Chencho Carrasquel, Lito Vásquez, Toto Rivas, Che Mirabal y Manuel Popó, son
entre varios, de los mejores conversadores que hay en Aragua de Barcelona. En este pueblito oriental es común que se reúnan en cualquier actividad social o cultural. Hoy se encontraron en las exequias de una entrañable amiga. Allí entre cafecitos y condolencias se llegó a tejer una interesante tertulia, donde los curiosos pudimos escuchar todo tipo de cuentos jocosos, interesantes experiencias y sabias vivencias en las palabras versadas de estos narradores quienes con habilidad manifiesta son capaces de llevar, a los siempre interesados oyentes, a lugares inimaginables a través de sus casi mágicas escenas. Vengan incorpórense a la rueda. Escuchen, se oyen voces, son ellos que nos cuentan:
LA MUDA
Después de un copioso aguacero, un grupo de parranderos trasnochados tomó camino rumbo a Laguna Nueva, caserío donde se ubicaban sus residencias. Corría, raudo, el mes de mayo, y estos se encontraban en un velorio de cruz, que se efectuaba en Guacamayo vecindario cercano al suyo. Eran catorce aventurados entre los cuales iban mujeres muy buenas cantadoras y hombres de igual estirpe, además de tres niños de los cuales una era sordo-muda. El baquiano era Borrocho, el bandolinista, que de paso siempre tenía, como buen juglar, una copla a flor de labios casi para colorear todo. Cruzaron por lo derecho teniendo que pasar por el Chiramero lugar conocido porque allí, se decía, salía una visión mala pues se rumora que el antiguo dueño del lugar hacía vida marital con tres de sus hijas. La expectación, mientras avanzan al encuentro con lo desconocido, crecía a cada paso. Las mujeres duchas en el arte de rezar, mascullaban algunas oraciones. Pero a Dios gracias, no ocurrió nada, el trayecto por aquel lugar protervo transcurrió en tensa calma. Ya cercanos a su destino, se oyó en voz del músico una estrofa que además adornó con el pimplineo locuaz del instrumento: “Compay si en otro día, paso por el Chiramero, y me sale un aparato, cuenten que muerto ahí quedo”. Se escucharon risas que celebraron la ocurrencia de aquel pintoresco personaje.
La luna que los había acompañado de pronto se ocultó en una tupida nube, por lo que los viajeros avivaron los tizones que portaban, agitándolos casi a ras de suelo, precipitados, azarosos se encontraron de frente con la zona boscosa que precedía la ribera de la quebrada Las Galeras, una brisa fría sopló entre la copa de los altos árboles y silbó entre los bajos matorrales. La vida les guardaba una ingrata sorpresa. De pronto se escuchó un berribramido infernal, espeluznante, aterrador que hizo temblar de pavor al corazón más
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valiente. ¡El Chivato! Exclamaron Temerosos al grado sumo, ¡Ave María Purísima! Pidieron protección divina, en un murmullo, que fue cortado por una voz clara, potente y aguda que en su miedo dijo ¡Ay mamaaá!. Y esas han sido las únicas palabras que a pronunciado alguna vez Teresa Aponte, la muda, siendo esta acción causa de sobresalto para los caminantes nocturnos aun más que el propio demonio, tanto que salieron corriendo dejando abandonada a la niña pues la creyeron poseída y hubo de pasar algún tiempo para que volviera a ser aceptada por aquella gente ingenua y supersticiosa.
LA SERPIENTE ECLESIÁSTICA
¿Verdad o mentira? ¿Realidad o ficción? ¿Será posible que este cuento sea producto de la imaginación de un pueblo crédulo y supersticioso? ¡Nadie lo sabe!. Un rumor callejero, se convirtió en chisme colectivo hasta llegar al ser un mito urbano.
Cuentan que al caer la noche el cura de Aragua de Barcelona, baja de sus aposentos, llena una cesta con alimentos (pan, frutas y vino) además de una buena parte de las limosnas del día y toma un pasadizo secreto que va desde la casa parroquial hasta la iglesia. ¿Qué esconde el padre? Eso ya no es un secreto, pues gracias a un pajarito que cantó aquí, cantó allá y mas allá. Se supo que el sacerdote alimenta a una enorme, que digo enorme, una gigantesca serpiente.
Dicen que el mayor Figuera fue el primer blanco en verla pues alertado por unos indios fue hasta el pozo donde se escondía tan descomunal ofidio y de inmediato hizo venir a Nicolás García primer cura de la zona, para que le hiciera un exorcismo, al notar que se quedaba tranquilita al oír las oraciones y que además se dormía al escuchar los cánticos, decidieron construir una ermita allí de manera que este hoyo quedara justo detrás del altar mayor lo que aseguraba que la serpiente escucharía perfectamente la misa todos los días.
Se sabe que don Carlos de Sucre, el que fundó Aragua en 1734, lo primero que hizo al llegar al sitio fue ir a ver a la serpiente y de inmediato escribió en su informe al Rey: “Su majestad he visto la serpiente y es grande, muy grande, grandísima….”
También se oye que fue la serpiente quien le dictó el plan de batalla a Bermúdez diciéndole “General usted es el hombre no se deje mangonear por ese patiquín caraqueño, ese no es más bravo que su excelencia”, y que además le dijo: “No escuches a Bolívar, él quiere que vayas al río donde tu caballería se atascará” y eso nos costó una gran derrota en la Batalla del año 1814.
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Un amigo quiso saber si lo de la serpiente era cierto, se hizo monaguillo y una noche siguió al padre hasta la iglesia y cuando este se fue, pudo ver en el fondo de aquel pozo oscuro unos ojos enormes como faros y rojos, muy rojos, rojitos… y escuchó un siseo amenazante ssiiii siiiiii… y adivinen que pasó, pues se desmayó, cuando despertó solo decía incoherencias y aún en estos días no encuentra donde perdió la chaveta.
El padre Oscar Ramírez duró tanto tiempo en la Iglesia (50 años) pues a la serpiente le encantaba su voz y al escucharlo cantar se dormía placida y feliz, por lo que el Papa se negaba a darle su respectiva jubilación.
Hace pocos años vinieron unos científicos del Discovery Chanel, con cámaras especiales, buzos bien entrenados y mini submarinos a control remoto, y ¿Qué creen? No pudieron encontrarla, pues debajo de la iglesia hay un río subterráneo inmenso por donde ella puede ir a muchas partes incluso hasta la represa La Estancia.
Hay quien advierta que lo único grande en este cuento es el embuste, pero sobra quien crea que la culebra existe y que como es tan grande, si se pone brava y se mueve con violencia, puede causar un gran terremoto. ¡Sálvese quien pueda!
Pero lo interesante es que Juan Hurtado, músico, poeta y… escritor, en sus ínfulas de investigador sagaz; fue a la residencia donde el noble sacerdote cumple con su obligado retiro y le preguntó: padre, amigo, usted que siempre ha puesto la verdad por delante, en fiel respeto a los mandamientos de Dios. de esta manera pretendió asegurarse la mejor respuesta, dígame ¿existe la serpiente?, y él le contestó con la voz grave que lo caracteriza, ¡pues claro que sí juanchito! y no solamente es grande además es muy peligrosa, por lo que se debe mantener tranquila lo mayormente posible, y recalcó “que pueblo es ese que el chisme, la calumnia, la envidia, el adulterio, la maldad, la hechicería no pudieran acabar en un santiamén” hay que rezar mucho, acercarnos aun más a ese pueblo confundido por las sectas, con fortaleza de convicciones, asegurando el pan de la fe católica cristiana… necesitamos a un prelado Valiente.
EL MIEDOSO
Es una costumbre -que a pesar de trepidante avance tecnológico- se niega a desaparecer, y aún en algunas ciudades y sobre todo en las zonas rurales, la gente se reúne por las noches, sea cual sea el motivo y la tertulia casi siempre en rueda se convierte en un
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escenario propicio para la narrativa, donde los experimentados conversadores dan rienda suelta al potro del verbo, en el cual los cuentos sobre fantasmas adquieren relevancia protagónica en las vivencias traídas por personas que aseguran haber estado allí mismito, por lo que aquellos de poco talante valeroso pudieran ser acometidos por crisis de pánico. Siendo esto lo que le ocurrió a un señor llamado José Rodríguez, y mejor conocido como matutico.
El personaje en cuestión, muy enamoradizo él, visitaba a una hermosa joven en un vecindario cercano a donde este vivía, fue el caso que una tarde llegó muy animoso y se quedó más de la cuenta oyendo los tenebrosos cuentos de un grupo de lugareños que hablaron de la Sayona, la llorona, el silbón, el chivato, y pare usted de contar, y entre más oía mas temblaba. La negra, como le decían a su novia, le preguntó ¿Por qué sudas? Es por el calor, respondió, casi sin aliento. Pero estas temblando, le repicó. Es por el frío, dijo tajante matutico. ¿Y entontes? Apuntó ella confundida. Tanto era su espanto que tenía ganas de orinar desde hace horas y no atrevía a ir como a cincuenta metros donde estaba el monte, a desaguar el pajarito.
Ya como a las doce de la noche se disolvió la reunión y matutico tuvo intención de pedirle a su suegro una posadita para pasar la noche, pero las normas del recato y el miedo a ser catalogado por todos como un cobarde, se lo impidieron, por lo que con animo esforzado montó sobre su burrito cano choreto pasitrotón y se enrumbó camino a su casa que quedaba a unos dos kilómetros de allí, con la dificultad de que tendría que pasar por la mayoría de los sitios donde habían contado esa noche que salían muchos espectros, sobre todo uno que se decía asustaba a los vecinos en una quebrada llamada Guacamayo donde existía un paso nombrado del muerto en su honor.
La cosa era tan dramática que matutico se asustaba hasta de su sombra a los lejos observó como si alguien lo capeaba y se le pararon los pelos pero resulta que solo era una mata de uveros. Un guiatacaminos levantó vuelo y al asustadizo personaje de broma no se le sale el corazón y hasta se orinó en la montura. Pero el clímax de la noche se precipitó justo cuando burro y hombre o hombre y burro llegaron a orillas de la quebrada, allí el jamelgo se negó a seguir caminando de hecho paró las orejas de forma horizontal lo que sugería algún peligro, y justo en el momento de mayor agitación desde la otra barranca se oyó una voz potente y afinada que entonaba una canción conocida como Cabeza de hacha: “ya me voy de estas tierras y adiós” no tuvo que hacer tantos esfuerzos para ver al extraño
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cantante, un hombre alto y todo vestido de blanco. ¡El fantasma! se dijo y en un verdadero acopio de valentía, se resteó, taloneando los hijales del burrito el cual respondió con un soberano galope, mientras matutitco con maestría sacaba el machete lo blandía en el aire y al pasar por el lado de presunto fantasma le asestó un planazo en la cabeza, el fantasma ni se quejó y en medio de su alocada carrera el valiente lugareño escuchó como cayó pesadamente.
El valeroso matutico exaltado llegó a su casa contándole a todos el tenebroso encuentro con el fantasma, pero algo ocurrió que hizo crecer aun más la leyenda pues al otro día un señor llamado Carlos Blanco anduvo muy molesto buscando al que esa madrugada le había marcado la calva desde la frente hasta la nuca y los que ya sabían el chiste lo convencieron de que se trataba del famoso fantasma el que le había salido y le había pegado por lo que este hasta el sol de hoy cuenta muy creído su encuentro con el fantasma de la quebrada.
SAN JULIAN
Por pura necesidad un humilde labriego se internó en la espesura del monte con la única intención de ubicar un árbol de madera maleable con el cual construirle un sillón a su burrito. Cuando había andado algunos metros observó un robusto y frondoso Tarare cuyas ramas perfectamente derechas pudieran servir a su propósito, por lo que cortó una y en breve tiempo se centró en su labranza mostrando gran maestría en el uso del machete única herramienta que lo acompañaba en su labor, después de unas horas culminó su obra de cortes casi perfectos. Miró aquella noble planta a la que cercenó y con mucha delicadeza le pidió perdón, sintiendo algo de tristeza pues en su trabajo no calculó bien la cantidad de madera que necesitaba y resulta que le había sobrado un rolo como de cuarta y un jeme de largo.
Sintiéndose un algo cansado, se sentó en el suelo y mientras pensaba daba cortes sutiles con su machete sobre aquel pedazo de madera, duró así un buen lapso de tiempo. Cuando decidió levantarse observó que sobre aquel palo inerte sus cortes continuos habían creado una especie de bosquejo, una figura que parecía humana, una cara perfecta, un cuerpo al que debía dar forma, de manera que decidió terminar aquello con la sorpresa que al concluir la talla de aquella lograda figura, parecía un Santo, como ese día, recordó, se celebra el día de San Julián “El Hospitalario”, labró en la base de la imagen ese nombre, lo colocó en un morral y tomó camino a su casa, la que se ubicaba a unos kilómetros de allí,
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no supo cuando ni donde pero quizás debido a sus alegres galopes, en función de probar el nuevo sillón de su jumento, de tanto brinco, el Santo se le perdió, lastima dijo al llegar ¡me quedó bien bonito!.
Dio la casualidad que ese día desde un caserío cercano traían en parihuela a un hombre con una puntada en una costilla cuyo malestar inclemente lo hacía gritar de puro dolor. Tan insoportable era su dolencia que llorando demandó a sus cargadores que lo dejaran morir allí bajo un tupido mamón al lado del camino, el pueblo esta muy lejos no va a llegar vivo presintieron los acompañantes, pero cuando lo pusieron en el suelo, algo duro, rígido, áspero, presionó el sitio donde tenía el dolor y se escuchó un sonido ronco, estridente, cual rugido de león, seguido de un olor fétido, de los que llaman regaña nariz, inefable indescriptible con palabras, intangible hasta para los pensamientos y ¡santo remedio! Aquel infeliz vecino curó milagrosamente. Al voltearse a ver que fue lo que había salvado, calló de rodillas dando glorias a Dios, fue este santo ¡aleluya!. Se levantó y siguió su camino rumbo al pueblo donde buscó al cura, relatándole aquel supuesto milagro hecho por aquella imagen con nombre de San Julián el hospitalario, el sacerdote estupefacto constató que, efectivamente, aquella figurilla guardaba relación con el perfil que hasta ahora se tenía sobre el portentoso santo y desde aquel momento su fama se regó como pólvora y los milagros se multiplicaron. Sanó el pequeño Santo lo que los médicos creían incurable, acabó con pestes, erradicó la tuberculosis, y se adjudicó la fe de tantos cristianos, que tuvo grandes camazas llenas de oro y plata, además de rebaños de ganado, le hacían velorios de varios días con típico carato, canto de aguinaldos, galerones y fulías.
Un día con motivo de la celebración del aniversario de su aparición que por estas cosas del destino coincidía con la fecha consagrada para él, le organizaron un fastuoso velorio en casa de su cuidador don Tarcisio Serrano, allí el bandolín, marcaba los melódicos compases del aguinaldo que entre otros cantaba el humilde labriego de hábiles manos que por cosas de la casualidad le dio forma y vida al poderoso milagrero quien sin embargo fue durante toda la vida discreto en cuanto al tema y jamás mencionó su intervención en el hecho pero en su canto siempre decía: “De las ramas de un tarare, sacaron a un San Julián, del sillón de mi burrito, es hermanito carnal”. El secreto se lo llevó a la tumba, solo me lo dijo a mí y yo se lo cuento a usted de forma extremadamente confidencial.
Pasaron los años el santo se hizo muy rico y con él los herederos de su cuido
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quienes se mudaron del Cucharo a una ciudad capitalina donde a lo mejor este no tenga tanta fama y donde los hombres no son tan creyentes. Pero aquí su poder aun se recuerda, y todavía existe quien le rece con fe.
PELIGROSO
Una tarde, cuando Peligroso regresaba de la laguna donde estuvo bebiendo un poco de agua y sesteando el intenso calor del medio día, encontró que sus amos, subían todos sus corotos a un camión y sin despedirse, iniciaban una azarosa mudanza. Peligroso, La Colorada -su pareja- y sus pequeños hijitos, corrieron tras el vehiculo, pero no pudieron alcanzarlo, desistiendo al rato en desatención al aliento de los niños que pedían siguieran corriendo. Esa noche el noble can sintiéndose abandonado, alumbrado por la Luna, aulló sin descansar.
Días después Peligroso y familia se encontraban en casa de los abuelos, allí esperaban con ansias el encuentro con sus amos que periódicamente venían de visita, durante esos tiempos, él era dichoso y feliz. La Colorada su hembra había muerto por causa de una picadura de Cascabel aún pese al esfuerzo de su compañero que al ver la amenazante serpiente saltó con agilidad inimaginada tomando al ofidio por la cabeza en el mismísimo aire, más no pudo evitar que los punzantes colmillos del reptil alcanzaran a su compañera. Pero la fatalidad llegaba para quedarse he instalarse cerquita, alevosa y traicionera, tocándolo de nuevo, cuando otra vez se encontraba en la laguna. Llegó y no encontró a nadie, corrió, llamó y tal como en la noche de la mudanza de sus amos, aulló, aulló…
En la mañana pensó: Iré a casa de mi hermana en Guastrantal tal vez los abuelos estén allí. Luego de unas horas de camino, cruzar el río, pasar por la carretera nacional y buscar hacía Uverito II, se encontró con Peligrosa, su hermana, quien le contó que había escuchado que su ama dijo que: la abuela había muerto ese día, y que debía ir a su entierro. Por lo que el inteligente canino, desesperado, angustiado y lleno de tristeza tomó la carretera de La Guacharaca por lo derecho y buscó rumbo al pueblo. A los tres días llegó a Buenos Aires, preguntó a un colega -después de su saludo de rigor que incluye un examen
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olfativo anal- donde estaba y con guau incluido el interlocutor le respondió con voz influida por el acento pueblerino: “En Aragua de Barcelona, compa”. Después de descansar sus patas, beber agua y conversar un poco, ustedes saben hacer relaciones sociales nunca está demás.
Indagó entre los amigos, examinó, y luego de casi todo un día finalmente llegó a la tumba de la abuela. Allí estuvo recostado muchas horas, aró el suelo donde yacía la noble anciana y otra vez, aulló, aulló…
Rato después estaba en la casa con sus amos, jugando con los niños: “Peligroso”, dijeron llorando ¿como hiciste para venir?, él movió el rabo en señal de alegría por haberlos encontrado, sobre todo al abuelo que sentado en una silla solo podía llorar, a él lo acarició con su lomo, y poniendo sus patas delanteras sobre las piernas del anciano, pareció haber dicho: “lo siento abuelo, se lo que estas sintiendo, yo también perdí mí pareja”.
Cuando el abuelo volvió al campo, el perro lo acompañó, volviéndose desde entonces inseparables, el uno conformaba al otro y viceversa. Pero sus viajes al pueblo siguieron y siempre que el abuelo enfermaba servía de correo, ya para ese entonces Peligroso había alcanzado fama, todos lo conocían, le daban agua, le guardaban alimentos y lo saludaban con cariño al reconocer en la distancia su color blanquecino y su porte altivo de legítima raza crica (Criollo-callejero). Mas una sorpresa inesperada truncó su ambición aventurera, cuando un diciembre lejano, se celebraba la elección de un tal Luís Herrera Campins y una descomunal caravana con ferviente griterío y lanzamiento de cohetes a granel, recorrió las calles de todo el pueblo y esto asustó tanto a expedicionario que pensando en que la guerra se había prendido, se largo a toda carrera y no regresó más nunca al pueblo. Sus camaradas por su puesto se rieron a más no poder de esta campesinada.
Peligroso estaba lejos de poseer el pedigrí de la súper estrella Lassie y mucho menos el del afanado Rin tin tín, pero hizo gala del renombre que se les ha otorgado, al ser esta noble raza denominada como: “Los mejores amigos del hombre”. Él murió de viejo, dormido en una hoyo que cavó en el suelo, acurrucado quedó en paz , ya no respondió al llamado del amo que le acercaba una arepa a la boca, esa mañana al darle sepultura, el abuelo Lloró, lloró, lloró….
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LOS CURAS DE ARAGUA DE BARCELONA
Durante su tan larga trayectoria, Aragua de Barcelona, siempre ha contado con curas de mucho carisma, quienes no solamente se han conformado con preservar o resguardar la fe católica cristiana sino que a la vez se han consustanciado con las problemáticas que aquejan a la localidad y muchos de ellos han sido protagonistas de proyectos que de alguna manera han contribuido con la búsqueda de soluciones.
Recordado siempre ha sido don Nicolás García, el primer cura párroco que tuvo este pueblo, inclusive algunos historiadores lo señalan como fundador de la Villa de Belén, pero si algunos merecen ser destacados, estos son: el presbítero Manuel Barroso, y el padre José Antonio Eduardo Hurtado, ambos nacidos en esta población y quienes ni cortos ni perezosos colgaron sus sotanas y se enrolaron en la lucha independentista, cosa que merece un capitulo aparte en la historia patria, siendo tan notoria su participación que llegaron a obtener grados militares de importancia y cargos relevantes en la política. Imborrables todavía en las mentes lucidas de ancianos de los pueblos son las historietas de estos legendarios sacerdotes.
Pero hubo uno que de una manera sorprendente se aseguró una especial nota este fue Fray Bernardino de San Hipólito, clérigo de origen español que estuvo durante muchos años en esta localidad y la tradición oral le achaca la creación del mas añejo y afamado mito.
Contaba una anciana, en su lecho de enferma, que en el mes de julio de 1814, ante la amenaza de la eminente invasión de las hordas asesinas de José Tomás Boves, veinte mil caraqueños emigraron hacia el oriente venezolano, cargando sus más preciosas posesiones. Salieron por la montaña de Capaya, buscando rumbo a la costa, 23 días después llegaron a Barcelona. Pues es el caso que un buen numero vino a Aragua de Barcelona en búsqueda de la ansiada paz que les permitiera una vida tranquila, pero aquí, los alcanzó Morales, y el día 18 de Agosto del mismo año, se desató la batalla más sangrienta de toda la Guerra de la Independencia. En previsión, ya el padre Hurtado un día antes sugirió a los habitantes escondieran sus posesiones mas preciadas (oro, plata y joyas) en el aljibe que se
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encontraba dentro de la Iglesia a manera de protegerlos del saqueo, si se perdía la batalla. Con el resultado adverso que se produjo por la tozudez de Bermúdez quien no aceptó el plan de Bolívar, el ejercito vencedor la emprendió, como era previsible, en contra de la población no respetando ni siquiera la santa Iglesia San Juan Bautista, donde entraron orondos y perpetraron la más funesta carnicería por lo que no quedó nadie que pudiera decir donde estaba el cuantioso tesoro de la ciudad. Tres mil quinientas almas se dio la muerte en funesto banquete.
Treinta años después, terminada ya la lucha independentista, hubo un inclemente verano que hizo que el río Aragua mermara su dote de agua dulce y fresca, quedando como única fuente del vital liquido, los pozos que estaban dentro de la ciudad los cuales también se estaban secando. Fray Bernardino que estaba al frente de la Iglesia, solidario como debe ser, puso a disposición del pueblo el manantial que se encontraba en la casa de dios, diciendo “Si es de Dios os pertenece a todos”. Trascurrido cierto tiempo este pozo comenzó a secarse también, por lo que cada vez más seguido había que añadirle metros de cuerda para atar el tobo, en este devenir ocurrió un hecho sorprendente mientras el Fray sacaba agua para su uso personal observó en el fondo del envase que ya tenía en las manos unas brillantes morocotas ¡Ave María Purísima! Exclamó se armó un limpio, volviendo a lanzar el tobo, para sacar esta vez unos collares de perlas y joyas con piedras preciosas, ¡Alabado sea Cristo! Cayó postrado, con esto construiré una nueva iglesia y siguió lanzando el tobo al pozo.
Pero aunque estaba seguro que aquello era obra de Dios, pensó en que este hallazgo tenía que tener una explicación humana y comenzó a investigar de forma eso sí muy cuidadosa, no quería que nadie se enterara de la inmensa riqueza que estaba en la Iglesia, entonces por casualidad escuchó que un viejo soldado se preguntaba que donde esconderían los aragueños sus reales que ni Morales pudo encontrarlos. En aquel momento tuvo la respuesta al maravilloso descubrimiento que había hecho, sin embargo ahora estaba temeroso pues eran tiempos violentos, donde a cada rato estallaba una revolución y temiendo que algunos facinerosos utilizaran uno de estos proyectos políticos para saquear y destruir a la Iglesia. Pidió a Dios en su oración le diera una solución a este preocupante problema y el señor omnipotente le cumplió pues a los pocos días tuvo una magistral idea.
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Comenzó primero a regar un comentario dentro de las feligresas, previa advertencia de que no lo comentaran y a sabiendas de que estas señoras lo primero que iban a hacer era chismorrear, les dijo: “hermanas he comenzado a escuchar dentro del pozo ruidos extraños”.
Al poco tiempo construyó una enorme cabeza de serpiente la cual elaboró con la boca abierta, además de colocarle enormes ojos rojos y por casualidad se hizo acompañar por el monaguillo más lengua suelta, a quien con anterioridad lo hizo jurar de que no divulgaría lo que vería, pero tal como lo previó el padre Bernardino de San Hipólito, por causa del rumor que el mismo lanzó a la calle, en toda la población se escuchó y se escucha que dentro de un pozo que hay en la Iglesia San Juan Bautista existe un gigantesca serpiente que hay que alimentarla y rezarle mucho pues si se pone brava pudiera sacudirse y causar un gran terremoto, pero en realidad, según nos contó esta anciana, es que la serpiente fue un mito inventado para resguardar un inmenso tesoro.
BANDOL
En la remota provincia de Ina, en un reino olvidado, ubicado; quizás en la antigua China, en la fabulosa India, o en la mística Arabia, vivió un ermitaño, llamado Bandol o tal vez Mandol, se sabe de el, que antes de alejarse del mundo fue un gran sabio, maestro en ciencias esenciales, por lo que se atribuye a un exceso de conocimiento, la probable perdida de cierta lucidez mental. Ya que era tal su ansia de aprender que pasaba noches enteras recitando formulas, haciendo cálculos, realizando tensas investigaciones, obviando así darle el debido descanso a su mente y cuerpo.
Aquel anciano menudo de barba prominente, ojos escrutadores y culto hablar, de pronto quiso estar solo. El ruido le molestaba, la gente le resultaba fastidiosa, hasta el estudio dejó de ser su principal requerimiento. Abandonando poco a poco, su contacto con el mundo y con todo vestigio de la civilización. Dejó esposa, hijos, y de pronto ya mas nadie supo de él.
Una cueva a muchos kilómetros de distancia de la ciudad más cercana fue por años su hogar, allí hablaba con su yo interior en profundas meditaciones que alcanzaban tal nivel que hasta era posible pudiera comunicarse con Dios. Llegando a alturas de espiritualidad
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muy elevados. A pesar de su aparente abandono de todo dejo de civilidad nada le faltaba pues aquel tosco medio donde habitaba le ofrecía grillos y demás sabandijas que comía con gusto y agradecimiento, parecía residir cómodo dentro de aquel claustro voluntario al cual se sometió. Sin embargo un milagro estaba por ocurrir:
Un día Bandol, se sorprendió de una extraña habilidad que había desarrollado pues de forma inexplicable tarareaba, silbaba, o cantaba hermosas melodías de una armonía tal que parecían haber sido elaboradas por el músico más virtuoso del mundo conocido. Curioso, indagador, escrutador como era, amante de la investigación y de la búsqueda constante del conocimiento de inmediato se empeñó en encontrar una respuesta a tan extraordinaria hazaña.
Después de mucho tiempo de total observación, de todo cuanto le rodeaba, pudo darse cuenta de que una gota que se desprendía del techo producía un cacofonía que iba de aguda a grave al chocar contra la superficie de una especie de piscina natural, la que al rebosarse producía otra gota que ocasionaba el mismo efecto salvo una notable diferencia en cuanto a intensidad y así ocurría sucesivamente en su recorrido por otras tres mini piscinas ubicadas en secuencia hasta caer en el pozo que le proveía del vital liquido. Ahora bien, ya tenía la matriz de los sonidos faltaba tan solo saber como construir aquella cadena de notas para producir una canción tal como de manera subliminal su subconsciente lo había hecho. Años de análisis le tomó a Bandol, percatarse de que en aquel fenómeno insidian y de manera puntual, las estaciones del año (pues en verano la gota era más pequeña que en invierno), también contaban las fases de la luna, la acción de los vientos y algo muy importante dependía esencialmente de los humores del cuerpo, de la alegría, de la tristeza, de la soledad, y de todo lo que domina las emociones.
Entonces siendo él, también un hábil artesano construyó un instrumento musical al cual colocó cuatro cuerdas que imitaban los sonidos que logró aislar y que él consideraba eran los más constantes, a la caja de resonancia de esta obra le dio forma de gota de agua para honrar a su inspiradora, después notó que no podía imitar la expansión que este vibración sonora dentro de la cueva para lo cual ideó incluir otras cuerdas de forma que
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fueran ordenes dobles. Posteriormente le tocó imitar la naturaleza y una vez conseguido su propósito Bandol volvió al mundo a maravillar con su instrumento al que todos llamaron Baldol de Ina o Bandolina.
EL ANDARINO
Doce horas tomaba a los antiguos comerciantes trasladarse desde Caigua a Barcelona. Papelón, casabe, maíz, huevos criollos, cochinos y hasta reses eran las mercancías que estos aventureros llevaban hasta el mercado de la Chica donde se aseguraban una muy buena venta. María Rosario Urbano, viuda a temprana edad, se especializaba en la venta de cueros de chivo, material que los hábiles italianos, radicados en la ciudad oriental, convertían en elegantes zapatos.
Ella gustaba de hacerse acompañar en estas travesías, por lo general hechas en horas de la noche, por Moisés su hijo mayor o por Jesús, que le seguía en edad y rango, pero en una oportunidad, por gracia de un resfrío ninguno de ellos estuvo disponible, por lo que tuvo que mirar hasta donde estaba su vástago menor, presto a cualquier cosa, y a la voz “Juan ven conmigo”, ya este montaba sobre el burro, con entusiasmo manifiesto taloneándole los hijales.
Se desandaba el año 1933, Contaba Juan, en ese tiempo, con tan solo ocho años, y nunca había visto la ciudad, salieron en caravana como a las cuatro de la tarde junto con otros compañeros de profesión. Ya a las ocho, pasado el tramo boscoso por donde se decía había Tigres, comenzaron el ascenso por el cerro de Diego Felipe, bajando a media noche, para encontrarse de frente con las sabanas del Juncal, esa planicie, donde Piar en dura batalla derrotó al ejército realista. Cardones, y juncias es lo único que crece en aquellas dieciséis áridas leguas. En eso Pedro Arupon, el que trasportaba los cochinos, quien iba rezagado de la caravana, alertó: ¡Muchachos el Andarino! Entonces todos vieron hacia atrás como una enorme bola de fuego les perseguía acercándose veloz y peligrosamente. María Rosario, se acercó a su inexperto hijo, diciéndole en el oído “no tengas miedo, solo dile las palabras”. Recordó entonces Juan su formación. Desde muy pequeños los reunían para hablarles de las vicisitudes de la vida y en esa conversa siempre se refería el secreto de cómo vencer al Andarino, fantasma o fenómeno milenario que persigue a los comerciantes
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avaros.
Bajo un cotopriz frondoso, todos los niños, hijos y nietos de los comerciantes caigueros, escuchaban en voz de los mayores el reglamento o instructivo para sobrevivir en el duro negocio de vivir. El juego de las armas, que era un entrenamiento en el arte de pelea con el garrote llegando sus practicantes a tener tanta habilidad que era difícil ver que alguno recibiera un golpe. El Espunton, una danza cumanagota típica de su estirpe indígena y lo más importante la Leyenda del Andarino, la cual se remonta a los tiempos cuando Jesucristo trajinaba por el mundo, decían los versados que “El gran maestro caminaba por agrestes planicies de Judea predicando, cuando sintiendo mucho calor y sed, llegó a una humilde casita, a un lado del camino, entonces con gran respeto pidió a la pobre anciana que estaba en el lugar, le regalara un poquito de agua, ella que yacía arrodillada en el suelo orando a Dios con devoción, se levantó sin mirarle, fue al patio y trajo una pequeña totuma llena agua, el señor la bebió gustoso, pero al marcharse, tomó por las manos a la anciana y mirándola fijamente, le preguntó ¿Por qué, noble mujer, si teníais un baso de oro lleno de agua frente a ti, fuisteis al patio a buscar agua en una totuma para darme? La anciana contestó con seguridad “Ese vaso esta consagrado solo para que beba agua el Mesías cuando pase por aquí, por eso y para eso vivo”. El maestro, le apretó las manos, tomó el vaso y le dijo “has fallado”, la mujer cayó postrada.
Mucho rato después llegaron a una suntuosa casa donde fueron atendidos por varios sirvientes, quienes al distinguir las vestiduras pobres de los visitantes, quisieron echarles, diciendo: “aquí no queremos mendigos”. Jesús abrió los brazos y con su poder de convicción hizo venir al dueño del lugar, al verlo salir el maestro señaló que lo único que querían era un poco de agua, el amo, como le decía sus sirvientes, de forma brusca gritó “aquí el agua se vende” Jesús sacó el vaso y preguntó ¿con esto será suficiente?, el avaro comerciante con los ojos exaltados, le arrebató el vaso y le hizo llegar una jarra de agua.
Cuando se alejaban, el apóstol Pedro, su mas cercano, le interpeló un tanto confundido; señor por qué quitaste el vaso de oro a la anciana, el cual era su única posesión de valor, en cambio lo das a este comerciante usurero, sin chistar. Ah Pedro, querido Pedro –reflexionando Jesús- Esa anciana dedicó su existencia a esperar al Mesías para darle de beber en ese valioso vaso de oro, más a su paso no pudo reconocerlo, estonces
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pecó… y aquel comerciante que nada mas vive para acumular riquezas, aprovechándose la necesidad ajena, solo le faltaba venderle el agua al redentor, entonces también pecó. Mira hacia atrás Pedro y al ver este, como la suntuosa casa ardía en llamas, enunció “Anda y andarás andarino, por siempre por los caminos”. El comerciante salió de la casa hecho una bola de fuego y desde entonces baga en persecución de los que se aplican en esta profesión manejándola con usura y avaricia
Sabiendo esto cuando el temible espectro pasó por el lado del niño, suspendido en el aire como a un metro del suelo y produciendo un sonido como de ventilador encendido, este le dijo con firme y potente voz tal cual lo hizo Jesús: “Anda y andarás Andarino” y él siguió su camino relampagueando como por tres veces más por la Sabana del Juncal en su ruta hacia el Mar.
Unos meses después supo de la importancia de saber ese secreto, pues un comerciante de Aragua de Barcelona, se aventuró por aquellos senderos y a los días se encontraron sus mulas y el monte a medio quemar que dio pie a pensar que se lo había llevado el Andarino.
OTRO CUENTO DE NAVIDAD
Traumática resultó ser la navidad de 1967 para Félix Díaz, contaba para la época con tan solo cinco inocentes años, cuando en un acopio de astucia y/o curiosidad elaboró el plan perfecto para entrevistarse con el Niño Jesús al cual tenía que hacerle una que otra pregunta. Fingió con talento histriónico estar dormido y con mayor entereza soportó las subsiguientes horas de sueño, hasta que pasada la media noche con decepción y mayor frustración, observó a su madre acercársele y poner a un lado de su pequeña cama el carrito a control remoto que él en sentida carta había solicitado como regalo y premio a su buen comportamiento.
No dijo nada de esto jamás, pero su cara se frunció desde entonces dejando notar la perdida total de la natural candidez propia de todo infante, convirtiéndose en una especie de ser anti-felicidad, incrédulo y dubitativo de todo rasgo de buena intención en las personas
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. Como disfrutaba al ver la cara angustiada de los niños cuando con sátira les rebatía con pruebas en mano que el Niño Jesús no existía y el que creyera en eso era un pendejo.
A pesar de este, digamos inconveniente, no se puede decir que Félix fuera un duende o un monstruo de la talla de otros cuentos, al punto de afirmar que tuvo una niñez feliz, fue un adolescente activo y de hombre se convirtió en un exitoso empresario. A la edad de cuarenta años aunque no creía en el amor, “se enamoró” y se casó con una linda muchacha y al poco tiempo tuvieron su primer hijo, retoño que se erigió como pináculo de toda su atención.
En diciembre de 2004, Félix, más alegre que nunca fue a una gran juguetería y compró muchos obsequios para su nene. Y al salir con grandes bolsas atestas, observó con atención inusitada, a la entrada de aquel Centro Comercial, a un grupo de niños un tanto harapientos y desaseados que miraban en las vidrieras los juguetes que nunca tendrían y visualizó en aquellas caritas sucias la sonrisa de su pequeño hijo y sin pensar regaló todos los juguetes que había comprado a aquellos niños y desde aquel momento financia a través de su compañía un programa social destinado a llevar un juguete en Navidad a todo los niños pobres de los barrios aledaños donde funciona su empresa. Pero lo más importante es que Félix dice sin ruborizarse que el niño Jesús “si existe”, “que vive en nuestros corazones” y es aquel halo de bondad que nos enternece y hace dar la alegría de un juguete a un niño en navidad. ¡Gloria a Dios!
MANAGUA
En la construcción de histórica de los pueblos indudablemente juega un papel preponderante el concurso de los grandes hombres y mujeres, aquellos de brillante carrera política o militar, de alta posición social, de extensa preparación académica, de fulgurantes logros profesionales, mas sin embargo existen en cada comunidad personajes que lejos de estar incluidos en los anteriormente nombrados renglones solo con bonhomía, logran constituirse en parte inestimable del que hacer diario de un conglomerado social. Ese es el caso del Sargento Managua, catalogado por muchos como hombre de lento entender o
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mas bien, de ser propenso a cometer inocentadas que la mayoría señala como boberías, pero en su defecto es Managua personaje de inagotable don de trabajo, quien a pesar de llegar a ser alto funcionario policial mostró siempre mucho respeto hacia todos ganándose en correspondencia el cariño y admiración de sus conciudadanos. Se hace mención aquí de algunas de sus anécdotas más conocidas para usted amigo lector saque sus propias conclusiones:
Se narra comúnmente al referirse al memorable Sargento, que en una oportunidad fue comandante del puesto policial de un pueblito de la Zona Sur del Estado Anzoátegui, allí se encontraba de regio uniforme, sentado en la Plaza Bolívar libando un sabroso café cuando divisó a la distancia a un hombre de estatura pequeña, piel blanca, de contextura gruesa, que le pareció conocido, siendo un sabueso policial de alto entrenamiento, se acercó notando que era el mismo que días antes había salido retratado en el periódico, donde se decía que estaba siendo solicitado por cometer una gran estafa. El Sargento se dirigió a este individuo revolver en mano, diciéndole ¡ciudadano esta usted arrestado! Aquel maleante en respuesta a la voz de alto abrió una maleta que portaba y le dijo “déjeme ir y quédese con esto” mostrándole alrededor de Diez Millones. El honrado policía, monto en cólera y tomándolo por la trabilla del pantalón, puso en función su enormes proporciones y corpulencia, levantándole a la vez que le notificó “Ahora si te jodiste, además de estafador tratas de sobornar a un funcionario” y en peso lo llevó al comando donde por casualidad se encontraba pasando revista un alto funcionario policial quien al ver la imponente hazaña, lo felicitó, exponiéndolo como ejemplo a sus compañeros y tal vez temiendo sucediera algo raro, tomó la decisión de llevar él mismo al preso hasta el comando general, y así lo hizo, solo que aquel reo jamás llegó a prisión, además de que la novedad nunca se tomó, los policías del pequeño puesto fueron cambiados abruptamente y de la noche a la mañana un Inspector policial se hizo muy rico. A los años Managua volvió a ver al hombre de la maleta y este le dijo, ¡estas limpio por pendejo! y se alejó riéndose de él.-
Otra anécdota celebre del policía grandulon es la que sigue: “Estando Managua de guardia en el Comando Policial de Aragua de Barcelona, recibió la orden inmediata de parte del comandante de tomar una patrulla y dirigirme de forma urgente al caserío
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Manapoco donde presuntamente había aparecido una osamenta. El obediente funcionario hizo el saludo rutinario y mientras decía: a la ¡Orden mi Comandante! Trancaba las botas y se alejaba presuroso. Pasadas ya seis horas de su partida el comandante y todo el personal comienza a preocuparse pues el Sargento no llega ¿será que le pasó algo? Se preguntaban, como a los cinco de la tarde finalmente llegó todo sudado, sucio, con la ropa llena de cadillos y los brazos rasguñados. ¿Qué le pasó a usted Managua? ¿Qué carajo Hacía? Interpeló el comandante encolerizado. “Mi comandante ahí en ese monte de Manapoco no encontré ni un jozo lo que jallé fueron estos huesos, y los metí en un saco, y me los traje”.
Finalmente se trae a colación la ocurrencia que hizo que este popular ciudadano fuera expulsado del cuerpo uniformado: Eso fue en una ocasión en que el Sargento era comandante del puesto policial de un pueblo cercano a Aragua de Barcelona, en ese momento se encontraban en los calabozos varios presos, dentro de los cuales uno era considerado de alta peligrosidad, el mismo que debido a su larga estadía en el recinto había cultivado gran amistad con su improvisado carcelario. Y ante la ausencia de visitas de algún familiar, Managua se convirtió en prácticamente su hermano, era tal la confianza entre estos que una noche el preso le mencionó al policía: “Provoca un cigarrito” y el sargento que le encantaba fumar, de igual forma sintió ganas de humear, más tenían un problema todo el personal estaba de recorrida por el pueblo y estaban solos, entonces el comandante tuvo una genial idea: “anda a comprarlos pues, pero vienes ahorita” “toma estos veinte bolos”. Y hasta el sol de hoy, el reo agarró esa papayita y lo único que aún le duele a Managua es que no le trajo el vuelto.
Cuando todos reían de estas ocurrencias, sonó solemnemente el tercer doble, mientras sincronizadamente la carroza fúnebre se colocó en la puerta de la funeraria, la rueda se disolvió, fijando los presentes la vista hacía la puerta principal por donde debían sacar la urna con la malograda difunta, de repente uno de los asistentes mencionó “llegó la perra” , los curiosos la observaron con admiración, era esta noble representante de la raza canina una invitada especial en todos los entierros habidos y por haber en la localidad, pues tenía la costumbre digamos excepcional de asistir y acompañar a los dolientes en el acto de entierro de algún familiar, era tal su solidaridad, difícil incluso de observar en las personas, que se ponía delante del cortejo, hasta la iglesia, donde esperaba afuera, luego seguía hasta
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el cementerio donde entraba, para regresar cuando finalmente el difunto era puesto bajo tierra. Este enigmático animalito gracias a esta increíble cualidad se había hecho acreedora de poemas, compuestos por reconocidos bardos locales, programas de televisión y reportajes en periódicos, incluso brujos afamados realizaron una sesión espiritista y lograron determinar que se trataba de una reencarnación de María Casquito, un recordado personaje local conocido por padecer una anomalía mental, que para nada le impidió ser célebremente conocido, que además que tenía la misma costumbre que presentaba la perra. Pero sobró quien dijera que por el color negro del animal más bien se tratara de la mismísima muerte. ¡Sape gato ñaragato!
El Doctor Fajardo, Juan Gil (el Cronista), Pedro Salazar (Historiador), José Gamboa (Poeta) y Alberto Salazar Martínez (Locutor ), desde sus respectivas trincheras la hicieron famosa a tal punto que no hay nadie en Aragua de Barcelona que no sepa de su historia.
Hasta luego muchachos será hasta otra reunión. ¡Dios quiera no sea en un entiero!.
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CUENTOS QUE SE CUENTAN
Autor: Urbano Pilleri
Comentario
que valientes los acompañantes de la muda, yo que ella los mando a freir monos jajajaja.
jajajajajajajajajajajajaja me has hecho reir con tusa cuentos, ese policia es mas bobo que el chavo jajajajajajaja
un placer pasar por tus letras
un abrazo
jajajajajaja
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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