Por Rodolfo QUINTERO NOGUERA
(https://eldienteroto.org/wp49/rodolfo-quintero-noguera/)
En un paisaje boreal es, para decirlo ya de entrada y sin rodeos, una suma reflexiva y antirretórica en torno al amor, la patria, la ausencia, los días grises y los sueños. Pero también la persistencia del poeta Tarek William Saab por descifrar el lenguaje huidizo y pedregoso del silencio. No es fácil para quienes padecemos los rigores del smog ciudadano y ejercemos con responsabilidad la «función pública», lograr el aislamiento de las convenciones y alcanzar la pulsión de un tono escritural luminoso e intimista, agudo y profundo en sus formas y en sus fueros.
En un paisaje boreal es un viaje «poesial» que atestigua los matices luminosos de la vida; un itinerario no azaroso que registra las vivencias, experiencias e inquietudes del poeta en torno al paisaje interior, tan telúrico, accidentado y asombroso como la naturaleza misma. Reúne en sus páginas la reminiscencia transitiva en la ruta del olvido. Pero como dice Mario Benedetti —en este caso y en todos— el olvido está lleno de memoria. En estas páginas transcurre el entusiasmo por descubrir el sol detrás de la niebla, por descifrar —con palabras— el diario acontecer de la vida… la vida amorosa, la vida social, la vida plural e incluso y recurrentemente la vida-muerte, esa que se extingue y florece como una flor en la penumbra, que germina en los féretros negros de la tristeza y la melancolía. En este sentido el poeta Saab se expresa de esta manera: «Por qué la muerte / no discrimina / su furia incendiaria. / Los niños del infortunio / son flores secas / de un paraíso / que pugna / por no marchitarse» (Fogata al borde del cielo).
La poesía, según el poeta neoyorkino y militante del Partido Comunista de EEUU George Oppen, tiene por función parcial servir como prueba de la verdad, sosteniendo que, a través de la palabra, el poema debe exponer de manera velada o expresa las circunstancia, las causas o nostalgias que se imponen en el acto creativo. No es casual que a menudo encontremos en la Obra de Tarek William Saab una acción deliberada por denunciar la injusticia social, la violación de los derecho elementales del ser humano y la ominosa opresión a los pueblos del mundo; condenando desde la tribuna política pero también literaria, la abominable agresión al heroico pueblo palestino, el constante asedio al Libano (la tierra de sus padres), la violencia institucional que en gobiernos de la “cuarta república” se impuso contra el movimiento estudiantil venezolano y la insurrección social que en los barrios se gestaba utópica y contumaz. Basta con leer un poema titulado Resteados para advertir su compromiso estoico: «Este mandato que nos hiere el alma, hará incendiar las aguas negras algún día, porque no habrá otro río sino el del furor… y ellos no merecerán otro lenguaje sino el de las armas. Sea nuestras vidas donadas entonces a los expulsados del reino. Yo hace años firmé una declaración de guerra, marcado el designio sin paga de luchar hasta morir».
El poeta, consciente de su oficio, se esfuerza en descubrir y en hallar lo entrañable; el instante profundo; la reflexión genésica… donde el amor, el dolor, los estremecimientos, la rabia, las injusticias o la muerte se convierten en palabras que se enlazan y se zurcen con la habilidad y el pulso de un escritor consciente de su oficio. Así se van definiendo los matices, las perspectivas y horizontes de un «paisaje boreal», de un paisaje que tiñe de asombros el silencio. No yerra el poeta portorriqueño David Cortes Caban al advertir en el prólogo la plural motivación que funden los rasgos esenciales de su poesía: las sensibles relaciones de amor, la solidaridad de reconocer en el prójimo su propia humanidad, la memoria de la infancia, el irrenunciable esfuerzo de los que ofrendan la vida por sus ideas, la sombra de la muerte, la angustia del tiempo y la niñez marcada por el deslumbramiento y la nostalgia. Pero también la figura del Padre se yergue con tensión espiritual hacia su imagen vital. Así como en la Obra de Vicente Gerbasi «Mi Padre el Inmigrante», «Elegía a la muerte de mi Padre» de Ramón Palomares o «Elegía a la muerte de Guatimocín, mi Padre» de Caopulican Ovalles la evocación del Padre desencadena un profundo sentimiento de orfandad y el recuerdo de una niñez proscrita. Cito: «Adiós padre / tus barbas / blancas serán mi consuelo / en las noches solitarias / amenazando con hacerme brasa de hielo / en estas lejanas arenas de Dios». Pero también la impronta materna se acuña en la nostalgia del recuerdo… Escribe el poeta con íntima congoja: «Adiós madre / regazo de mis sueños / arroyo para el miedo que turba mi vigilia / (adiós a tu mundo solar / donde entro a descansar / arrullado a tu misericordia eterna)»
Saab entiende que la Poesía es, a fin de cuentas, la manera más valiente y más sublime de objetivar el amor, pues todo lo que en la vida es afecto genuino o pasión de Eros, la poesía lo convierte en objeto y vivencia, tan palpitante como la vida misma. El amor como la unión de lo físico con lo metafísico en un tiempo único y convexo. Es así como En un paisaje boreal el amor es una escena permanente que busca la piedra del castigo, que busca celebrar el rito del corazón ensimismado, mirando en los abismos insondables del corazón, sabiendo que, en el fondo de todo abismo, está la cima. Leámoslo: «Si fuese posible convivir / con alguien esencial y luego perderse / y volver un día / y sentir que nada ha cambiado / y todo se aprestara a ser compartido sin temor / sin importar las pieles que pudimos haber conocido / y se encendieran otra vez las velas / y los finos juegos retornasen con las mismas sonrisas / y una nueva inteligencia / y la nostalgia atrás como una amnesia quedara / lustrosas las fotografías recientes / Y presto el lecho deslumbrante / a develarnos un nuevo misterio» (Este poema es una apuesta de amor).
Sé que estas palabras no son más que un arbitrario testimonio de la contemplación; un interpretación tímida de los azules boreales de estos paisajes que Tarek William Saab nos entrega en este libro; y también, acaso, una deliberada intención de reencontrarme en su poesía, de sumergirme en las sinuosas aguas que fluyen y permanecen en el hombre (como en un rio). Siempre he dicho que la poesía es una muralla contra la maledicencia de un mundo que cuenta sus días en rojo. La poesía siempre nos dará la posibilidad de fundar un nuevo reino, de ahuyentar la apatía y la modorra abominable de un mundo que tiende a heder. ¡En estos tiempos de pandemias y calamidades los poetas sólo tenemos un recurso contra la muerte, y es hacer literatura antes que ella… Salud!
Rodolfo Quintero-Noguera
Poeta / Ensayista
Correo:
r.quintero-noguera@hotmail.com
Comentario
hermoso ensayo literario sobre un libro-poemario, has logrado crear nuestro interés, abrazos
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
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