Todo se pierde
Se pierde la esperanza, se pierden los poetas
se pierden los deseos cuando la vida nos las juega
se pierde el intelecto cuando apenas comienzas el
camino del andar y el desandan
se esfuma todo cuanto desees,
el trabajador desaparece, el director de la orquesta
se fuga, la hoja ahora pertenece al hambre del invierno
se pierden los profesores por culpa de la política y la historia
se desvanecen los policías por perseguirse a si mismos
se evapora la forma
de la palabra,
de la literatura,
del sonido cuando fracasa el amor,
cuando no hay nada que decir, cuando estas solo
se vuelve huidizo el sueño cuando estalla la caravana
de sentimientos, se evapora el bar cuando el coñac, esta
servido y al hombre sólo le faltaba un trago, para perderse
y volver a desaparecer.
Confesión prosaica
Confieso
siempre he creído ser una sola persona
y hasta ahora sigo pensando lo mismo,
aunque a veces dudo, pero los días
y la multitud siempre cambian,
cambian en cada amanecer, cuando perdura
un mismo poder, cuando el sol enamora a la
luna, cuando el suicida interrumpe su poema,
cuando los árboles hacen sus orgias nocturnas
y crean un amor vegetal.
Confieso mis pecados
todo el mundo los conoce, todo el mundo los
ha tomado para si y los ha vuelto suyos.
confieso mi venganza todos decapitamos
la moral.
Confieso que el diablo llegará, él me lo ha
dicho, susurra como mujer los sueños que
Dios se inventa, se confiesa lo inconfesable,
se explica lo inexplicable, se mueren los muertos.
Confieso que un cuchillo he puesto en el vientre
de una flor y le he dicho: “súbete la falda, abre las
piernas, grita lo que quieras, déjate llevar”.
Confieso que no se nada cuando el Prozac
se vuelve vitamina para todas las sombras
que aniquilan su mente.
Confieso lo abstracto de un pensamiento que es
humo dentro del sueño, sexo que nos llama
desde el inconsciente, confesión prosaica
clara como el día, oscura como la noche,
Instantánea como la soledad.
Perfume de dos cuerpos
Caminando por las calles recuerdo el día que
tropecé con tu morena figura desconocida
tu imagen ejerció en mi sangre un dulce
deseo que sabía a néctar ingenuo, a fragancia
de rosas desnudas, a sudor de vida, a entrega.
Mis venas se hincharon como río que colapsa
te perseguí, tampoco me conocías pero al fin
tras el insistir de mi cuerpo sobre el tuyo
se silenció tu resistencia, aspiramos sólo lo simple de la niñez
lo real de los sueños que ingiere tu espacio cuando la sangre
empieza a correr y el pulso aumenta queriendo saciar el animal
que busca comer de tu carne y fumar de tus labios en la intensa
lucha de lo fálico contra lo suave y profundo de tu cuerpo, aquello
que cede ante la bella muerte que se dice ser inmoral pero que
es vino, veneno, vida, verdad, potencia en ascenso cuando los músculos
profanan lo puro y lo convierte en poesía en movimiento, en serpientes
que se enrollan en mi cuello, en cuchillos que rasgan mi pecho, saliva que se
va tornando seca, piel en ofrenda que llega al éxtasis en colisión entre gemidos
y silencios, que ahora, lentamente, se van tornando suaves, pausados, flácidos,
líquidos, después descansan en un lecho tranquilos, susceptibles, desnudos
realmente conocidos por el verdadero perfume de dos cuerpos.
Edgar Sánchez
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