Vicente Antonio Vásquez Bonilla
Supe de Australia, de su peculiar fauna y de inmediato decidí visitarla. Australia es el país de los canguros. Es un país enorme, ocupa una isla tan grande que más parece un continente.
Visité Canberra, su capital, que es una ciudad grande y floreciente. Durante mi recorrido dispuse dar una vuelta por la llamada Zona Comercial e ingresé a un moderno centro comercial, muy concurrido y pude darme cuenta de lo siguiente:
Una señora canguro recorría los pasillos y se detenía de vez en cuando a contemplar las vitrinas, quizás buscaba algo especial o sólo andaba curioseando. Como es costumbre en estas madres marsupiales, en su bolsa llevaba a su bebé, quien, constantemente sacaba la cabeza y observaba las luces de su entorno. Al parecer, el pequeño se sentía incomodo, algo le molestaba en el interior de la bolsa y no encontraba el bienestar deseado. De repente su rostro reflejó algo que no comprendí de inmediato. Había descubierto el objeto que lo molestaba, se introdujo dentro de la bolsa, buscó y a los pocos segundos sacó su hallazgo. En su manita traía una billetera. Dando muestras de alivio y sin tener conocimiento de lo que se trataba o del valor que representaba, la arrojó, sin que su madre se diera cuenta. La billetera fue a caer bajo una banca y de momento quedó fuera de la vista de los clientes del centro comercial.
Al poco tiempo, pasó por el lugar un niño koala. Como todo chiquillo venía entretenido, jugando con compañeros imaginarios, saltaba, se escondía, se agachaba e iniciaba pequeñas carreras. Nadie reparaba en él, pues se trataba del comportamiento típico de un infante de esa edad. Si un adulto realizara ese tipo de proceder, todo el mundo lo volvería a ver con extrañeza y correría el riesgo de ser catalogado de loco, pero los niños gozan de esa libertad. Pues Tomás, así se llamaba el chico, descubrió la billetera, con rapidez y alegría la recogió, la guardó en la bolsa de su chaqueta y buscó un lugar apartado, lejos de las miradas indiscretas. Yo me convertí en su sombra y no me pregunten cómo hice para ser testigo de todo, porque ese será mi secreto. Considérense satisfechos de conocer todas las intimidades del caso.
Tomás, ya a resguardo, abrió la cartera, sacó los pocos billetes que contenía y que para él eran una fortuna, los colocó en otro de sus bolsillos, volvió a guardar la billetera y salió disparado a gastar sin límites, como si se tratara de un nuevo rico. No tuvo el alcance ni la curiosidad de ver los documentos que contenía. Un mundo de golosinas lo esperaba.
Gastó a lo loco, compró cuanta chuchería tuvo a su alcance e invitó a compartir su recién adquirida bonanza con todos los amigos que encontró. A mediados de la tarde su fortuna había desaparecido, lo lamentó, pero le quedaba la satisfacción de haberse sentido como un poderoso magnate.
Más tarde, en la intimidad de su hogar, sacó la billetera de su bolsillo, la abrió y hasta entonces examinó los documentos y fotografías que contenía. Su sorpresa fue grande, él conocía a la dueña de la cartera y era amiga de su mamá. Sabía de su viudez, de las necesidades que pasaba para mantener a su familia y sintió pena por ella. Lamentó que la emoción del momento lo hubiera cegado y no haber tenido el alcance de revisarla con anterioridad, porque hubiera ido a buscar a la señora canguro y le habría devuelto la billetera. Su conciencia se lo reprochaba y se sintió triste. Se había comportado como un egoísta al pensar sólo en sí mismo.
Volvió al centro comercial y arrojó la billetera en uno de los pasillos poco transitados, con la intención de que algún parroquiano la encontrara. Por lo menos —se dijo—, que alguien la encuentre y que se la entregue a la señora canguro, para que no pierda los documentos. Con su poca lucidez de niño, se sentó a dos metros de distancia de la cartera para ver quién la recogía. Varios individuos vieron la cartera y cuando se disponían a recogerla, se daban cuenta de que el niño los observaba con mal disimulado desinterés y con una sonrisa delatora. El niño con su proceder inocente, hacía que los sujetos se preguntaran: “Si la billetera está al alcance del chico y él lo sabe, ¿por qué no la recoge?”. E intuyendo que se trataba de una broma infantil, se arrepentían de su primer impulso y se alejaban. El niño los veía pasar a su lado con una sonrisa ingenua, que a los paseantes les parecía de burla. Y éstos, se congratulaban, por no haber caído en la supuesta trampa.
Al ver que su plan no daba resultado, recogió de nuevo la billetera, se la echó a la bolsa y se fue a su casa. Su conciencia lo redargüía, no le daba descanso y a él, a quien habían inculcado buenos principios desde su tierna infancia, le hacía sentirse mal.
Al llegar a su casa, entró y en ella se encontraba la señora canguro, quién, en ese momento y en medio de un copioso llanto, le contaba a su mamá que había perdido su dinero y sus documentos. El niño no fue visto por las dos interlocutoras y escuchó parte de la plática, enterándose de la cantidad perdida, la que sin ser grande, para él era una fortuna. A continuación buscó a su padre, le solicitó que le adelantara su domingo, luego corrió a donde estaban sus tías y con modito especial les pidió dinero a cada una de ellas. Con la misma diligencia recurrió a sus abuelos y para terminar rompió su alcancía y completó la cantidad que inconcientemente había gastado.
A los pocos minutos, simulando que venía de la calle, llegó a la sala en donde estaban las dos amigas y después de saludar, dijo:
—Qué casualidad, señora, que usted esté aquí, porque vengo del Centro Comercial y encontré tirada su billetera.
A la señora canguro se le iluminó el rostro y poco faltó para que se arrodillara dándole gracias a Dios por el afortunado hallazgo. El alma le volvió al cuerpo y recobró la tranquilidad. De nuevo tenía el dinero para pagar el alquiler de la modesta habitación que ocupaba y para el alimento de varios días.
Tomás se sintió realizado. Nadie sabía de su hallazgo, por consiguiente, nada le costaba hacerse el desentendido, deshacerse “del cuerpo del delito”, olvidarse del asunto para siempre y vivir tranquilo. Pero no, ¡él era honrado! Había salvado ante sí mismo su autoestima. Rescató, aunque con ayuda, la honradez que había estado a punto de perder y se sintió feliz. Y se juró que cualquier artículo que encontrara en el futuro, fuera de quien fuera, y tuviera el valor que tuviera, si tenía indicios de su propietario, haría lo imposible por localizarlo y se lo entregaría sin vacilar.
¿Qué les pareció? ¿Verdad que la honradez es deseable? Si alguien se considera honrado no basta con que lo sepa, lo debe vivir con orgullo y demostrarlo en todas las fases de su vida. FIN
La honradez es uno de los valores que engrandece al ser que la posee y es una cualidad digna de imitar en todo tiempo y lugar.
Marco Tulio Cicerón (106 AC–43 AC), orador, filósofo y político romano: La honradez es siempre digna de elogio, aún cuando no reporte utilidad, ni recompensa, ni provecho.
Comentario
Senda linda: Gracias por tu verde mensaje. Besos, Chente.
.Estimado Hugo: Gracias por tu comentario, aunque haya sido bajo amenaza. Te aprecio mucho y el poema que me enviaste, ocupa un lugar especial en la sala de mi casa. Un abrazo fraternal, Chente.
Estimada Lilian: Gracias, eres muy amable. Besos, Chente.
Chente, querido amigo, yo realmente pensaba irme luego de leer tu muy valioso y regresar a comentar más tarde, pero, luego de ver el video/amenaza de Simpson, pues, mejor no me arriesgo, me dije, y aquí te lo dejo. Me pareció un ejemplo estupendo y muy bien narrado.
P/D: Abrazo enorme para ti y mis felicitaciones. He aprendido y estoy muy satisfecho.
Estimado Martín: Gracias por tu visita y tu amable comentario. Un abrazo, Chente.
Espectacular historia amigo VICENTE, en ocasiones cometemos errores que después nos martirizan la consciencia, especialmente cuando somos niños. Esta historia es maravillosa, tiene un mensaje que hace reflexionar, gracias por compartirlo.
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
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