Yo siempre he buscado el movimiento de los días, he caminado con o sin rumbo, me he cortado y he sanado, he bailado en los bares de la ciudad, fornicado en los baños ajenos, fumado de las más frescas y secas hierbas, derrochado varios placeres de la vida, sentido temor al dolor, pero gusto al bailar con él, he sembrado
café,
ganja,
madera,
piel,
bebido de los labios de la noche, en el vaivén fracasado, a veces ganado, he caminado acompañado de las calles, la lluvia, de gente sin nombre, he educado a quien nunca lo fue, he visto la mirada y la sonrisa de una representación viviente de rayuela, de una rayuela rota y repetida que quizás represente algo o no, he profanado un regalo de palabras y promesas, he danzado con un camaleón, bebido con los duendes femeninos de la noche y cortado tu alma sin querer, sólo para luchar por nuestra vida, una vida que ya no quieres, porque no te gusta como uso y corto con mi espada lo que fue, esta y vendrá, ¡si! lo que está y vendrá, que siempre será tuyo estés o no, para decirte carpe diem y hasta mañana, sólo por hoy.
Edgar Sánchez
Sangre de tierra y mestizaje
Mí país es movimiento y eclecticismo que suena en cada boca y sentir del pueblo cuando este grita su dolor o felicidad con toda la potencia del tambor, voz y alma de nuestra nación.
Su cuerpo son 23 estados donde cada comida tiene el sabor que Dios dejó cuando tocó estos dominios y cocinó en ella en algún momento del pasado, esto lo sabe el caminante que camina sus tierras y disfruta de todas sus calles de hierbas y concreto, sólo aquellos que no le teman a esta mujer, podrán saber ser clandestinos, viajeros de su filosofía, pasajes y bares capaces de atar al más vil y embriagar al más sano.
En mí país las guerras son sangrientas y por eso preferimos la paz, una paz que no nos hace dóciles ya que nunca abandonamos la pose de pelea cuando hay que gritar y defender lo que se piensa como si fuera el último río limpio que exista para calmar la sed.
Mí país es baile de sonidos al norte de América del sur, canto del cantor, latido del cuero, tierra de María Lionza princesa de su tribu, de San Benito de Palermo santo de los negros festejado con ron y chimbangue, del indígena Guaicaipuro valeroso guerrero que murió por el honor de su gente junto a los nativos que eran leales y francos como la montaña que daba la flecha, tierra de Bolívar libertador insaciable, tierra brava que en un pequeño espacio del mundo lo tiene todo, mujeres de fuego que caminan como el viento, llanos de oro, selvas de eterna vida, tabaco de Yaracuy, chocolate que es droga como los labios de una mujer, las piernas más esbeltas como la fruta más fresca, el lago más grande que llora y canta en cada amanecer y es un espectáculo de vida y muerte, cuando en la noche la luna vierte su brillo sobre él, haciéndolo plateado.
Mí país es grito de gatillo, es la cuna y raíz que me dio el linaje que nunca cambiaria y que es verbo de furia, nombre de verdadero poema santo y violento, que romántico e infranqueable suena a revolución urbana, suena como sólo sonaría, Venezuela…
Edgar Sánchez
Amar ¡mujer terca! Es la palabra, la mirada que
vas dejando caer sobre las sábanas, los carros, los libros,
el dolor, con ella vas formando un puente que si se sostiene
de un solo lado se quiebra al pasar, al besar otros labios
al sentir otra piel.
Cómo te gusta usar este verbo cuando me maldices
y me miras así, cuando me deseas, cuando bailamos
al compás del engaño y nos reímos de los demás, cuando
saboreas nuestras ganas, al fundirnos en las calles, en
los cuartos de hotel y al mirar las trinitarias adornando
nuestra ropa tendida en el piso.
Edgar Sánchez
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