EL ROSTRO DE LA MUERTE

[ELISAIN MALDONADO]

El rostro de la muerte, una imagen indescifrable,

un misterio que despierta temor e intriga inquebrantable.

Es un semblante sin vida, despojado de emociones,

que nos confronta con nuestra propia fragilidad y limitaciones.

 El rostro de la muerte no tiene forma definida,

pues puede manifestarse de diferentes maneras sin medida.

A veces es la calavera, símbolo icónico de su presencia,

recordándonos que todos somos parte de su herencia.

 

En otras ocasiones, es el velo de la oscuridad envolvente,

que cubre los ojos y el alma, ocultando su naturaleza latente.

Es la ausencia de vida, el silencio sepulcral que se respira,

una realidad inevitable que a todos nos conmociona y estremece.

 El rostro de la muerte no es solo una imagen macabra,

sino una invitación a reflexionar sobre la vida y su obra.

Nos recuerda la fugacidad de nuestro paso por este plano,

y la importancia de aprovechar cada instante humano.

 

Pero más allá de su rostro, la muerte encierra significados más profundos,

es un umbral hacia lo desconocido, hacia reinos inexplorados.

Es un recordatorio de la transformación constante de la existencia,

un paso hacia la trascendencia, hacia una nueva esencia.

 Aunque el rostro de la muerte pueda asustar y perturbar,

también nos invita a abrazar nuestra propia mortalidad sin cesar.

Nos incita a valorar la vida, a amar y a dejar un legado,

a vivir con plenitud y afrontar nuestro destino sin embargo.

 

En última instancia, el rostro de la muerte nos desafía,

a confrontar nuestras creencias y a encontrar nuestra sabiduría.

Nos invita a reflexionar sobre el propósito de nuestra existencia,

y a vivir con autenticidad y valentía en cada experiencia.

 Así, el rostro de la muerte, aunque sombrío y enigmático,

nos enseña a apreciar la vida y a vivir con un propósito auténtico.

Nos recuerda que, en medio de su incertidumbre y desconocimiento,

podemos encontrar un sentido profundo y un crecimiento lento.

 

 

[Elias Antonio Almada]