El Poeta
El rayo que no cesa
Miguel Hernández
Amar lo desconocido fue su violencia
su enfrentamiento, que los perfectos
no le perdonaron:
y se esmeraron en ganarle culpas
tergiversando, a conciencia, sus utopías
de ser inquieto a las normas y las fronteras
-que establece la monotonía de los viles-
en que nos desgastan
a sabiendas de los varoniles arriesgo.
Juzgados al tiempo -ya despojados
de las circunstancias- que les hace posible
el desatino en nuevas luces.
Ignorantes de los pasados estremecimientos;
impensables
a la pérdida de sus causales razones.
Dijo su verdad al silencio de la noche.
No lo oyeron
y siguió, desahogado, el camino de las estrellas
rompiendo entre sus manos
las espinas de la última rosa
que le despreciaron las damas de la aristocracia.
Alarmadas en fingidos sonrojos
por sus viriles versos;
alejados de las huecas rimas
de amanerados elogios, de los bien pagados
al ruin oficio de adular fortunas.
Fue mordiendo, a toda furia, los versos más reñidos
que desgarraron la suerte de su pluma
a merced
de los bajos editores
negados al menor compromiso
dados a la mediocre tarea
de la complacencia oficialista -en la banalidad-
de reiterar ensalces:
para el seguro aplauso
merecedor al día de los premios que entorpecen.
Hacedores del verso débil
que se hace espuma, denigrante
al desgarrador oficio
de elevar al cielo la palabra necesaria.
Lo acosaron en su camino, al son
de sutiles trampas; diluvio oportunista
en el filo de la crítica hueca
panfletaria de los más arcaicos dogmas
de pérfidos intereses
de los circunstancialmente instalados al dominio
-que se les repite-.
Mas no le desviaron…No le cansaron el verbo.
Y cuando de cuerpo lo derribaron
-al escape de su sangre-
ya era su existencia astral …
Las estrellas de la mano le tenían.
Es la voz merecida de las justas causas
es el rayo que no cesa
en la luz de los fuegos necesarios:
Es el Poeta.
Pichy
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