EL CABALLERO DEL CABALLO BLANCO Y LOS CABALLEROS DE LA OSCURIDAD.
El caballo bermejo salió de la oscuridad de la dimensión de abajo.
Su jinete arrogante llevaba una gran espada, para robarse la paz de la tierra.
Mataba sin clemencia todo cuanto se atravesaba en su camino. No conocía ni el perdón ni la piedad, mucho menos el amor.
Se le unía desde el filo de la oscuridad del infierno un gigantesco caballo negro azabache y quien lo montaba, vestía de negros ropajes, su sombrero oscuro tapaba parte de sus ojos, eran como huecos de oscuridad que no tenían fondo y poseen a quien los mire, robándose las almas de los humanos. Hace tiempo está en el planeta, pero solo los inocentes lo saben porque lo han visto reflejado en sus hermanos, pero callan por miedo a morir. Guardan silencio esperando el final, tratando de alargar un tiempo que ya fue acortado.
Llevaba en la mano una balanza, canjeaba los alimentos por dinero.
Los más pobres morían de hambre y desesperación, sin saber a donde ir, sin trabajo ni alimentos para subsistir, sin saber a quien acudir. Poco a poco el planeta se fue muriendo, hasta las plantas y los animales dejaron de respirar, el mismo aire se enfermó con el humo que salía de su nariz, la raza humana empezó a perecer, inconciencia y estupidez enterraron el amor. Nació la maldad y descendió a vivir entre los humanos, corrompiendo la belleza de nuestra dimensión.
Se deslizó como una serpiente encantadora, capturando la atención de los materialistas, narcisistas y egoístas. Les ofreció el mundo y el poder combinado de placeres a cambio de sus almas, las cuales llamó miserables y se reía ostentando su victoria.
Entre la densa niebla de una puerta secreta se abrió una entrada cubierta de humo, apareció impresionante el caballo de Hades y quien lo montaba era el ángel de la muerte. De imponente y gran belleza seduciendo con sus ojos y su semblante angelical, llevando millones al valle de la oscuridad, no se inmuta, carece de emociones, su belleza es fría, cruel y posesiva.
Orgulloso y poderoso no perdona a sus enemigos, su potestad, el poder de matar a la tercera parte de la raza humana con una espada mágica y misteriosa, la cual no necesita ser ejecutada por su jinete ya que ella actúa por su propia convicción destruyendo masas en segundos, el la gobierna con el solo poder de su mente y ella obediente cumple todos sus deseos. El ángel de la muerte levanta su copa para brindar por lo que el considera su poder triunfal.
Había un enorme altar de bronce y en el muchas almas cubiertas de sangre, eran los inocentes que habían entregado sus vidas por una causa justa. En la tierra los llamaron héroes sin honor ni gloria.
Fueron envueltas en una nube de luces brillantes y resplandecieron en vestiduras blancas, tan blancas que nada las podía igualar.
La tierra tembló, los cimientos de los cielos se conmovieron.
Aparecieron millones de ángeles comandados por San Miguel Arcángel, listos para la batalla contra el mal. El arcángel Miguel dijo: El tiempo se ha cumplido, el juicio ha llegado. Levantó su mano derecha.
Se hizo un enorme silencio, resplandeciente de gloria hizo su entrada triunfal por las puertas de la Mansión Gloriosa un caballo maravilloso, con enormes alas, era todo blanquísimo, el que lo montaba llevaba en su cabeza una corona labrada de oro puro, en las manos un arco cubierto de una luz etérea y un cinto le atravesaba el pecho, en el escrito decía, he venido para pelear y vencer.
Entonces el sol se puso negro y la luna se convirtió en sangre, las estrellas cayeron a la tierra, al igual que una higuera deja caer su fruto ante el fuerte viento.
El cielo parecía un pergamino que se encoge, mientras todos huían buscando un lugar donde refugiarse.
Pero ya no había cuevas, ni peñas, el mundo ahora estaba descubierto desde sus cimientos.
No había a donde ir…
Los ángeles se pusieron de pie ante el trono, hicieron una reverencia, uno de ellos llevo la copa del incienso, la puso sobre el fuego del altar y la arrojó a la tierra.
Siete ángeles se dispusieron a tocar las trompetas de las anunciaciones.
Los caballeros montados en sus caballos, se mantenían a la expectativa.
Los Ángeles hicieron otra reverencia, esta vez Dios habló.
Levantó la mano derecha, sosteniendo el arco, la guerra a comenzado…
Alondra, derechos reservados
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