ENROCADOS...

[Francisco Molina Infante]

ENROCADOS:

Nota del autor: Aunque el significado de la palabra enrocado -fundamental y vulgarmente- se refiere a una jugada determinada de ajedrez -enrocando al rey con la torre-; más bien debería titularse este escrito con la palabra “enmascarados”, más en uso; pues se atiene mucho mejor a la idea del contenido que pretendo desmenuzar a lo largo de estas líneas.
La mayoría de los humanos -e incluso algunos de los otros animalitos-: nos enrocamos de alguna u otra forma a lo largo de nuestras vidas para enmascarar vicisitudes que no deseamos airear, con objeto de no sufrir la crítica de los demás u obtener un beneficio propio o algunas prebendas que nos sitúe en una escala superior y en beneficio nuestro propio estado social.
Nunca es malo, cuando ese enmascaramiento no perjudica a los demás, ni los ponemos en riesgos de ser engañados en un futuro, como consecuencia de las actividades que podamos desarrollar vinculadas con el bienestar social.
El problema surge: cuando las intenciones de nuestro enrocamiento conllevan otras intenciones, que merman ese bienestar común perjudicando a los demás y especialmente a los más débiles; pues todo ser humano debe pretender y especialmente aquellos individuos que dedican su actividad al público, un creciente bienestar social.
Actitudes intencionadas, negligentes y desvergonzantes, se están viendo continuamente en estos días por doquier, que a la mayoría de los que las sufrimos: nos llevan a pensar muy mal de todos los dirigentes y responsables políticos; con mayor o menor escala de responsabilidad social, actúan voluntariamente en detrimento del bienestar social y del conjunto de los mortales, para hacer de este mundo algo insufrible.
En muchas ocasiones, no solamente influye en esas voluntades las actitudes que adoptan en los cargos de representación que ostentan, sino que: muchos se dejan llevar por la falta de aptitudes en sus valores como personas, para dejarse arrastrar por la ambición de poder o por alcanzar una situación social o de poder, para la que se sienten muy merecedores.
Por muchas vueltas que le demos a este tema, siempre encontraremos cualquier manzana podrida en el cesto, que será el embrión que corrompa a las demás frutas sanas por naturaleza.
“Los humanos no tenemos –en la mayoría de las ocasiones-: límites a nuestra avaricia. Solamente podremos limpiar nuestra frutería de todas las bacterias y virus que la infectan, si somos capaces de responsabilizar o desinfectar a esos microorganismos adecuadamente, buscando responsabilidades eficaces a sus desmanes y sin darles tregua.