“HIJO...!” María llora el fruto de su vientre.
Relato breve. Tomado de la porción Bíblica Reina Valera. El más grande sacrificio de Amor hecho para los hombres y por los hombres.
“Es la historia de un amor, como No habrá otro igual” Ana Gabriel.
Fue así como quedó sellado el sepulcro aquella noche.
Luego de ser vituperado, escupido, amordazado, latigado, rasgado, crucificado y desangrado, Jesús fue bajado de la Cruz y entregado en brazos de su madre. Esta tomo un manto que llevaba consigo y lo dispuso para limpiar su rostro, con la delicadeza y el dolor que solo una madre puede hacerlo y puede sentirlo. Fue injusto…! - Se repetía María para si -, mientras delicadamente pasaba el manto sobre el cuerpo de su Hijo Amado. Dolor del alma, dolor en el vientre, hoy el fruto que felizmente un día llevo consigo, había sido entregado en manos del hombre, para el perdón de los pecados. - Explicación que para ese instante María no alcanzaba entender -.
María no podía contener su dolor y su llanto estremecía el lugar donde aguardaban por ella para llevarlo al sepulcro. Celosamente; como el mismo día en que nació, María acompañó a Jesús, en medio de gritos desgarradores y desesperanzados. Su rostro, sólo reflejaba tristeza y dolor. María estaba; Inconsolable.
Los Apóstoles, a pesar de tener conocimiento de su resurrección, no dejaban de sentir dolor en su alma y en su Espíritu por tan sentida perdida. Aun no podían entender lo que sus ojos habían tenido que presenciar. Tal crueldad no era posible, tal amor menos aun.
Quizás, uno de los momentos mas significativos de Jesús en la Cruz, ya clavado, fue cuando escucho el llanto desesperado de María “hijo, hijo…!”… bajando su rostro cansado y cargado, ya casi apagada su voz, clamó a su Madre y viendo junto a ella a su hermano, exclamo: “Madre e allí a tu hijo; hijo e allí a tu madre”. No desconociéndose el como hijo y dejando un consuelo a María, - solo soy yo el que se va, de momento – él estará contigo.
El dolor del vientre de María no podía apaciguarse con las palabras de consuelo de Jesús, y volvió a clamar: “Hijo mío, Hijo Mío…!”.
Recostaron el cuerpo de Jesús en aquella piedra y colocaron un manto blanco y limpio sobre su cuerpo muerto. María no dejaba de ver con asombro dicho acontecimiento. - Debe sentirse así una madre cuando le arrebatan el fruto de su vientre, no hay para ella consuelo –
No se llegó al calcular ni el peso, ni el tamaño de la piedra que colocaron en el sepulcro para impedir que los hombres la movieran y se llevaran el cuerpo de Jesús. Sin embargo dejaron varios soldados al cuidado de la misma. Sería que de alguna manera y muy en el fondo de su ser, Pilatos reconocía que aquel era el Hijo de Dios y que según la palabra prometida el resucitaría al tercer día…? Es posible, todo es posible…!
Lo cierto es que María no quería apartarse de aquel lugar. Fue llevada a la vieja casa donde pocas veces Jesús se sentó en su lecho y recostó su cabeza sobre la madera que José había esculpido y tallado para Él. Allí de nuevo María lloró amargamente la muerte de su Hijo Amado. Tomando el manto en sus manos, lo abrazó y al abrirlo –para su sorpresa- ante sus ojos, estaba dibujado en tinta de sangre indeleble, el rostro de Jesús. Apretándolo sobre su rostro, lo beso repetidas veces, para María era como tenerlo a Él de frente y sentirlo. Aquella imagen no tenía explicación, pero ese momento fue único para María, quien no dejaba de besar aquel lienzo, donde quedo plasmado para nunca más borrarse el rostro de su Hijo Amado. Por su mente pasaban muchas cosas, una historia de Amor Único por una humanidad, egoísta, desconsiderada, pagana, insensible y por demás mal agradecida.
Era imposible para María entender aquel acto, recordó cuando el Espíritu Santo se acerco a ella siendo virgen y poso sobre ella el fruto del Amor, el mas grande amor por la humanidad para el perdón de los pecados.
“Le dolía el vientre, le dolía el alma, estaba inconsolable…!”
Caminaba de un lado a otro desesperada y buscaba respuestas en los rostros de la gente, sin encontrar más que dolor. Las lágrimas corrían por sus mejillas como un río desbordado en furia.
Camino incansablemente por cada lugar donde sabía que su Hijo había estado predicando el evangelio, recordó muchas veces, cuando encontrándose con Jesús y preguntarle cuando volvía a casa, siempre obtenía de él la misma respuesta “Madre, ando en las cosas de mi Padre”.
En que había fallado María, que no había entendido de la promesa del Padre…? En medio de su dolor y envuelta en llanto, con el hermoso manto rasgado y dibujado por el Santo Espíritu, se fue quedando dormida. Un ángel se acerco a su rostro y posándose sobre ella, besó su mejilla, un beso de consuelo para María; un tierno beso. Ella; abrió sus ojos y miró a su alrededor y solo pudo ver la luz que penetraba por la pequeña ventana de madera. Se quedo profundamente dormida, con los ojos de Jesús dibujados en sus ojos, de los que aun dormida brotaban las más dolorosas lágrimas.
Fue el Espíritu Santo quien beso a María aquella noche.
Durmió profundamente abrigada en aquella esperanza de la que todos hablaban “LA RESURRECCION”.
PRINCESA DE SION
ARIS SEGOVIA
EN LA PLENITUD DE MI ALMA DOLIDA
Y AGRADECIDA POR TAN GRANDE AMOR
VENEZUELA 2015
FOTO WEB
Comentario
¡Felicitaciones por tan bello texto, Aris! Realmente muy conmovedor.
RED DE INTELECTUALES, DEDICADOS A LA LITERATURA Y EL ARTE. DESDE VENEZUELA, FUENTE DE INTELECTUALES, ARTISTAS Y POETAS, PARA EL MUNDO
Ando revisando cada texto para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.
Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.
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