DIOS TE BENDIGA...
Amigo Jhonny es una historia muy hermosa...Es ella, esta plasmada el amor familiar en su mas alta expresión .... la fortaleza de un padre ... que da integro a la familia...la solidaridad y el orgullo de una hija, que sueña seguir los pasos de su héroe... cuando comienza la vida ... la confidencia y camaradería de una madre...y el deseo de aprender, hace su historia un cuento excepcional ......Mis respetos señor Jhonny.... hay que vivir los sueños...
Amiga Mary agradezco tu visita y tu valioso comentario que me llena mucho de alegría, gracias...
Gracias amiga SENDA por tu visita a mis espacios y tu comentario tan reflexivo. Dios te bendiga...
Gracias Martín por dedicarle tiempo a mis espacios y dejar tus valioso comentario...
Gracias amiga Denny, por tu visita y tus buenos deseos hacia mi persona. Dios te bendiga...
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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CUADRO DE HONOR
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