Vicente Antonio Vásquez Bonilla
W, EQUIS, YE, y ZETA se encuentran a corta distancia de la Agencia Bancaria, observando la entrada de los empleados. A las nueve de la mañana, como de costumbre, las puertas fueron abiertas para facilitarle el ingreso a la clientela. Entran seis o siete personas.
La Agencia fue vigilada con rigurosidad durante varios días, estudiaron todos sus movimientos y en consecuencia conocen su rutina.
Hoy sábado, al filo del medio día, serán pagadas las planillas de dos maquilas. Suponen que al menos, tendrán disponible medio millón de quetzales. El personal de la agencia es muy confiado y la protege un sólo guardia de seguridad, el que será neutralizado de inmediato. Esa tarea se le encomendó a ZETA, quien actuará a discreción, según se presenten las circunstancias. W permanecerá en el vehículo a la espera del comando de asalto. ZETA y EQUIS vigilarán a los empleados y a los clientes que se encuentren en el interior del banco. YE será el encargado de recoger el efectivo. Para la operación que llevarán a cabo, no utilizarán sus nombres ni los seudónimos que emplearon durante su militancia guerrillera. Así no dejarán pistas. Se identificarán por medio de letras y actuarán según lo planeado.
Los asaltantes esperan hacer un trabajo impecable, de película, digno del inmortal Rocambole. Un asalto que deje escuela y que por su limpieza sea comentado por mucho tiempo. Para lograr esa meta, han realizado varios ensayos de la operación con exactitud militar y eso, sin ninguna duda, les dará el triunfo. Como ex miembros de un comando de guerrilleros, están acostumbrados a la acción y a la disciplina; y lo van a demostrar.
Hoy es el día.
Cuando llega la hora de actuar, W conduce el vehículo con precisión y se detiene frente al banco, en el momento justo en que el guardia le abre la puerta a un cliente. La compuerta lateral corrediza del panel se abre con presteza y EQUIS, YE y ZETA descienden con rapidez. El guardia de seguridad casi cae muerto de la impresión. No tiene tiempo para reaccionar, una AK-47 lo encañona al mismo tiempo que es empujado hacia el interior del banco.
—Quieto, cabroncito —le dice ZETA con la seguridad y la prepotencia de quien tiene los ases en la mano, poniéndole el fusil en la cara.
—¡Este es un asalto! —Grita EQUIS—, ¡quietos y nadie saldrá herido!
Por instinto los empleados y los clientes levantan las manos y quedan petrificados.
ZETA le quita la escopeta y el revolver al guardia y le ordena que se tienda en el suelo, boca abajo.
YE se dirige hacia el Jefe de la agencia, lo encañona con una cuarenta y cinco, y le ordena:
—¡Abra la caja!
El empleado con la voz temblorosa responde:
—No puedo —y no dice más, las palabras se niegan a salir de su boca.
YE sabiendo que el tiempo es limitado para cualquier operación militar, le dice:
—Abra la caja o mato a los clientes —al mismo tiempo vuelve la escuadra hacia el cliente que tiene mas cerca—. ¡No estoy bromeando!
—No puedo —repite el Jefe de la agencia. Y si iba a agregar algo más no tiene tiempo de hacerlo.
YE dispara sobre el cliente a quien amenazaba y éste cae. Del pecho le brota una mancha roja que empieza a extenderse por toda su camisa.
—¡Abra la caja! ¿O sigo? –le pregunta al Jefe y al mismo tiempo encañona a otro cliente, quién palidece.
El Jefe de la agencia, sabe que la vida del resto de los clientes es su responsabilidad y abre la caja con la rapidez que le permite su nerviosismo. La totalidad de las personas que están dentro de la agencia, presas del pánico, ven hacia algún punto neutro, ni de broma dirigen la mirada hacia los asaltantes. Esa acción les puede costar la vida.
YE saquea la caja e introduce los fajos de billetes en dos mochilas que lleva para el efecto.
ZETA se dirige hacia el equipo de grabación de la Agencia. Y cómo ha sucedido en otros asaltos, arranca la grabadora y carga con ella. No dejarán evidencia gráfica del asalto y más tarde, en la intimidad de la guarida, con una cerveza en la mano, gozarán viendo la acción de la que fueron protagonistas y celebrado la hazaña.
YE, cargando con el botín, pasa al lado del cliente baleado y lo patea con suavidad y le dice:
—Vamos, VE. Misión cumplida.
El supuesto muerto se levanta. Empleados y clientes, sorprendidos, lo ven que se dirige hacia la puerta. El recién resucitado se vuelve y sonriendo les hace una reverencia al estilo de los actores de teatro. Sólo faltaron los aplausos.
Fue un trabajo rocambolesco, limpio y exitoso, tal como lo planearon.
Un cliente, dirigiéndose hacia el Jefe de la agencia le dice:
—¡Qué hijos de la gran puta! Qué susto y que baboseada la que nos dieron.
—Sí —responde el Jefe, emulando la sonrisa del asaltante encubierto—. Lo que ignoran es que la grabadora lleva un dispositivo localizador que por medio de satélite, indica su ubicación precisa en cada momento.
Comentario
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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