Un dolor de cabeza me hizo abrir los ojos, desperté en una Cabaña bastante cómoda y fresca sin recordar absolutamente nada, como un frasco vacío al que le hubieran quitado todos los duraznos que llevaba dentro, así me sentía, con hambre de saber. Mi nombre o la razón por la que estuviera cómodamente en alcoba ajena, eran inciertos.
Escuche de repente como una puerta se abría lentamente a mi izquierda, la única que estaba allí, la única por la que podría salir si estuviera en algún tipo de peligro. Por unos momentos pensé que estaba cautivo o algo por el estilo, mi instinto de supervivencia despertó de inmediato.
— ¡Oh, Gelian! — Exclamó una voz curtida y vieja — ¡Ya has despertado, gracias al cielo! — noté que la figura que había entrado a la habitación era un anciano de bigote blanco y calvo, se veía contento por mi despertar, su atuendo y aspecto estaban demacrados, aunque su esencia inspiraba humildad y más importante aún, mucho respeto, me sentí más tranquilo al detallarlo.
— Discúlpeme anciano ¿Me ha llamado Gelian? — pregunté extrañado, aunque era la primera vez que oía tal nombre, algo en la pronunciación se me hacía familiar.
— ¿Lo pronuncie mal? — Chistó — disculpa si así fue, debes admitir que ese nombre es complicado para cualquier lengua, en fin, Evelyn te está esperando afuera, tuvimos suerte de encontrarte vivo en ese desierto, no llevabas prenda alguna — Sonrió — Pero no te preocupes, me adelante a cubrirte con una manta antes de que “Eve” pudiera apreciarte mejor.
Aun con toda la indirecta al tratar de explicarme que estuve desnudo cuando me encontraron, seguía sin entender la historia completa, no entendía nada, ¿Quiénes eran estas personas? ¿Por qué estuve “carente de atuendo” en medio de un desierto? Y lo más importante, ¿Quién era yo? Al parecer mi nombre era Gelian, pero eso no era suficiente, necesitaba encontrar más duraznos y llenar el frasco vacío. Sin duda la supuesta “Evelyn” sabría darle respuesta a alguna de mis preguntas, le seguí la corriente al extraño anciano y me hizo acompañarlo hacia donde se encontraba ella.
La observé mientras me acercaba a ella, tez clara, cabello castaño y ojos verdes. Debo admitir que esa chica me atrajo mucho la atención. Al lograr visualizarme, se dirigió hacia mí a toda velocidad como niña empedernida, sin mediar palabras me propino un gran y fuerte abrazo.
— ¡¿Pero qué demonios?! — la aparte extrañado, mi orgullo se hacía frente, no era sino la razón del abrazo lo que me incomodaba.
— ¿Qué pasa, ocurre algo Gelian? — preguntó extrañada.
— ¡Por supuesto! ¿Quién eres tú para abrazarme, nos conocemos acaso? — repliqué con curiosidad, buscando una respuesta de la chica.
— Gelian, soy yo… Eve… tu Eve... — lamentó.
— No sé quiénes son ustedes… no sé quién soy, solo sé que el anciano dijo que yo me llamaba Gelian, de resto todo lo tengo en blanco — expliqué.
Ambos, aunque sorprendidos estaban, tardaron en asimilar la situación, no podían creer que mi memoria se hubiera perdido, no encontraban explicación, ni sabían que había sido de mí antes de encontrarme en el desierto, por lo que empezaron a recapitular lo que habían hecho cuando me encontraron.
— El Rey Cadai nos ayudó a encontrarte — prosiguió Evelyn con el relato — duramos dos semanas buscándote con la ayuda de la guardia de León hasta que el rey recibió una carta anónima de un águila mensajera, eras tú mismo explicando que estabas bien y que te encontrabas en la zona norte del desierto de Krietzel — todo parecía concordar para ellos, pero para mí era lo mismo pues no tenía la más mínima idea de haber escrito dicha carta. Me cansé escuchar, ignoré lo que seguía del relato, caminé hacia un rio que habría al alcance de mi vista, Evelyn me seguía extrañada.
— ¿Por qué eres así? — preguntó mientras me seguía. Note que a pesar de todo el encanto desbordante que expresaba hacia mí y su hermosa cara, ella vestía una armadura pesada, brillante y azul, su estandarte el cual mostraba su pecho, era un león perfilado de color dorado, inspiraba temor pero a la vez mucha seguridad.
— Eres una guerrera ¿Cierto? — pregunté mientras llegaba a la orilla y dejaba descansar mis piernas, sentándome cerca del agua que fluía su cauce natural, llevaba puesto una camisa blanca que me quedaba pequeña y unos pantalones de tela que estaban recortados hasta la rodilla, aunque no eran de mis pertenencias, me sentía cómodo y por primera vez desde que desperté, no me sentía preocupado por mi pasado.
— Soy caballero de la guardia de León, luché al lado del rey cuando estaba en guerra contra “el tirano” Volcaf, por la liberación de este continente — se sentó a mi lado, aun queriendo saber que quedaba de mis recuerdos en lo que ella pudiera apoyarse — Gelian soy yo, estamos comprometidos en matrimonio — admitió tomando de mi mano, extrañando al hombre con quien posiblemente habría pasado tantas aventuras.
— Discúlpame — aparté su mano de la mía — no me acuerdo de ti, no me acuerdo de nadie, ni siquiera de mí mismo — ella escuchando dichas palabras, observó mis ojos por unos segundos, acto seguido, desenvaino su espada y me apunto con ella.
— Eso está por verse — dijo luego de girar su espada hasta su espalda, no vi venir lo que pasaría, con una rapidez impresionante su espada afilada golpeo contra mi brazo, sus intenciones eran claras, quería rebanarme en dos, para mi sorpresa, su arma no me atravesó, chocó contra mi piel como si fuera impenetrable.
— ¡¿Estás loca!? — grité mirando mi brazo, intacto.
— Lo siento, tenía que confirmar que se trataba de ti — no podía entender que pasaba, mi piel era tan dura como el propio acero — Eres un “Inmortal”, Gelian — fue lo que ella dijo.
— ¿Inmortal, de que hablas? — pregunté exaltado, no podía creer lo que me decía.
— Posees nuestros rasgos, pero no eres humano, posees un corazón que te transforma en lo que sientes — prosiguió a revelarme lo que sabía de mi — Durante años, fuiste la herramienta que el humano necesitaba para traer la paz a este mundo, eres un ser todopoderoso que llegó de las estrellas. Cuando aún poseías tus recuerdos, me dijiste que pertenecías a un clan llamado “Kiritsu” y que viajaban a través del espacio oscuro buscando el bien para todos los mundos, también advertiste al “Rey de Leones” Cadai, que se avecinaba una guerra, una tan grande, que ni la primera guerra mundial de Terraz la igualaría en fatalidad y créeme, en aquellos combates murieron miles de personas de ambos bandos. A la primera guerra se le conoce como, “la Guerra de Sangre”, debido que al final de esta, el campo de batalla tomó ese color, rojo sangriento —
Era increíble, según lo que me había contado Evelyn yo era un salvador que si bien durante años ayudé a los humanos a resolver sus problemas, poco a poco fui olvidado por la humanidad hasta que terminé siendo un “Mito”, solo un Rey, de cinco que existían en Terraz sabia de mi existencia, el más bondadoso y misericordioso de todos ellos, Cadai, el Rey de Leones. Trabajé con él para combatir los males que la humanidad ofrecía; ladrones, mercenarios, brujos y magos que ejercían la magia de forma incorrecta.
— Olvide mencionar — interrumpió Eve mis pensamientos — de que tu desapareciste por voluntad propia y con previo aviso—
— ¿Por qué habría yo de querer tal cosa? — preste atención a lo que quería decirme.
— Tu al llegar a este mundo, no llegaste solo — observó el hermoso río que teníamos a nuestros pies — Galios, ese era el nombre de tu hermano — bajo la mirada como si ese nombre significara algo más para ella — tu hermano, él… adoraba este planeta, juntos, tú y el trabajaron por guiar a la raza humana… pero algo salió mal — parecía que poco a poco, se le hacía más difícil hablar del tema.
— Puedes dejarlo hasta allí, no necesito escuchar nada más si tanto te afecta — insistí.
— No lo entiendes Gelian, yo fui la causante de que Galios tomara tales decisiones — bajo la mirada por un instante, un momento realmente incómodo para mí, e inclusive, se podía apreciar como una gota salía de su ojo derecho, rosaba levemente su mejilla y de su fina cara cayó, para unirse al verde pasto. Debo admitir que aunque esto la hacía sufrir, mis ganas eran seguir oyendo tal historia, quería saber que paso con mi hermano, ya lo averiguaría. Por ahora había encontrado suficientes duraznos como para llenar el frasco y saber quién soy.
Me llamo Gelian, no soy humano, soy un ser inmortal que llego a Terraz para cuidar la raza humana de una amenaza inminente, a través de mi corazón puedo darme forma a mí mismo y convertirme según mis emociones. Esto solo podía significar una cosa, si sentía como un humano, terminaría convirtiéndome en uno y perdería mi inmortalidad, haciéndome imposible salvar a la raza humana.
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Comentario
Qué interesante relato...Y lleno de muchos mensajes...Un placer conocer tu estilo literario...
Un Beso,
Dilia
e s t u p e n d o v i d
me encanta como escribes... tienes gran fluidez y muy buena imaginación...
¿o sera que realmente viniste a salvar a Terraz?
Bendiciones incesantes
Por supuesto mi buen amigo Tato, cada capitulo me emociona mas que el anterior, seguire escribiendo en cuanto pueda. Un saludo y gracias por pasar, prometo hacer lo mismo con sus obras en cuanto pueda ;)
MUY BUEN ESCRITO, EXTRAORDINARIA PROSA AMIGO....QUEDO EN ESPERA PARA LA CONTINUACIÓN...O NO?
UN SALUDO
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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CUADRO DE HONOR
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