EL CURITA EROTICO Autor: Eliseo León Pretell *Poeta peruano Houston Texas, EE UU
CUENTO
Esta historia fantástica, real o inventada, lo pude recibir en mis años pueriles de un tío querido, que me iba contando graciosamente, mientras tejía sus sombreros de paja sobre una horma traída desde una cárcel de Cajamarca, cuando él cumplía una injusta condena. Desde entonces, esta vivencia ha estado siempre titilando en algún resquicio de mi recuerdo, hasta que hoy me animo a escribirlo, por la genialidad del que lo inventó, o por lo pintoresco y raro del hecho, si acaso fue real. Recuerdo bien a mi tío Valentín, de amplia frente, con su cachete abultado y brilloso por su bolo de coca que iba ensalivando lentamente, mientras se acomodaba sobre un burdo banco de “balcachén” y aprisionaba entre sus piernas su sombrero a medio tejer. Me decía: Hijo, ya estás grande para contarte lo que pasó una ves, aquí nomás en la zona de “Manchaloc” entre una pastora y un curita que llegó después de mucho tiempo que el pueblo andaba reclamando. Dicen que este enviado de Dios, o del diablo, llegó entre los meses de Mayo y Junio a nuestra ciudad, y se quedó impresionado con el pueblito querendón contumacino, su campiña multicolor y el buen parecido de su gente blanca y apellidos de rancios abolengos. Rápidamente recorrió sus estrechas calles y poco a poco fue ampliando sus caminatas diarias, hasta que un buen día cayó en el bello remanso de “Manchaloc” ya cerca de los desfiladeros de la Cruz Grande. El cura caminaba lentamente y se sentaba de trecho en trecho a descansar y disfrutar del hermoso paisaje auriverde, dado por los maduros trigales que se mecían al ritmo del viento y el azul violeta de sus lejanos horizontes. Avanza un trecho hasta llegar a un miradero impresionante, y al mirar hacia una verde hoyada de más abajo, se encuentra con un inmenso hato de ovejas blancas, que más parecía una blanca sábana tendida sobre el verde pastizal. Allí cerca nomás, estaba sentada sobre una piedra lisa la hermosa pastora de blusa blanca, y envuelta en una bayeta de color azulino y sombrero de palma. Era tan corta la distancia, que hasta se escuchaba con nitidez la letra y música de un yaraví tristón y quejumbroso en la voz de la linda pastorita paisana:
// El limón no tiene espinas, el tronco es el espinoso. Mi corazón es el firme, el tuyo es el engañoso //
// La piedrita con ser piedra, la gotera la traspasa. Como quieres que te quiera, si ya la otra esta en tu casa.//
Su instinto de mujer le dice que alguien la observa, y vuelve la mirada con asombro, encontrándose con la presencia evangelizadora del flamante curita del pueblo. ¡Buenas tardes padrecito! lo saluda Edelmira con admiración y respeto, y el curita con mucha serenidad y cariño le responde: Dios te bendiga hija mía. ¿Qué haces por acá padrecito tan lejos del pueblo, donde tanto tendrás que hacer? No hay nada hijita, nadie va a la misa, no se bautizan ni nadie se casa por ahora en este pueblo. Hay padrecito, ya vas a tener dentro de algunos meses un niñito para que bautices, pero me falta mucho todavía, recién estoy embrazada, mi esposo se llama Juan y mi hijito también se llamará Juan y si es mujercita se llamará Juanita. ¡Qué bonito! Responde el cura, y ¿Cuántos meses tienes de embrazo? pregunta, como acercándose comprensivo y dándole más confianza a Edelmira. Recién tengo dos meses padrecito, pero el tiempo pasa rápido y ya quisiera tenerlo entre mis brazos. El cura calló por un instante, y luego con una voz casi divina le dijo: Mira hijita, ahora ya todo a cambiado para bien de todos, ya podemos bautizar a los niñitos antes que nazcan y como verás ya salen benditos. ¡Qué va a hacer padrecito! responde incrédula y un tanto sonriente la pastorita, eso no puedo creerlo, usted es muy gracioso y bromista. El cura carraspea con arte y maestría, como acomodando sus palabras para darles más credibilidad y replica: No es broma hija mía, es la pura verdad y yo te aconsejo hacerlo con Juancito, si Dios me ha traído por acá debe ser por algo, son así los designios divinos, y hay que dejarnos llevar por ellos. Pero ¿Cómo vas a bautizar padrecito? si todavía no ha nacido, no se ve, ni se sabe si será hombrecito o mujercita, pregunta con su sana inocencia la pastorita. Yo ahora te enseñaré, no te preocupes ni tengas miedo, vamos hacia la quebrada le dijo tomándole por el brazo con dulzura y seducción. Edelmira caminó, casi sin darse cuenta y en menos que cante un gallo, ya estaban entre unos chamizales de la quebrada bautizando a Juancito o Juanita, según las indicaciones del curita erótico del diablo. El padrecito se fue y Edelmira regresó con su rebaño, feliz y satisfecha de lo que había hecho, para contárselo a su querido esposo Juan. El esposo se sorprendió al verla, nunca había visto a su Edelmira tan alegre y satisfecha, era como si se hubiera encontrado algún tesoro escondido y muy valioso en esos cerros encantados. Se abrazaron y entre suspiros de emoción, Élla le empezó a contar con pelos y señales todo lo que había pasado con el curita del pueblo. Juan no soportó que termine la historia y en un arranque de ira y celos, arrojó a Edelmira por el suelo llenándola de insultos, golpes y epítetos de todo color. Esa noche, la pastora la pasó casi despierta, llorando su mala suerte entre sus ovejas, y salió muy temprano al campo con su rebaño. Como todo asesino regresa al lugar del crimen, el curita también había madrugado y ya estaba esperando en el mismo sitio del día anterior a la linda pastora. Élla al verlo se sorprendió, pero se llenó de valentía y le increpó su mala acción al cura, que la escuchaba en bendito silencio. Cuando Edelmira calló un poco su voz llorosa, se acercó el curita y acariciando sus cabellos le dijo: No llores más hija mía, que todo tiene remedio y tu esposo comprenderá Qué remedio va haber? dijo desengañada la pastora…, ahora que será de mi vida. El curita de marras le dijo convincente al oído: ahorita mismo lo desbautizamos y se acabó el problema. Vamos a la quebrada y verás lo feliz que se sentirá tu esposo cuando le des la noticia que ya todo se arregló. Efectivamente Élla fue muy feliz al ponerle fin a este insólito caso que ponía en peligro su relación matrimonial. Cuando desbautizaban los dos repetían: Ni Juan, ni Juana, ni Juana, ni Juan…………………… Llegó la tarde y tarareando sus yaravíes, condujo hasta su redil sus ovejas blancas, y ya estaba lista para darle un poco de alegría a su Juan que talvez no se había ido. La casita de campo estaba vacía y se puso muy triste acariciando su vientre. Cuando hacía recuerdo de todo lo que le había pasado los últimos dos días, apareció Juan con una botella en la mano y muchos signos de haber bebido por horas. Élla se adelantó y le dijo: Ya se arreglo todo juancito. Por gusto me pegaste ayer y me votaste de la casa. El curita fue ahora y ya lo desbautizamos a bebito, ya no te preocupes. Juan sin decir nada, corrió como un loco hacia unos maizales cercanos, allí entre los surcos húmedos, terminó su aguardiente, y con los vidrios rotos de la botella se cortó las venas, dejando el cuadro más desolador y triste que haya visto el pueblo contumacino.
Hasta el próximo
Un abrazo contumacino
Derechos reservados E-mail: ellepre@yahoo.es E-mail: zorzal47@hotmail.com E-mail: elcantodelzorzal@live.com
El poeta en su arte de ver las cosas, puede ver perfectamente hasta lo invisible ELP
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