Para los actos con que fueron celebradas la conmemoración del Quinto Centenario del Descubrimiento de América, hacia el año de 1992, se pusieron de manifiestos en todo el mundo las obras que versan sobre este acontecimiento histórico y en las que se habla sobre la vida y la obra de Cristóbal Colón. Dicho privilegio se extiende en la mayoría de esos libros, desde el más popular y conocido de todos, el de Washington Irving, ‘’Vida y Viajes de Cristóbal Colón’’, hasta el más controversial de los editados en nuestra época, el del escritor español Salvador de Madariaga.
Después del Descubrimiento de América, poca atención merece, a mi juicio, la tormenta declamatoria que se ha elevado en ambos continentes, el Nuevo y el Viejo, en torno a la supuesta improcedencia de conmemorar la hazaña histórica del Descubrimiento de América, ridículamente minimizada por quienes dejan adrede de tomar en cuenta la importancia que tuvo aquel acontecimiento, no sólo para un mejor conocimiento del cosmos, sino también para la extensión a todo un hemisferio hasta entonces desconocido del poderoso acervo cultural de las grandes naciones occidentales.
Se inicia con ese vano intento por reducir la importancia histórica del Descubrimiento, con empequeñecer la imagen de Colón, y con desfigurar la personalidad de aquel ser extraordinario de quien se podría decir, como ha dicho Ortega y Gasset de Julio César, que ha sido una de las mayores fantasías de la historia.
Pero dicha fantasía fue más que eso, ya que la misma era una realidad existente al otro lado del cosmos, y con otra cultura e idioma. Pero España como potencia al fin le dio el nombre del Descubrimiento y le fue llamado el Nuevo Mundo.
Por cuanto, ha que solamente Alejandro Humboldt haya sido quien con más énfasis ha reconocido y proclamado los meritos de Colón y esa opinión adquiere en este instante importancia singular por tratarse de un libre pensador, es decir, de un hombre del Siglo XVIII, formado intelectual y moralmente en la escuela de los Enciclopedistas, esto es de quienes hicieron posible no sólo la Revolución Francesa sino también la implantación en todo el orbe civilizado de instituciones políticas y religiosas más liberales.
Humboldt es también quien ha puesto con mayor fuerza de relieve el valor científico de las observaciones hechas por Colón, las cuales, según el cosmógrafo alemán, han servido de base para la formación de una nueva Física Terrestre. Esas observaciones, como se sabe, versan sobre las variaciones magnéticas, de tanta significación para la Astronomía Náutica; sobre la inflexión de las líneas isotermas, sobre la configuración geográfica de algunas partes del continente, principalmente, la de las Antillas, y sobre la relación que existe entre la extensión de los mares y la de los continentes.
La importancia del Descubrimiento de América aparece sintetizada en la frase del historiador López de Górmara, quien escribiendo con la ingenua naturalidad de los cronistas primitivos, ha afirmado que ‘’la cosa más grandes después de la creación del mundo, sacando la encarnación y muerte de quien lo creó, ha sido el Descubrimiento de Indias’’.
Es de mayor importancia y calidad esclarecedoras las afirmaciones hechas por destacados intelectuales de Iberoamérica sobre la Conquista de América en base al Descubrimiento del Nuevo Mundo. Ya que, para el intelectual Arturo Arnaiz y Frex, citado por el historiador mexicano José Luis Martínez, en su reciente biografía de Hernán Cortés, afirma que la conquista de México la hicieron los indios y la independencia los españoles. Ese juicio, falso o no, podría extenderse a toda América, porque nuestro conteniente ha sido el único en que los conquistadores se han fundido para formar una sola masa física y espiritual con los conquistadores.
El mestizaje, curiosa aleación de dos metales heroicos que se asocian en la sangre de nuestros aborígenes y en la de los descendientes que llegaron con Colón hasta aquel otro lado del Atlántico, quizás no sea la ‘’Raza Cósmica” que aparece descrita en la fascinante retórica del maestro José Vasconcelos, pero si es, con seguridad y sin reservas, la integración pura y simple no de dos encuentros sino de dos culturas o si se quiere de dos civilizaciones.
Los recién llegados no se mezclan sino que se funden con los naturales para que el genio de Lope de Vega, de Cervantes, de Góngora, de Alfonso El Sabio o de San Isidoro de Sevilla, resurja con pujanza amazónica varios siglos después en las leyendas épicas del Inca Garcilaso de la Vega* y en las melodías de Sor Juana Inés de la Cruz. (*Gómez Suárez de Figueroa, 12 de abril de 1539, Cuzco, Perú, 23 de abril de 1616, Córdoba, España, Padres: Isabel Chimpu Ocllo, Sebastián Garcilaso de la Vega y Vargas).
Importa, por consiguiente, que se apele a todos los medios a nuestro alcance para el mantenimiento en su mayor pureza posible, del vínculo que más estrechamente nos une, esto es del idioma en que se ha escrito el mejor libro del mundo después de la Biblia: El Quijote. Y para que el español siga siendo, como lo es hoy, una de las lenguas más dignas de recoger el pensamiento de los hombres cuantas veces el pensamiento de los hombres se eleve hasta Dios, con la esperanza de que su voz sea oída en los cielos inmortales.
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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