Entre el caos y el amor.
Nunca entenderé los conflictos íntimos de la incomprensión. Fui creciendo en un jardín de armonía. El amor regaba la plantita de mi corazón. Siempre un abrazo, un te quiero mucho, mi niña. Mi mundo giraba rodeada de esa sensación de que todo es perfecto.
Si llovía, llovía a cántaros, y acorrer bajo la lluvia a colocar barquitos de papel sin rumbo. A buscar la chorrera más fuerte y gozar se ha dicho, mientras las tías se unían al mambo, gozando con nosotros en un carnaval de alegría empapadas de esa lluvia tropical de nunca acabar.
Si el sol pegaba fuerte, fantástico, el calor insoportable se hacía divino dentro del mar, y para la playa se ha dicho. Todos al auto, y digo todos. Mi padre siempre tenía autos inmensos: Buik o Cádilac. La cosa era que cupiéramos todos: abuela, tres primos, una tía, Alice, mami y yo, papi al volante a toda marcha hasta aquel bendito balneario que nos quedaba a solamente media hora de trayectoria. Bendita trayectoria en medio de risas, apretones y chistes, canciones y gritos. Pero la felicidad reinaba y nadie se quejaba de lo apretados que íbamos unos casi encima de otros.
Si nos daba fiebre, abuela se las arreglaba para bañarnos de alcoholado con yerbas medicinales, a embadurnarnos de mentolatum y con un inmenso abrazo de abuelaza, ponernos a dormir y al despertar, saz, a correr y jugar nuevamente se ha dicho. Las fiebres desaparecían por arte de magia.
Pero me dí de cara con otra realidad al llegar a Gainesville. Allí me acomodaron con otras tres estudiantes graduadas. Las cuatro no podíamos ser más diferentes, culturas diferentes, religiones diferentes, nivel social diferentes. La Turca era rica y musulmana, la gringa era rubia y Presbiteriana, la China era taoísta y budista a la vez y a mí me quedaba ser cristiana, más bien católica apostólica y romana, y para colmo morena.
Y entonces empezaron mis males.
La gringa nunca estaba feliz con la temperatura, si era verano, ponía el acondicionador de aire a la temperatura más baja posible, y a resfriarme se ha dicho a 16 grados, friiiiiia hasta el alma y sin mi abuela cerca para salvarme de las fiebres. Si era invierno y la temperatura bajaba a 16 grados, prendía la calefacción y a sudar hasta el alma se ha dicho. Nunca se ponía de acuerdo con la vida y sus climas, o nos enfriaba los tuétanos o nos calentaba a puro infierno por puro capricho de gringa jodida.
Con la turca me llevaba bien, a pesar de que ella con su Corán y yo con mi Biblia no dejábamos de discutir cual era el verdadero salvador del mundo, si Jesús el Nazareno o Mahoma, el huerfanito. Ella de cara a la Meca y yo rezándole el rosario a la Virgen Milagrosa para que me ayudara con los exámenes, ella que nunca fue a la escuela. Pero esas pequeñas diferencias no evitaron que naciera entre nosotras una gran amistad y me presentara a un amigo turco con el que por poco me convierto en una princesa del Medio Oriente.
De la china ni les cuento. Como cocinábamos todas en días diferentes, tuve que soportar por cuatro años de mi vida sus hígados guisados con tocineta que impregnaban el hospedaje de un olor nauseabundo todos los jueves. Winifred Ku hablaba el más intrincado inglés y hasta tuve que servirle de intérprete en un juicio universitario donde las autoridades la acusaron de copiarse en uno de sus exámenes doctorales. A duras penas le entendí para explicar que solamente pedía un afinador de lápiz al vecino para poder continuar con su examen de grado.
Nada, que la vida no fue ni será fácil, pero con toda esa locura, aprendí que se puede sobrevivir en un mundo de caos si nuestras bases son sólidas y sabemos distinguir que aún ante tantas diferencias y discordias, lo esencial en la vida es una buena actitud de amor, porque el amor todo lo puede.
Carmen Amaralis Vega Olivencia
NOTA:
La China volvió a Shanghái con su doctorado en matemáticas.
La Gringa se suicidó faltando una semana para graduarnos.
La Turca luego de volver a Estambul, regreso y emigró a Canadá, porque los turcos no respetaban su doctorado en Ingeniería Metalúrgica, ahora allí dirige el Instituto del Magnesio Canadiense.
La puertorriqueña, es esta que les está escribiendo, volvió a Puerto Rico y hace 37 años es catedrática de Química en la UPR.
Comentario
Muchas gracias amigo, Ramiro, tus palabras me dan mucha felicidad, Amaralis
Iris, gracias amiga, fueron tiempos inolvidables amiga, un abrazote, Amaralis
siempre es bueno leer tus historias y bellas anécdotas mi hermosa amiga.
Norma Cecilia, muchas gracias por tu bello recuadro, y tu bella sonrisa, Amaralis
Aurelio, gracias por tus palabras, tienes mucha razón, un abrazo, amigo, Amaralis
Críspulo, muchas gracias por tu inconfundible huella, un abrazo, amigo, Amaralis
Mab, gracias mil por este DESTACADO , me haces muy feliz, un abrazote, Amaralis
TODA UNA AVENTURA, AMARILIS...GRACIAS POR COMENTAR TUS VIVENCIAS DE JUVENTUD.PORQUE ÉSA ES LA VIDA. UNA COTINUA VENTURA...¡
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
http://organizacionmundialdeescritores.ning.com/
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