Cantó la paila
¿De mujer? Bien puede ser
que mueras de su mordida,
pero no manches tu vida
diciendo mal de mujer.
José Martí
Era de acero reforzado, cubierta de hollín, negra como la oscuridad que reinaba en el ambiente cuando la blandió sin ningún tropiezo de conciencia, y con aquella fuerza que nunca sospechó tener. Fue un ruido sordo, sólido y definitivo; luego, el silencio de la noche empezó a zumbar en sus oídos mientras se recostaba contra la pared para buscar apoyo y miraba al vacío. No lloró, hacía rato que se le habían terminado las lágrimas.
oooo
El golpe fue de una contundencia tal que la echó al piso, un puñetazo en medio de la frente dado con rabia y sin misericordia. Luego, la tomó por los pies y la arrastró desde la cocina hasta la sala, donde la tanda de patadas fue más larga que un tranque de carros provocado por manifestantes universitarios. Después de aquello, él salió dando un portazo. Pasaron más de treinta minutos hasta que ella volvió en sí; después, abrir la puerta y pedir auxilio fue una faena sobrehumana. Ya en el cuarto de urgencias, las excusas abundaron, había sufrido un mareo y se había caído mientras subía la escalera, porque tenía la presión baja, nunca se chequeaba, iba a ver qué le encontraban,…
Volvió a casa. No había huellas, estaba como antes del incidente, había pasado de todo y no había pasado nada. Su existencia continuó sin recriminaciones, ya sabemos que el llanto, el dolor, el abuso, el irrespeto, la sensación de traición, degradación e impotencia, así como tantos otros sometimientos cotidianos, se tragan con amargura, pero se tragan. Eso sí, las amenazas y el miedo no frenan el desamor que va naciendo, abonado por la inquina, y menos aún detienen la desesperanza, que aumenta sin medida.
Otro día, ocurrió en el auto, yendo hacia el campo. Bastó un comentario trivial y ya estaba abierta la puerta, ella rebotaba en la calle. Los raspones, la pierna rota y la contusión craneal fueron achacados a un atropello con fuga: el miedo es cosa terrible cuando se enquista en los huesos, ¡ni pensar en la denuncia!
Lo que la llevó a jugar con la idea del resarcimiento fue el agua hirviendo que le arrojó encima, sus pechos enhiestos de ángel se volvieron rosas mustias, mariposas marchitas que no tocarían el cielo de ahí en adelante. El doctor no comprendió muy bien cómo un tropezón había podido causar tal calamidad, pero pesó más su insistencia que todo el sentido común del mundo.
El barrio era espantoso, la violencia se tomaba el sitio y cada día era más difícil vivir en aquella infortunada casa. Así que se atrevió a sugerir un cambio de vida, mudarse, una vuelta de tuerca a ver si mejoraban. La caída desde el segundo piso dejó una mancha carmesí en la acera, parecía el dibujo de una flor gigante hecha con aerosol. Luego de tres meses, soldada la cadera y curadas las heridas, volvió a casa, sí, volvió de nuevo. No hubo un buenos días, ni un Dios te guarde, ¡cómo los iba a haber! El control de la televisión y el trago lo entretenían demasiado para gastar saliva en darle un miserable saludo.
oooo
Se levantó con sigilo (con aquel silencio con que había vivido cada día de su vida, muda, aterrada y sometida), la cama fue su cómplice y testigo, no lanzó ni un solo ruido. Ella caminó lenta, lenta, lentamente y, llegada a la cocina, con esa lentitud que evadía el ruido, con toda la tranquilidad que brinda una decisión irrefrenable, se dio a la tarea de escoger qué paila o sartén era la más propicia para la tarea que aquella noche se había impuesto. Escogida la paila, regresó a la habitación que por varias décadas había ocultado el maltrato a propios y extraños. Él dormía a pierna suelta, boca arriba y despreocupado, como siempre. Se paró a su lado, lo miró largamente y repasó cada golpe, cada ultraje, cada insulto, cada daño grabado en su cuerpo y en su espíritu; luego, se despidió mentalmente y alzó la paila...
Comentario
Nos movilizas con este relato. Ojalá nadie discrimine, ojalá nos amemos todos de verdad.
Vilma Lilia
Tantas y tantas frases echas que se pueden decir, "la violencia engendra violencia", "el valiente vive hasta que el cobarde quiere", "pegame, pero no me dejes", pero textos que develen, condenen y hagan justicia, al menos en el papel, a la mujer nunca están de más. Siempre se van a agradecer y engrandecer por si solos. Por mi parte que decir, coincido con la voz que dice; "yo tengo dos enemigos, pues dos puntas tiene el mal, él que pisa y él que se deja pisar"
saludos
sos
MUY BUEN ESCRITO.
¡GRACIAS POR COMPARTIRLO!
UN SALUDO
Excelente poeta, hay que terminar con todo tipo de discriminación un abrazo fuerte amigo
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
CUADRO DE HONOR
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