Para ti…Hasta que volvamos a encontrarnos
“El tiempo es un gran círculo, en él no hay principio ni fin.
Todo vuelve una y otra vez para siempre”
LOS ANDES Y MI PADRE
El hombre quiere saber el misterio de las altas montañas porque en ellas ha quedado aprisionado el secreto de los tiempos remotos. En el alba del caos y la esencia el poeta asciende a través del conocimiento mítico hasta la claridad de la conciencia y en su imaginación brota un canto de amor y de esperanza en medio de luminosas visiones que florece en lágrimas y le enseña a su niña hecha de miel y estrellas la belleza y lo imponente de las montañas que le dieron vida y le dice: Los Andes, pintura sin pintor, sinfonía sin músico, poema sin poeta. Todo muere, pero nada termina
Y la niña jamás olvidó esas palabras. Una tarde el viejo murió sin confesión, sin cenizas en la frente, tampoco le hicieron falta. Años después cuando el dolor la hizo mujer y poeta le escribe a su padre desde su añoranza…
Es un deleite pasearse a través de tus recuerdos. Voy a intentar contar la historia de lo sucedido entre nosotros, trataré de hacerlo ordenadamente, oyendo a mi corazón y con la firmeza de mis sentimientos. A las palabras como a las hojas, se las lleva el viento, por eso quizás estas palabras se irán con la brisa a muchos lugares. No quiero que pierdan vida como las hojas secas que se guardan en los libros. Quiero que las lean y oigan mi voz, la emoción y el instante en que fueron escritas. Si las recogen no caerán en el sueño del olvido. Eso les devolverá la vida después de ese largo viaje porque son mi continuación y tu recuerdo y no quiero que mis muertos se vuelvan a morir conmigo. Están unidas por un hilo de amor, como se unen las cuentas de un collar, ese es su único mérito.
Me regalaste con ese viaje uno de los mejores recuerdos de mi vida. Te sentaste junto a mí y me dijiste: mañana muy temprano salimos a los Andes, quiero que conozcas la tierra y la casa donde nací, en las altas montañas. Una casa de piedras de estrecha fachada, amplio patio y un largo corredor que termina casi en el río, desde el interior de la vivienda puedes escuchar sus cantos y susurros. El frío se mete por todos los rincones y en la mañana se vuelve suculento con los olores del fogón, la chicha, el queso y el maíz. La mesa, en un rincón, siempre está llena de papas, verduras y ramas. El candil, el calentadito, los animales, todo en las alturas es un sueño, abre bien tus ojos, tu memoria y sobre todo tu corazón para que algún día les cuentes a tus hijos de dónde vienen tus raíces paternas.
La emoción no me dejó dormir. Aún no salía el sol cuando agarramos camino. Llevábamos suficientes provisiones, cobijas y mucha ilusión. Para mí era una gran aventura que me llenaba de una indescriptible emoción que dejaría profundas huellas en mi alma.
Avanzábamos y yo iba embargada en aquella soledad sin márgenes, en aquel silencio blanco, puro, fuerte, palpable. Observaba el paisaje, primero desiertos, luego valles que simulaban grandes oasis, árboles con el humus depositado por años en los troncos. Las piedras, que habían estado siempre allí, en las raíces del silencio, enormes algunas, diminutas otras se presentaban ante nosotros salpicadas de musgos y líquenes con siglos de antigüedad. En muchas de ellas contemplé figuras humanas, en otras, figuras hechas por el hombre como señalando un sendero, como acumulando un juramento al lugar sagrado donde se encontraban.
Cruzamos puentes, algunos colgantes, para llegar a unas maravillosas aguas. Cruzamos ríos, algunos como pequeñas vertientes. Otros fuertes, rápidos, caudalosos que descargan su fuerza vertiginosa rompiendo rocas y tierras con la energía y velocidad que traen de las alturas convirtiéndose en sonoras cascadas. A veces eran remansos suaves que simulaban espejos. Vimos montañas nevadas llenas de soledad y misterio con un silencio que abrumaba y decía tanto, con una belleza deslumbrante y secreta.
En mi alma de niña había una emoción contenida. Mi espíritu, tomado de la mano de mi imaginación comenzó a volar, se sintió libre y se dio cuenta que de alguna forma amaba a esa tierra desde siempre, a la línea imponente y ondulada de las montañas a lo largo del horizonte y a los picos llenos de nieve.
De repente, como una singular visión dentro de aquel paisaje apareció un valle acurrucado en la montaña, con agua clara, prado verde, flores silvestres, música de río y arriba, el cielo azul, infinito, con nubes de diversas formas. Su vista se perdía en el horizonte y se podía conversar con el silencio. Y llegamos al poblado, puro, hermoso, detenido en el tiempo.
Amparada bajo la sombra de un árbol, rodeada de un silencio infinito estaba una anciana mujer. Era tan vieja, tan vieja, que su rostro estaba surcado de profundas arrugas, como tierra reseca y resquebrajada, pero a pesar de eso su cabello aún era gris y la red de arrugas de su rostro marchito no ocultaba la serenidad de su expresión. Mi padre la alzó en brazos besándola, era la mujer que lo había criado, su mama Juana. Desde debajo de sus cejas blancas sus ojos me escudriñaron y su mano llena de surcos tomó la mía diciendo: eres como una estrella que cayó del cielo, tan bella como tu madre.
Desde que la vi me sentí poseída por su energía, como en un círculo mágico, como huésped de un recinto sagrado, no podía apartar mi mirada de ella y comprendí quizás de una manera imprecisa que existía una comunicación de una desconocida hacia mi. El tiempo rompe, desluce y marchita, pero en ella el tiempo se había detenido. Fue mi compañera esos días. Vivía llena de recuerdos. Albergaba generaciones de secretos. Con ella fui a la casa de piedra donde nació mi padre. Al llegar toqué las paredes a ver si sentía sus emociones, los sucesos que habían ocurrido dentro, la convivencia entre ella y los seres que la habitaron, el nacer y morir de sus miembros. Moví la cortina gruesa y sentí un olor a polvo y madera vieja, todo me producía la impresión de haber estado allí antes en circunstancias idénticas.
Nadie comprendía cómo a mi edad se pudieran pasar tan largos ratos en compañía de una mujer tan vieja. No entendían que en su trato ella sabía descubrirme horizontes infinitos y satisfacer las ansias misteriosas de mi espíritu. Para mis pocos años aquella fraternidad encerraba aventuras, tristezas y alegrías que le daban una emoción distinta a mi vida llenando mi alma de regocijo.
Todo fue maravilloso hasta ese día que me llevaste a las alturas y dijiste: Los Andes, pintura sin pintor, sinfonía sin músico, poema sin poeta. Todo muere, pero nada termina y te fuiste a preparar el viaje de regreso. Me quedé un rato allí observando la montaña, de repente escuché su música, salía de todos lados y se podía oír muy claramente. Era una música diferente. Cuando la escuchaba me penetraba, recorría todo mi cuerpo y me convertía en la canción misma transformándome. Venían a mi memoria imágenes del pasado y del presente, gente querida, todos estaban conmigo. Sentía que nada estaba olvidado y que nada había pasado en vano. Lloraba y reía. Era como una gran fiesta de magia, como una alquimia. Me sentí como lo que era: pura, inocente, vulnerable y transparente con toda la energía de mi vida presente y con toda la fuerza de mi vida pasada. Jamás te lo conté, no se decirte si lo soñé o lo viví. No se si fue verdad, transición o eternidad y con el corazón todavía allí quiero darte las gracias, padre amado, por todo lo vivido y por haber sembrado en mi alma tu esencia de poeta, bohemio y loco incomprendido.
En la noche andina se desparrama el viento hasta que el alba lo sorprende. La luz aparece para orientar espacios y sueños en los Andes milenarios como cantos prisioneros en el alma.
Maigualida Pérez González
La Victoria 5 de febrero de 2012
ROEC: 3935132787
Comentario
Raúl, gracias amigo querido, tu lectura y tu comentario llenan mi corazón de alegría. Besos y bendiciones...
Muy linda historia amiga Maigualida..Reminiscencias,recuerdos;ese volver la mirada al pasado para avanzar;Y lo has logrado con esa pluma tuya,empapada del sentimiento puro,para ese ser inolvidade.."Eres como una estrella,tan bella..",lo anticipó la mama Juana.Bello amiga.Cariños y bendiciones.Tu amigo,desde tan lejana latitud.Lo conservaré..
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Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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