María Eugenia era una mujer espléndida en su madurez. Alta, bien formada, cabello rubio, sus ojos grises claros aún conservaban la frescura de la juventud, su piel tersa, al igual que sus manos y pies, denotaban un cuidado esmerado.
La despertó el sonido del timbre, se había quedado dormida. Bajó la escalera rápidamente colocándose la bata, le extrañaba que alguien estuviera en su puerta tan temprano. Al abrirla, vio la figura del cartero, recibió la entrega especial, firmó y cerró. Buscó el remitente, Diego Paredes, su alumno, el uruguayo. En la noche la leería, ahora debía arreglarse con rapidez para ir al trabajo en la universidad.
El día transcurrió como siempre, con sus clases de literatura, foros y ruedas de opinión, así las llamaba, surgieron de repente, sin mucha planificación. Un día, sentados en los jardines leyendo artículos del periódico local surgió una polémica por las diversas opiniones dadas, se volvió interesante y amena, a la semana siguiente aumentó el grupo y así sucesivamente. Hoy, es una materia electiva.
Al salir del trabajo se fue al gimnasio, le servía para relajarse, ya era un hábito en su vida, menos los jueves, era el día de ir al cine con las amigas, luego un restaurante, una heladería, el teatro o cualquier buen espectáculo que se presentara. Los fines de semana un poco más descansados, sin embargo, igual de rutinarios. Sábados en la mañana, asesoría con los estudiantes avanzados, la tarde libre. Los domingos, alguno que otro, los hijos, la playa o el descanso en casa, un buen libro, su vaso de whisky con hielo y su inmensa soledad.
Llegó a casa ya avanzada la noche, se bañó, comió una cena liviana y se sentó en su rincón favorito. Le encanta ese lugar, la mesa esquinera con los libros que está leyendo, siete rosas rojas en el florero de cristal y la foto de su amor. Ama a ese hombre. La pasión en que la sumerge le duele en el cuerpo, siente adicción por él, por su piel, sus caricias. La llena totalmente. El cansancio la venció y se quedó dormida sentada con la foto entre las piernas.
De pronto, en el silencio de la noche, surge una ternura que la cautiva, le da fuerzas y la transforma, es algo mágico que la envuelve y la lleva a ese lugar donde la hierba simula una alfombra verde lista para el amor, el olor fresco revive la naturaleza de los sentidos avivando su imaginación y preparando las puertas de su corazón para que se abran de par en par. Sus miedos, quedan encima de la mesa.
Aparece su amor, ella deposita su confianza en sus manos y la comprensión en su mirada. Se abrazan con sed, con pasión. El tiene la boca carnosa, suave, llena de vida, besa su cara descendiendo hacia el cuello y sus lunares, hacia sus pechos que le gustan tanto donde se queda largo rato disfrutándolos. Con las manos recorre su cuerpo bordeando su cintura, deteniéndose en las caderas mientras la boca llega al ombligo. Separa los muslos suave y dulcemente, los bordes de su vagina endulzan los labios del corazón de su amado llevándola a una paz infinita donde solo se oyen gemidos aumentado el goce de sus entrañas. Su cuerpo se estremece, el alma la penetra, y juntos, cuerpo y alma, se acoplan a la vez.
Su cara de satisfacción y su sonrisa acompañan la poca prisa que tienen por terminar, amándose una y otra vez. Ella, complacida y feliz se pierde en el universo. El, preso de pasión, comienza a vagar por este mundo.
Un individuo enmascarado, sigiloso, forzando la puerta, degüella a la única moradora de la pequeña casa para luego robar algunas cosas de valor. El corte fue rápido y preciso. No se borró de su rostro la serenidad y la felicidad que sentía por el paso del amor.
Maigualida Pérez González
Enero de 2007
Derechos reservados
Comentario
Gracias Luis por tu visita y tu comentario. Abrazos,
Maigualida
Un mágico mundo de pasión, suspenso y ternura, gracias por compartirnos tan bello cuento, saludos poeta.
Lu
Maigualida... de la cumbre del Amor nos llevas hasta Alfred Hitchkok... tremendo contraste! ESTUPENDO TRABAJO.
Bendiciones incesantes
¡Ay, Dios mío! ¿Es lo que entendí? ¡Maigualidad, me mataste con esos últimos renglones!
Venía en picada montando un orgasmo y terminé en brazos de la Parca.
Está buenísimo. Cariños.
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
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