Hazme Mortal - Capitulo II: "Guerrera Comprometida"

Gelian me lo prometió, dijo que saldría vivo de esta y que nos casaríamos en su llegada, me lo dijo:

“Galios se está volviendo loco, debo detenerlo antes de que acabe con todo lo que él aprendió a odiar, aquello que yo aprendí a amar, esta no es una decisión fácil de tomar, es mi hermano… aunque de por si él ya quiere matarme y cuando me encuentre, no descansara hasta lograrlo, ante ti mi princesa te prometo esto, saldré vivo de una u otra forma. No pienso en nada más que lograr formar una familia contigo. ¿Te casarías conmigo cuando regrese?” — fue lo que dijo Gelian antes de partir.

Miré mi tesoro más preciado justo en mis dedos, un anillo que llevaba como símbolo, una corona dorada de tres puntas. El tiempo me volvía más ruda, era horrible esta impotencia que llevaba por dentro y crecía cada vez que hablaba con un Gelian que no recordaba absolutamente nada. Era tarde, debía llevarlo hacia el trono, mostrar al rey de leones que el “Inmortal” había vuelto, ya habría tiempo para recuperar a mi futuro esposo.

Gelian se preparó para la ocasión, vistió el tabardo elegante de los leones, azul mar, con el emblemático león dorado en su pecho, arriba de una camisa blanca, fina, llevaba botas de caballero, pantalones y guantes de cuero, se le brindó una espada, pues todo guerrero que se presentaba ante el Rey, debía portar una. Entramos por la puerta principal, colosal, era tan grande, que un gigante podría pasar sin bajar su cabeza. Íbamos a caballo un grupo de escoltas de la guardia, Merdin “el sabio anciano” y Gelian al frente. Una de las cosas por las que odiaba ser caballero real, era ser temida. Los habitantes del pueblo nos observaban con miedo y respeto, Cadai era conocido por ser un rey misericordioso y clemente, pero su población llevaba las huellas de dolor que Volcaf “el tirano” había dejado antes de ser derrocado. Impuestos, pobreza, castigos severos y azotes, era todo en cuanto su tiranía pudo ofrecer, ahora vivía encarcelado en su propio calabozo, el mismo donde avergonzó y asesinó a muchos de sus esclavos, bien merecido lo tenía.

Finalmente se hacía presente la torre del rey, la más alta y fortificada entre todos los fuertes del reino, antes de descabalgar noté como Gelian se acercaba hacía mí, anticipándose a mis pasos.

— Permítame lady Evelyn — extendió sus brazos hacia mí y me observó desde abajo con indiferencia, como si hubiera olvidado por completo la charla que tuvimos el día de ayer, cuando despertó en la cabaña de Merdin.

— Señor Gelian, aleje sus manos de una guerrera, si sabe lo que le conviene — después de todo era una caballero de león. Gelian se apartó de mi caballo como si nada hubiera pasado, no se sintió amenazado, aun cuando quería que así fuese.

— El rey de leones los espera — avisó el guarda de esa gran puerta dorada, esa por la que tantas veces pasé cuando apenas era una niña, venía con mis padres a buscar apoyo de la guardia real con problemas comunes, admiraba ver como resolvían todo pacíficamente y usaban la fuerza cuando algo mayor los retaba. Allí estaba yo, con una armadura real y mi fiel compañera, “Meiyo” que significaba Honor en otras lenguas, espada de filo obsequiada por Cadai antes de partir a la guerra, la misma que me ayudó a ganarla.

— ¡Saludad al rey de leones, Lord Tyrius Cadai! — dijo uno de los consejeros mientras nos acercábamos al trono, la capilla del león estaba repleta de soldados de la guardia especial y personal, llamados “Garra dorada”, eran el máximo rango de los soldados del reino, la elite de las elite, solo pocos podían llegar a tal puesto, ya que ellos tenían libre albedrío en cuanto a sus actos, eran elegidos por reyes y solo ellos podían juzgarlos. Allí estaban, al asecho en busca de cualquier intento equivocado.

Reverenciamos al rey en su trono, ansiaba ver las reacciones de este al enterarse de que Gelian, había perdido los recuerdos que los unieron durante meses.

— Levantaos, mis guerreros, basta ya de tanta reverencia, soy yo el que debería de inclinarme, pues sin la ayuda de ustedes, no estaría donde estoy ahora — Cabello largo, dorado como el de un león y barbudo. Cadai inspiraba tanto respeto, que era considerado uno de los mejores reyes que el reino del león haya tenido.

— Mi lord, he aquí Gelian, ha vuelto sano y salvo — obvie decir “ausente de recuerdos”, pues supe que tarde o temprano, se daría cuenta.

— Mi viejo amigo, has vuelto — se acercó el rey a Gelian.

— Así que tú eres el Rey de Leones, Cadai — mencionó Gelian, mientras el ahora confundido rey, extendía sus brazos para darle una gustosa bienvenida.

— Gelian olvido sus recuerdos, mi Lord — dije.

— ¿Cómo es esto posible, es una clase de brujería? — preguntó sorprendido.

— Al parecer una especie de suceso ocurrió antes de encontrarlo que causara este extraño indicio, no recuerda absolutamente nada, es como si hubiera vuelto a nacer — Expliqué, mientras observaba a Gelian de cerca — Sabe lo básico; su nombre, lo que ha ocurrido con el reino mientras estuvo aquí con nosotros, exceptuando su personalidad y su esencia — añadí.

El rey observaba a Gelian mientras hacía preguntas para poner a prueba lo que recordaba, para mi sorpresa, este poseía visiones cuando escuchaba ciertas palabras claves.

— ¿Qué palabras son las que te causan estas dichosas visiones? — preguntó el rey.

— Rebelión; recuerdo una mano que se extendía hacia mí, lo siguiente estaba en blanco. Kiritsu; la primera vez que la escuché no tenía significado, sin embargo, al poner a trabajar mi cabeza, lograba ver extraños seres brillantes alrededor de mí, como si estos estuvieran juzgándome — relató Gelian, mientras entrecerraba los ojos y recordaba sus visiones.

— No te esfuerces demasiado, viejo amigo, prometo que pronto, todos tus recuerdos volverán, nos encargaremos de ello — aseguró el rey mientras posaba su brazo derecho, sobre uno de los hombros del inmortal, animándolo.

Un arquero, mensajero del reino de leones, entró exasperado por la puerta principal, cojeaba, pierna lastimada y su mano sangraba, le habrían cortado el dedo anular, los presentes se alarmaron.

— ¡Mi lord, mi lord! — jadeaba fatigado mientras se aproximaba a la capilla.

— ¡Hordain! — Se acercó el rey rápidamente al herido — ¿Qué te ha pasado? —

— ¡Fueron los mercenarios mi lord!… ¡Los osos de Fuyuri! — Dijo mientras Cadai lo sentaba sobre un taburete de piedra y pedía a los guardias traer a un médico — ¡Son miles de ellos, todos los mercenarios de la región se unieron bajo un mismo estandarte, mi lord, quieren derrocar a los reyes de los 5 reinos y tomar todo a su paso! — gritaba exaltado y quejándose del dolor.

— Cálmate hijo y respira, ¿Dónde se encuentran ahora? — preguntó Cadai, calculando posibilidades y realizando estrategias rápidas, dignas de un Rey.

— Están al sur, están dispuestos a tomar las torres de Lord Riddie, de allí tienden reagruparse, una vez instalados, estarán listos para atacar al León de frente y hacerse con su reino — afirmó con gran preocupación.

— Quieren tomar la torre del sur, Fuyuri va en serio, Lord Riddie posee cientos de hombres, si el oso marcha confiado hacia allá, su número de soldados será elevado. ¡Evelyn, lleva a tu grupo de escoltas y reúnete con los demás caballeros, que estén preparados para el combate, saldremos al anochecer! — fue una orden directa. Por primera vez en muchos meses, el León afilaba sus garras para una vez más, defender lo que es suyo.

Luego de avisar a las tropas de León, llevé a Gelian hacia el campo de entrenamiento, era un sitio amplio y habría todo tipo de herramientas para el combate, quería ver como se encontraba físicamente, había olvidado sus recuerdos, debía asegurarme de que no había olvidado sus habilidades de lucha.

— ¿Por qué me traes aquí? — pregunta indiferente, evitándome.

— Quiero ver si aún recuerdas lo que te enseñé en la lucha, testarudo — dije jalándolo del brazo hacia el “plato de combate”, así llamábamos al campo de entrenamiento. De la nada llegó William “el presuntuoso”, un caballero que desde la primera vez que me vio alistada en la guardia, trato de cortejarme, bajo sus intentos fallidos, solo ha conseguido enemistarse con Gelian y con el resto de los soldados, es un hombre enamorado de su habilidad en la espada y le encanta humillar a todos los que pueda en periodos de entrenamiento, él sería el contrincante perfecto para Gelian, pues cuando aún poseía sus recuerdos, no habría perdido un duelo contra él, jamás.

— Señorita, ¿Se puede saber qué hace usted por aquí a estas horas? Es un poco peligroso, ¿Sabe? — dijo muy seductoramente mirándome de arriba abajo.

— Estoy entrenando a Gelian, olvido sus recuerdos y quiero saber qué tal le va en la lucha — aclaré como motivo de empezar una riña entre los dos, la cual sabría que vendría a continuación.

— ¿Con que no recuerda nada, que tal si yo te lo pongo a prueba?, creo que seré oponente suficiente para este sabelotodo — inició retando.

— No estoy interesado en luchar con espadas — dijo Gelian, tratando de devolver la espada a mis manos, me negué con una expresión y me alejé, mientras con señas le decía que se volteara, William ya estaba cargando —

— ¡Prepárate, porque esta humillación no la aguantaras! — dijo agitando sus brazos con la espada y haciendo un giro vertical hacia Gelian, esté al reaccionar, levantó su espada para detener el golpe justo a tiempo, pero lento. William volvía a contraatacar una y otra vez, llevaba a su oponente cada vez más torpe y pausado, su caída se veía inminente, sin duda no recordaba absolutamente nada de combates, esto acabaría mal.

— ¿Qué pasa Gelian, cansado? — parloteaba el presuntuoso, aunque Gelian hacia caso omiso a las provocaciones de William, de verdad le dolía el no poder lograr asestar ni un solo golpe, apenas tenía tiempo para defenderse y aunque era inmortal, su energía aquí en Terraz era limitada, cada vez sofocaban más, sus esfuerzos de defenderse y aunque sabía las posiciones que debía tener la espada para evitar ser golpeado por su oponente, era lento y no poseía astucia para golpear de nuevo. William por otro lado se notaba que cada vez era más agresivo, sabía que lo tenía en sus manos, aunque había algo que no me gustaba en sus ataques, lo que percató mi atención inmediata.

Efectivamente, en una sola oportunidad que alcanzó a Gelian, logró golpear su pierna, para mi sorpresa, atravesó su piel, Gelian no se estaba concentrando y estaba sintiendo emociones humanas; “Odio e Impotencia”, perdiendo su posición especial de inmortalidad.

— ¡Ya basta! — grité enfadada mientras me adentraba al plato.

— ¿Pero qué pasa? ¡Vamos bien, Gelian lo está disfrutando! ¿Cierto tarado? — exclamó sintiéndose vencedor.

— Pues veamos cómo te va contra mí, ¡Miserable! — me lancé contra él con la ayuda de mi espada Meiyo, nadie lastima a mi prometido, estando yo presente, deberán pisar mi cadáver y escupirlo para lograr pasar ante mí. Empecé atacándolo mientras él se defendía, se sentía sorprendido, al parecer nunca había peleado con una mujer.

— ¿Qué paso presuntuoso, te está ganando una mujer? — reían y gritaban al plato los demás soldados y caballeros, por primera vez aquel que dejaba humillados a todos los iniciados en combate, era avergonzado y por nada más que una mujer. Justo dejó de defenderse y empezó a atacarme con todo lo que tenía, dificultaba sí, pero si hay algo que aprendí, fue a no dejarme vencer por los hombres nunca, solo uno me igualaba en combate y estaba sangrando de una pierna justo ahora. En una ocasión que tuvo logró darle al mango de la espada, hiriendo mi mano izquierda, Gelian se veía sorprendido, por fin una señal de preocupación.

— ¡Si, se preocupa por mí! — grité hacia mis adentros, me preocupaba que ya no sintiera nada por mí, créanme, fue un alivio y el combustible que necesitaba para dar mi batalla como debía ser. Me arme de una fuerza impresionante, no duró tres segundos aguantándome cuando finalmente logré ver lo que parecía un punto ciego de mi oponente, luego de unos cuantos contactos de espada, aproveché dicho punto, rodando sobre el suelo luego de esquivar un ataque de rabia que ya sentía William, no hay como hacer caer a los que se aprovechan de todos y hacerles ver que como todos, tenemos puntos débiles. Logré asestar un golpe de gracia por debajo del Gavilán, parte de la espada que protege las manos de cualquier ataque, luego de abatir su espada, giré, lanzando la mía hacia una de sus piernas, haciéndole exactamente la misma herida que le habría ocasionado a Gelian.

— ¡Maldición! — Grito una vez en el piso, sosteniendo su pierna lastimada con ambas manos.

— Si vuelves a presumir sobre tus habilidades en combate, humillando a otros, si vuelves a restregarles a todos que eres mejor, volveré por tu cabeza, enclenque — El presuntuoso dejaría sus bromas por un tiempo. Fui a ver a Gelian quien estaba siendo atendido por Merdin, el anciano, el mejor mago que yo haya conocido.

— ¿Por qué me defendiste? — preguntó Gelian al acercarme hacia él.

— Ya hace un tiempo quería darle una lección a ese estúpido presuntuoso — mentí, solo lo protegí porque lo amaba y era lo único que me movía en este mundo, ¿Para qué decírselo, si no sentía lo mismo?

— Gelian, mírame — dijo Merdin — las heridas de un Kiritsu no pueden ser curadas por ninguna fuerza humana, para esto tú debes poner de tu parte —

— Si es verdad de que soy inmortal ¿Por qué salí lastimado? — preguntó extrañado.

— Merdin, yo me encargo a partir de ahora, permíteme este momento a solas con él — dije al anciano, quien de inmediatamente tomo alegremente su camino a la torre, confiaba en mí, éramos amigos desde que era una niña ingenua.

Ya era de noche, todos los soldados se habrían dirigido al pueblo, a velar por los habitantes, William fue llevado a los sacerdotes médicos, quienes poseían una de las mejores atenciones.

— No te concentraste — aclaré.

— ¿No me concentre, en qué sentido? — preguntó Gelian.

— Debes estar calmado y no pensar como nosotros lo hacemos, cuando no piensas, cuando no sientes, he allí tu verdadero poder, o al menos así me enseñaste cuando poseías tus recuerdos — expliqué mirándolo a los ojos, era tan hermoso como la primera vez que lo vi, mi amor por él no habría cambiado nada desde que volvió.

— ¿Calmado y no sentir, como logras eso? — lo había captado, pero no sabía ni cómo empezar a estarse quieto.

— Haber, cierra los ojos — él los cerró — ahora piensa en el silencio, eres un Kiritsu, lo que tú quieras oír, lo que tú quieras sentir, lo lograras en segundos si así lo deseas. Piensa en silencio, pierde el sentido de tus oídos, te encontraras en un vacío tan grande que querrás abrir los ojos, pero no lo hagas, solo así lograras que tus heridas sanen — vi cómo se preocupaba — tranquilo, yo estaré aquí aunque no puedas verme ni escucharme. Se calmó y comenzó.

Hice señas con las manos, hable en voz alta para confirmar si estaba funcionando o no, miré su pierna, estaba curándose, como si de magos y sacerdotes se tratara, su herida cerraba sin cicatrizar primero, todo un milagro, lo había logrado naturalmente.

— Lo lograste — lo besé mientras aún tenía sus ojos cerrados, no pensé que lo sintiera.

— Gracias — dijo, sonriendo nuevamente luego de tanto tiempo.

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Comentario

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Comentario de marco gonzalez el agosto 30, 2011 a las 11:32am
Excelente relato poeta, le recuerdo comentar a sus compañeros de letras, bendiciones

ESCRITOR RECONOCIDO
Comentario de Federico Landaeta el agosto 30, 2011 a las 9:30am

 

P E R F E C T O       V I D

Cada vez me gusta mas tu relato... 

ESPERO QUE TAMBIEN TU RECUERDES TU VERDADERO ORIGEN

y el compromiso que tienes de ayudar a salvar a Terraz

 

Bendiciones incesantes

 

Comentario de Linda Jimenez el agosto 29, 2011 a las 8:50pm
Muy buen capitulo, me dejo bastante intrigada, espero que continues pronto la historia que vas por buen camino...

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